La vida vive

En los anales del rock espa?ol, a partir de ahora, en la eme de rock madrile?o habr¨¢ que a?adir, tras Rosendo y Burning, a Los Enemigos como hist¨®ricos representantes de un sonido aut¨®ctono de la capital en el que se conjuran todos los claroscuros, los sinsabores, la rabia del ciudadano an¨®nimo, la incertidumbre constante, el gusto a alcohol y otros derivados y ese pesimismo afable del que gozan los habitantes de la capital, siempre parapetados tras su probervial chuler¨ªa castiza.En su plaza, el cuarteto prepar¨® un enorme concierto, que habr¨¢ de quedar registrado en su correspondiente CD, para el disfrute de fans y de cualquiera que sepa apreciar las virtudes de un buen espect¨¢culo de rock en directo: nada menos que 33 canciones, escogidas entre los 10 elep¨¦s que componen su discograf¨ªa y que jalonan de leyenda las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Si la obra cumbre del grupo fue su disco La vida mata, aqu¨ª habr¨ªa que darle la vuelta a la frase en uno de esos juegos de palabras que tanto le gustan a Josele Santiago, su l¨ªder, y escribir con letras bien grandes La vida vive. Porque la vitalidad y vigencia de Los Enemigos es tan apabullante como la respuesta de espectadores que tuvo su convocatoria: la sala estaba abarrotada de entregados fans cuya edad trascurr¨ªa entre la veintena hasta bien entrada la cuarentena.

Muy buen sonido, dise?o de luces excelente y un hacer compacto sobre las tablas -en el que hay que resaltar la labor de otro superm¨²sico: el vigu¨¦s y ex golpes bajos Pablo Novoa- provocaron dos horas y media de rock en estado puro: el¨¦ctrico, en¨¦rgico, insurgente, repleto de libertad y profundamente apegado a la calle. En cuanto a la selecci¨®n de canciones, sonaron todas las que ten¨ªan que sonar: Florinda, John Wayne, Qu¨¦ bien me lo paso, Antonio, La otra orilla, Bouzas, Septiembre y En el jerg¨®n, una de las m¨¢s perfectas composiciones de rock escritas nunca en castellano. Tambi¨¦n hubo espacio para las versiones ajenas: Aunque no seas virgen (ni tampoco yo sea san Jos¨¦), del insigne sevillano Silvio, y Se?ora (nunca se oy¨® un tema de Serrat con tanta ca?a).

Pero tambi¨¦n hubo un momento especial para las colaboraciones de lujo: Ajo, solista de Mil Dolores Peque?os, interpret¨® con su aire na?f Paquito; otro genio, el siniestro total Juli¨¢n Hern¨¢ndez, pas¨® al blues el D¨®nde de Joe Tex; Artemio, primer bater¨ªa del grupo y corresponsable del lado m¨¢s surrealista de Los Enemigos, record¨® viejos tiempos con Juan Vald¨¦s. Pero el cl¨ªmax tuvo lugar con la irrupci¨®n de Rosendo para tocar junto a sus sobrinos musicales Yo, el rey y poner al respetable en niveles de delirio y euforia dif¨ªcilmente igualables.

Pocas veces se ha vivido recientemente una apoteosis rockera en Madrid como la que ofrecieron en esta velada Los Enemigos, y, si el disco les queda s¨®lo la mitad de bien de como estuvieron en directo, el ¨¦xito masivo est¨¢ asegurado. Lo dicho: la vida vive.