Tres d¨ªas de noviembre
Si nadie habla todav¨ªa en EE UU de crisis constitucional es un hecho que los acontecimientos comienzan a adquirir perfiles inquietantes. El proceso destinado a elegir el cargo p¨²blico m¨¢s poderoso del planeta est¨¢ congelado por un recuento de votos. En Florida, un Estado con una rica tradici¨®n de fraude, hay ahora mismo dos ex secretarios de Estado, al frente de una cohorte de abogados, hurgando en el recuento antes de decidir si su desenlace acaba en los tribunales. El gobernador del Estado, hermano del aspirante Bush, se ha retirado del comit¨¦ que certifica el resultado. Miles de votos que presumiblemente pertenec¨ªan a Gore han sido anulados porque sus emisarios votaron doblemente al darse cuenta de que, por un mal dise?o de la papeleta, hab¨ªan elegido al candidato ultraderechista Pat Buchanan. Observadores independientes que preparan un informe para las autoridades del Estado aseguran que Florida era el martes un hervidero de alegaciones de fraude e irregularidades.Uno de los pilares del respeto suscitado por la democracia estadounidense es su tradici¨®n de elecciones ordenadas y fiables y su impecable traspaso de poderes. Por momentos comienza a ser irrelevante si ser¨¢ Bush o ser¨¢ Gore el 43? presidente de EE UU. La realidad que cobra cuerpo es que el destino del pa¨ªs m¨¢s influyente del mundo no puede estar a expensas de una disputa fundamentada en un arcano como el Colegio Electoral, concebido por los constituyentes en circunstancias menos democr¨¢ticas -1787- para proteger al Estado de una mayor¨ªa tir¨¢nica. El sistema permite que un candidato que obtiene la mayor¨ªa popular, Gore en este caso, pierda la presidencia si su rival consigue m¨¢s votos de este colegio de compromisarios. Quiz¨¢ la conclusi¨®n es que un dise?o electoral del siglo XVIII no tiene necesariamente que ser un modelo petrificado en los albores del XXI.
Reformarlo, si se hace, llevar¨¢ a?os, dada la mec¨¢nica de las enmiendas constitucionales en EE UU. De momento, la presidencia del a?o 2000 nace malherida y su manejo ser¨¢ dif¨ªcil. Los estadounidenses que han acudido a las urnas, la mitad del censo, han dividido tan perfectamente su veredicto que el nuevo inquilino de la Casa Blanca va a pasarse cuatro a?os preparando unos comicios que destruyan la impresi¨®n de precariedad de los que acaban de celebrarse.
Del republicano Bush y el dem¨®crata Gore cabe esperar en estas circunstancias un comportamiento de estadistas, no de l¨ªderes partidistas. Uno u otro tomar¨¢ posesi¨®n en enero en un pa¨ªs suspicaz sobre su legitimidad; y deben entender que no se puede arrojar arena a los delicados mecanismos de la ¨²nica democracia que puede ejercer como ¨¢rbitro global sin pagar por ello un alto precio. Antes de que abogados y asesores sugieran una pelea pol¨ªtica y legal de consecuencias impredecibles, los aspirantes deben reflexionar sobre su responsabilidad. Las acusaciones y protestas en ciernes tienen un grave potencial deslegitimador a los ojos de los ciudadanos. Estados Unidos mantiene una democracia secular porque sus servidores p¨²blicos han sabido acompasarse rigurosamente a los preceptos constitucionales. ?sa debe ser la gu¨ªa suprema en los dif¨ªciles d¨ªas que se anuncian.
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