Comida Frankenstein
Las sospechas sobre la calidad de la comida que ingerimos han regresado al primer plano de la actualidad. Las vacas locas han reaparecido y hemos recordado la siniestra dieta de los animales herb¨ªvoros que consumimos: piensos con harinas de origen animal; con frecuencia, despojos y cad¨¢veres enfermos. Un colaborador del programa radiof¨®nico de Josep Cun¨ª resumi¨® as¨ª la historia de estas tristes vacas (en mi infancia las vacas re¨ªan): "Hemos convertido a los herb¨ªrvoros en can¨ªbales". Sin duda, los tejemanejes de la industria alimentaria parecen obra del Doctor Frankenstein.Aunque parezca mentira, el Parlament ya ha tratado estos temas esta misma semana, gracias a una importante intervenci¨®n de la diputada Carme Valls (PSC-Ciutadans pel Canvi). Es un t¨®pico period¨ªstico considerar que nuestro Parlamento no se preocupa de las cosas que importan. Pero es un t¨®pico incierto. El virtual empate entre derechas e izquierdas y la febril actividad que propugna Maragall han cambiado el clima de la Ciutadella. Las siestas se han acabado. Si el t¨®pico sobre la irrelevancia del Parlament sigue vigente es debido, en parte, a las inercias period¨ªsticas, no menos acomodaticias que las de los pol¨ªticos. Reporteros y opinadores s¨®lo encuentran apetitosos los temas de buen calibre pol¨ªtico. Y calibre tiene, naturalmente, el llamado caso Pallerols, una de esas hemorragias aparentemente tontas que pueden acabar con el enfermo en la UVI. Est¨¢ claro que el curioso espect¨¢culo de la lenta ca¨ªda de Uni¨® Democr¨¤tica tiene gancho, pero no deber¨ªa eclipsar otras ceremonias parlamentarias de inter¨¦s social, como la mencionada intervenci¨®n de la doctora Valls (una prestigiosa endocrin¨®loga que, sin abandonar su dedicaci¨®n profesional ni su labor divulgadora de los problemas m¨¦dicos de la mujer, ha saltado al ruedo pol¨ªtico con la intenci¨®n de reducir la peligrosa distancia que separa la sociedad de sus representantes). Muy pocas l¨ªneas encontr¨¦, en los peri¨®dicos, dedicadas a su intervenci¨®n, en la que pidi¨® el m¨¢ximo esfuerzo en el control oficial de toda la cadena alimentaria. He tenido que conformarme con el bolet¨ªn cibern¨¦tico de Ciutadans pel Canvi (www.pelcanvi.com). En ella, Carme Valls dibuja pedag¨®gicamente un completo panorama de los actuales peligros alimentarios. Se trata de un documento que roza el alarmismo, pero que est¨¢ redactado con un extremo conocimiento de causa y pretende, m¨¢s que preocupar al personal, estimular el rigor p¨²blico ante un problema que tiene perfiles tenebrosos y abraza todos los ¨¢mbitos: de la calidad de las tierras a la alteraci¨®n del crecimiento natural de los animales (hormonas, antibi¨®ticos), pasando por los piensos y sus trampas de estilo Frankenstein. La doctora Valls recuerda, de entrada, que nuestra comida es hija de la pol¨ªtica europea. La carrera de las subvenciones se ha impuesto a la regulaci¨®n y al est¨ªmulo de producciones deficitarias. A ganaderos y agricultores no les queda m¨¢s remedio que aceptar este marco: por una parte, est¨¢n obligados a producir determinados alimentos; por otra, deben competir en un contexto de precios de saldo, ya que la producci¨®n agropecuaria europea es, como sabemos, excedentaria. No es raro, pues, que la calidad (y consiguientemente la sanidad) est¨¦ por los suelos. Despu¨¦s de los ¨²ltimos esc¨¢ndalos, parece que la esperada Unidad Europea de Control Alimentario empezar¨¢ a funcionar. No le faltar¨¢ trabajo. De momento, sabemos que los piensos contienen todo tipo de ingredientes extra?os. Est¨¢n las harinas de origen animal. Pero no hay que olvidar el esc¨¢ndalo de los pollos belgas: por ¨¦l descubrimos que los piensos tambi¨¦n se enriquecen (es un decir) con grasas de origen industrial o con aceites vegetales requemados en anteriores usos (en restaurantes, por ejemplo). Estas grasas generan las famosas dioxinas de las carnes del pollo. Lo mismo sucede con los antibi¨®ticos. Los pobres pollos crecen apretujados en granjas. Enfermar¨ªan en masa si en su dieta no estuvieran incluidos los antibi¨®ticos. La industria c¨¢rnica afirma que no est¨¢ demostrada la relaci¨®n de los pollos con la resistencia de nuestros microbios a los antibi¨®ticos que los m¨¦dicos nos recetan cuando tenemos alguna infecci¨®n. Y sin embargo, un estudio de la Generalitat detect¨® quinolonas (antibi¨®tico que se usa para combatir infecciones de orina) en un 12% de los pollos estudiados. Y Carme Valls se pregunta: ?es sorprendente que los investigadores Gatell y Xercavins hayan detectado resistencias a las quinolonas en grupos de beb¨¦s que nunca (ni ellos ni sus madres) las hab¨ªan tomado?
El informe de Carme Valls es especialmente interesante cuando habla de los "disruptores endocrinos". Si lo he entendido bien, los "disruptores", procedentes de los subproductos qu¨ªmicos que se usan como plaguicidas y fertilizantes, imitan los efectos de los estr¨®genos. Una vez ingeridos, alteran el sistema endocrino.
Hasta ahora yo no hab¨ªa concedido mucha credibilidad a las apocal¨ªpticas informaciones sobre las carnes estilo Frankenstein y otros monstruos gastron¨®micos. Con la intervenci¨®n de Carme Valls, el tema est¨¢ no s¨®lo sobre las mesas de los eur¨®cratas, sino tambi¨¦n sobre el tablero pol¨ªtico catal¨¢n. Tan fr¨ªvolo ser¨ªa favorecer el esp¨ªritu hipocondr¨ªaco como el esp¨ªritu del avestruz. Se paraliza el hipocondr¨ªaco, dominado por el miedo a perderlo todo. En su af¨¢n de no querer enterarse de nada, el avestruz se detiene y entierra est¨²pidamente su cabeza. Ambos son met¨¢foras de nuestro tiempo, ambos sufren par¨¢lisis: por exceso o por defecto. A veces la libertad, tan cacareada, cabe en un bistec. Se trata de saber si uno puede o no puede zamp¨¢rselo. La vindicad¨ªsima naci¨®n catalana, el modern¨ªsimo Estado espa?ol, la sabia y rica Uni¨®n Europea deben poder garantizar el simple y dom¨¦stico acto de zamparse un bistec o una lechuga. Sin esta garant¨ªa, los derechos may¨²sculos y las palabras mayores no son m¨¢s que consoladores panfletos.
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