Una recogida de romances en la tradici¨®n oral andaluza
Desde mi incorporaci¨®n a la Universidad de Granada, intent¨¦ la recogida de materiales romancescos como tarea complementaria a mis clases de historia de la lengua. La recogida de romances presentaba la posibilidad de que los estudiantes se aficionaran a la b¨²squeda en sus pueblos sin necesidad del aprendizaje de la transcripci¨®n fon¨¦tica, de la utilizaci¨®n de cuestionarios dialectales, del manejo de aparatos. Bastaba un repertorio sobre el que preguntar y la propia experiencia de oyentes o de cantores romanceriles.Ten¨ªamos la experiencia marroqu¨ª. All¨ª, desde 1949, llev¨¢bamos una recogida sistem¨¢tica que hab¨ªa dado frutos a partir del primer momento: Tetu¨¢n, Larache, T¨¢nger. En mis visitas al entonces protectorado, establec¨ª contacto con las comunidades sefard¨ªes, que me permitieron allegar centenares de textos. Cuando, en ese mismo a?o 1949, Juan Mart¨ªnez Ruiz me visit¨® para que le dirigiera una tesis doctoral, le propuse la recogida de la tradici¨®n de Alcazarquivir, localidad donde no hab¨ªan llegado mis colectas romancescas. La abundancia de frutos obtenida en Marruecos nos anim¨® a rebuscar en Andaluc¨ªa, por diferentes que fueran ambas situaciones.
En 1958 di en mi facultad un curso monogr¨¢fico sobre Tradici¨®n antigua y vitalidad del romancero, cuyo fin era familiarizar a mis estudiantes con nuestros problemas. Distribu¨ª la lista de romances que hab¨ªamos elaborado anteriormente y, al final de las vacaciones de Navidad, los alumnos deb¨ªan traer los primeros frutos de sus rebuscas. Los resultados fueron, m¨¢s o menos, los previsibles: de algunos textos se allegaron muchas variantes; de otros, pocas o ninguna. Sin embargo, el inter¨¦s suscitado dio sus frutos y en la provincia de M¨¢laga se hizo una intensa rebusca gracias a los ¨¢nimos de Ascensi¨®n Pastor Sedano.
L¨®gicamente, la abundancia de alumnos de M¨¢laga permit¨ªa indagar en la capital con cierta seguridad de ¨¦xito; los resultados, sin embargo, no fueron muy satisfactorios. Se pens¨® en llevar a cabo una encuesta sistem¨¢tica en Ronda pero, ante el temor de que se repitiera la experiencia de la capital, se hizo hincapi¨¦ en los pueblecitos de la serran¨ªa, aunque la tarea s¨®lo parcialmente pudo cumplirse.
La realizaci¨®n de estas encuestas romancescas plante¨® numerosos problemas. Pensando en las gentes viejas como conservadoras de la tradici¨®n, se lograban unos resultados bastante negativos: algunos romances de la guerra de Cuba y poco m¨¢s. Sin embargo, los mejores resultados se obtuvieron entre chicas de catorce a veintitantos a?os. Se dio el caso parad¨®jico de que eran las j¨®venes quienes gustaban de cantar y retener de memoria los romances que oyeron a sus madres; en tanto ¨¦stas, con los azares de la vida, han ido olvid¨¢ndose de la tradici¨®n de que un d¨ªa fueron depositarias.
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