Construcci¨®n nacional e ingenier¨ªa civil
La presi¨®n de todos los partidos ha obligado al PNV a rectificar su tr¨¢gico error de Lizarra. As¨ª lo demuestra su hist¨®rico compromiso, asumido en el Parlamento espa?ol, de que "es en el respeto al marco" constitucional de derechos y libertades "en el que cabe defender las propuestas que queremos trasladar a nuestros conciudadanos", seg¨²n reza el texto introducido por el propio PNV en la solemne declaraci¨®n institucional aprobada por unanimidad el 17 de octubre en el Congreso de los Diputados. Es verdad que semejante rectificaci¨®n resulta incompleta, pues todav¨ªa no han osado asumir sus responsabilidades por relegitimar a ETA con Lizarra. Y no se deciden a ello por temor al castigo que puedan sufrir en las urnas. En esto se equivocan, pues siempre resulta m¨¢s digno asumir la responsabilidad, y a la larga es m¨¢s rentable que dejar de hacerlo. Pero tambi¨¦n se resisten a reconocer su error por otra raz¨®n de fondo, al creer que si lo hicieran se resentir¨ªa su proyecto de construcci¨®n nacional.Como se sabe, el principal instrumento de la pol¨ªtica no es el poder (capacidad de vencer y de obligar), sino la ret¨®rica (capacidad de definir la realidad y convencer). Esto lo saben incluso las organizaciones armadas, como ETA, que si esgrimen la violencia es por su contradictoria eficacia ret¨®rica. Pues bien, en la lucha sem¨¢ntica que mantiene el nacionalismo vasco esperando torcer las voluntades a favor de la secesi¨®n, el ¨²ltimo argumento inventado hasta la fecha es el de construcci¨®n nacional, como nueva idea-fuerza o mito ideol¨®gico que ahora sucede a otros constructos cognitivos an¨¢logos (independencia, autodeterminaci¨®n, soberanismo, etc¨¦tera), que han probado no tener suficiente fuerza de convicci¨®n. Toda la leyenda de Lizarra se mont¨® sobre el mito de la construcci¨®n nacional. Y es en virtud de esta met¨¢fora que Arzalluz o Ibarretxe justifican ahora su ruptura con Lizarra pero a la vez su rechazo a una nueva mesa de Ajuria Enea. Por eso afirman compartir con ETA sus mismos fines u objetivos, coincidentes con la ya famosa construcci¨®n nacional, pero alegan diferir, en cambio, de los medios o procedimientos de construcci¨®n a utilizar: mientras la metodolog¨ªa de ETA es el terror asesino, la que propone el PNV es dialogar con ETA.
Pues bien, discutamos la metodolog¨ªa de construcci¨®n nacional. Pero antes de entrar en faena he de aclarar una cuesti¨®n previa.
Aunque personalmente soy agn¨®stico, no me considero antinacionalista, pues sostengo que el mejor capital pol¨ªtico de la cultura p¨²blica espa?ola es precisamente la diversidad multinacional, traducida a pluralismo pol¨ªtico a escala territorial. La historia de Espa?a es tan peculiar que Madrid no pudo consumar la centralizaci¨®n estatal, como sucedi¨® en Par¨ªs, Londres o Berl¨ªn. Esto les parece un pecado original tanto a los autoritarios y a los jacobinos como a los orteguianos, hu¨¦rfanos de la paternalista revoluci¨®n desde arriba. Pero de cara al glocal siglo XXI, podr¨ªa ser una bendici¨®n, pues el Estado unitario parece haber agotado su ciclo. Por eso Blair y Jospin se plantean la devoluci¨®n de poderes a los territorios subestatales. Adem¨¢s, el sistema espa?ol, caracterizado por la tensi¨®n entre su centro federal y sus miembros aut¨®nomos, podr¨ªa ser un modelo posible para la futura Uni¨®n Europea. Y, en fin, dado el agotamiento de la lucha de clases entre derecha e izquierda como l¨ªnea divisoria (cleavage) del antagonismo pol¨ªtico, nada mejor que la diversidad multinacional para devolverle a la pol¨ªtica el necesario pluralismo que hoy desfallece v¨ªctima del centrismo consociativo.
Por eso, bienvenidos sean los nacionalismos, con sus luces y sus sombras: y el mejor ejemplo es el catal¨¢n, a la vez catalizador y estabilizador de estos 25 a?os de democracia. De modo que no discuto el objetivo nacionalista, pues considero leg¨ªtima su voluntad de ampliar su autogobierno. Pero s¨ª deseo discutir los procedimientos con que se buscan esos objetivos nacionalistas. Es la cuesti¨®n antes citada del m¨¦todo de construcci¨®n nacional. Desde que Arzalluz proclam¨® compartir con ETA sus fines, pero no sus medios, muchos autores han desmontado en estas p¨¢ginas la falacia de inadecuaci¨®n entre medios y fines (por ejemplo, Miguel ?ngel Aguilar, Fernando Savater o Fern¨¢ndez Enguita), demostrando que se trata de una cuesti¨®n de tiempos: no se puede proponer el objetivo de autodeterminaci¨®n sin haber acabado antes con el uso de la violencia. Pues bien, yo tambi¨¦n sit¨²o mi razonamiento en perspectiva consecuencialista, planteando la secuencia medios-fines como un orden de prioridades en el tiempo. Pero no apelo a razones l¨®gicas, sino hist¨®ricas, al sostener que la construcci¨®n nacional ha de edificarse obedeciendo un orden temporal consecutivo.
Como todo proceso de crecimiento y desarrollo, la construcci¨®n se desglosa en etapas acumulativas que se fundamentan unas a otras. Cada cosa a su tiempo: primero, los cimientos; luego, las paredes; por fin, el tejado. Y tambi¨¦n el proceso de construcci¨®n nacional ha de seguirse paso a paso, pues si se invierte su orden natural s¨®lo se producen resultados monstruosos o catastr¨®ficos. El modelo brit¨¢nico proporciona la mejor demostraci¨®n, seg¨²n argument¨® T. H. Marshall. La primera etapa se inici¨® en el siglo XVIII, cuando el Estado se comprometi¨® a proteger y respetar los derechos civiles de todos los ciudadanos por igual: vida, propiedades, conciencia, etc¨¦tera. La segunda etapa ocup¨® todo el siglo XIX, conforme se fueron universalizando los derechos pol¨ªticos: voto, asociaci¨®n, expresi¨®n, etc¨¦tera. Y la tercera etapa se centr¨® en el siglo XX, al universalizarse los derechos sociales: ense?anza, salud, vejez, etc¨¦tera. Esta v¨ªa civil se vio despu¨¦s confirmada a contrario por el fracaso del opuesto modelo autoritario que trat¨® de construir la naci¨®n empezando la casa por el tejado. Es lo que hizo la revoluci¨®n desde arriba de Bismark, y enseguida todos los ep¨ªgonos que siguieron sus pasos: Meiji, Lenin, Mussolini, Hitler y Franco. Todos estos constructores de naciones utilizaron ingenier¨ªa militar, en vez de civil, y para legitimarse empezaron por reconocer los derechos sociales desde el comienzo, pero s¨®lo como recompensa otorgada al precio de renunciar a ejercer los derechos civiles y pol¨ªticos, que fueron arbitrariamente reprimidos bajo el lema de "come y calla". Y el resultado de esta construcci¨®n invertida no pudo ser m¨¢s destructor y perverso.
Esta secuencia can¨®nica de los tres niveles de derechos humanos (civiles, pol¨ªticos y sociales) debe ser hoy ampliada de cara al siglo XXI, pues hay que reconocer un cuarto nivel de derechos individuales: son los derechos colectivos de las minor¨ªas (Kymlicka) que reclama el multiculturalismo: g¨¦nero, raza, etnia, territorio, nacionalidad, etc¨¦tera. Desde un punto de vista l¨®gico-jur¨ªdico, existen contradicciones que impiden delimitar con claridad la conciliaci¨®n de los derechos individuales y colectivos. Pero desde un punto de vista democr¨¢tico, estos derechos de nueva clase son inequ¨ªvocamente leg¨ªtimos, por lo que hay que reconocerlos, protegerlos y garantizarlos. Su instrumentaci¨®n institucional no puede ser discutida aqu¨ª. Pero una cosa est¨¢ clara: los nuevos derechos colectivos s¨®lo pueden reclamarse despu¨¦s de que los otros tres niveles anteriores (civiles, pol¨ªticos y sociales) est¨¦n previamente garantizados por su orden correcto de prioridades.
Si el PNV aspira a construir la naci¨®n vasca hasta el final, deber¨¢ dejar para lo ¨²ltimo su reivindicaci¨®n de los derechos nacionales, comenzando por asegurar la protecci¨®n de los derechos civiles y pol¨ªticos de todos los ciudadanos vascos. Por eso no debe dialogar con ETA ni aceptar ning¨²n falaz intercambio que implique comparar, igualar o anteponer los derechos nacionales al derecho a la vida, pues invertir el orden de protecci¨®n de los derechos ser¨ªa una monstruosidad contra natura. Y en lugar de intentar ganarse a ETA, debe enfrentarse a ella, entendi¨¦ndola como el peor obst¨¢culo que impide la construcci¨®n nacional vasca. El constructor de naciones ha de utilizar ingenier¨ªa civil, empezando por los cimientos al pacificar su naci¨®n, civilizar a su base social y adiestrarla en la experiencia de la ciudadan¨ªa, a fin de que adquiera civismo y se convierta por derecho propio en una aut¨¦ntica sociedad civil. Y s¨®lo despu¨¦s, una vez satisfecho por entero ese requisito previo que es su condici¨®n necesaria, ser¨¢ un d¨ªa posible reivindicar la autodeterminaci¨®n, si as¨ª lo consiente la voluntad ciudadana.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense.
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