Pol¨ªtica antibi¨®tica
Ya les he hablado de la novela Eureka Street (mi intenci¨®n es que la lean). Hay un momento en el que el protagonista de la misma expresa lo siguiente: "S¨ª que tengo un problema con la pol¨ªtica. He estudiado el tema. La pol¨ªtica es fundamentalmente antibi¨®tica, es decir, es un agente capaz de matar o hacer da?o a los seres vivos. Eso constituye para m¨ª un gran problema". Yo tambi¨¦n estoy empezando a tener un problema con la pol¨ªtica vasca. Lo digo, de verdad, con pesar y con cautela, pues no comparto, nunca lo he hecho, las habituales cr¨ªticas a la actividad pol¨ªtica procedentes ya sea del radicalismo izquierdista, del populismo autoritario o del globalitarismo neoliberal. Pero algo est¨¢ a punto de romperse en la pol¨ªtica vasca. Algo que hasta ahora hac¨ªa que la actividad pol¨ªtica se mantuviera, a pesar de todo, enganchada a la vida. Y no estoy pensando en aquellos que han cortado de tal modo entre la actividad pol¨ªtica y la vida humana que aceptan o comprenden que la vida pueda segarse en nombre de la pol¨ªtica. Raimon Panikkar habla de lo metapol¨ªtico como el fundamento antropol¨®gico de lo pol¨ªtico: "En cualquier actividad humana yace, como oculto, el misterio de la vida. Lo metapol¨ªtico resta?a el corte entre la actividad pol¨ªtica y el resto de la vida humana". Pues ser¨¢ eso lo que se est¨¢ rompiendo.El escenario pol¨ªtico vasco (y el espa?ol cuando en el mismo se aborda la denominada cuesti¨®n vasca) est¨¢ en trance de consolidar, acaso definitivamente, una alianza de neur¨®ticos: cada parte manifiesta una acusada tendencia a actuar, consciente o inconscientemente, sobre los temores del otro. Nadie parece comprender que todos nos movemos sobre un campo de minas alimentado por miedos, desconfianzas e inseguridades que cada uno valoramos de forma muy distinta: nuestros miedos y nuestras desconfian-zas est¨¢n siempre -as¨ª lo creemos- bien fundados; no as¨ª los miedos o las desconfianzas de los dem¨¢s, que son fruto de la mala voluntad o de la ignorancia. Los neur¨®ticos, como el infierno, son siempre los otros. No pensamos que todos somos otros para alguien. Y as¨ª, lo que para uno es seguridad para otro es amenaza. Cuanto m¨¢s perfila uno su propio perfil m¨¢s distorsionado se muestra a los otros. Y cada vez que alguien propone una soluci¨®n hay otro que lo percibe como un problema, vi¨¦ndose obligado a responder con su propia propuesta de soluci¨®n, propuesta que el primero recibe como confirmaci¨®n de sus peores temores. No quiere esto decir que no sea posible distinguir entre temores y temores, pero, al cabo, mejor o peor fundado, m¨¢s o menos objetivable, el temor es el temor, y cada cual se cuida en exclusiva de combatir el temor propio sin caer en la cuenta de que al mismo tiempo puede estar alimentando el temor ajeno. S¨®lo desde esta clave es posible interpretar lo mal que estamos haciendo las cosas. Ni la mala voluntad ni el empecinamiento sirven para explicar lo que est¨¢ pasando. No hay ley de Murphy que valga para dotar de sentido, aunque sea sentido tr¨¢gico, aunque sea sentido c¨®mico, el sinsentido en que se ha convertido la actividad pol¨ªtica vasca. Todo lo que se toca se descompone o salta roto en mil pedazos: la unidad frente a la violencia, la solidaridad con las v¨ªctimas, la lealtad institucional, la cr¨ªtica imprescindible. Todo: la movilizaci¨®n ciudadana, el euskera en las escuelas, la alternancia en el gobierno, la desobediencia civil, la reivindicaci¨®n de la diferencia, la aspiraci¨®n a la convivencia, las elecciones, el estatuto, la acci¨®n judicial contra la violencia; todo despierta miedos y desconfianzas; todo es objeto de sospecha; todo alimenta la neurosis de alguien.
Ya hay un condimento m¨¢s que a?adir a la borboteante marmita vasca: tenemos un conflicto metapol¨ªtico. La actividad pol¨ªtica est¨¢ rompiendo amarras con nuestra vida. Nos la est¨¢ complicando. Como si no estuviera ya suficientemente complicada. ?No ser¨¢ este el verdadero conflicto vasco? Consciente o inconscientemente alimentamos los temores de alguien. Y as¨ª, la verdad, no hay quien viva.
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