Laxante por compasi¨®n
Me confieso entusiasta de la minuciosamente descriptiva literatura que encierran las tiendas diet¨¦ticas. Leo las composiciones de sus productos con la misma pasi¨®n que las solapillas de los libros en el departamento correspondiente de los grandes almacenes.Podr¨ªa dar conferencias sobre las propiedades de las tortas de arroz integral, de las galletas de soja, magnesio, potasio, hierro con vitaminas A, B, C, D, E, A-1, B-1 y C-4 y, si me apuran, un poco de cualquier producto de agricultura ecol¨®gica, incluido el chocolate macrobi¨®tico.
El dibujante, sin embargo, es m¨¢s cl¨¢sico, m¨¢s de sidrer¨ªa, de men¨² largo y ancho, de ande o no ande chuleta grande y no est¨¢ tan preocupado como yo por estos tiquismiquis hipocondr¨ªacos. Para ahuyentar mis m¨²ltiples temores me dice que "al final todo se reduce a un tr¨¢nsito entre la vida y la muerte". Por un momento pens¨¦ que se estaba poniendo existencialista, que me iba a hablar del "Ser y la nada" o peor a¨²n del "Ser para decidir", cuando yo trataba ¨²nicamente de hacerle ver la importancia de la dieta equilibrada en la sociedad moderna.
-Quiero decir -matiza- que en la vida casi todo se reduce al tr¨¢nsito intestinal. Que mientras hay tr¨¢nsito intestinal hay esperanza. Todo lo dem¨¢s resulta c¨®mico y ya sabes lo que dijo Kant de lo c¨®mico: Es la reducci¨®n a la nada de una gigante expectativa.
Le aclaro que solo pretend¨ªa establecer el debate en la angustia por el paso del tiempo, en la ansiedad por el peso y la forma, en el miedo a envejecer, en la lucha contra los estigmas de la edad y la degradaci¨®n, en el culto neur¨®tico a la salud, en el narcisismo de nuestra ¨¦poca, en la lucha por salvar el cuerpo de su caduca obsolescencia, en eso que los nuevos fil¨®sofos llaman La Era del vac¨ªo...
-Justamente se trata de eso de vaciar, de reducir a la nada, de sentirse sanos y ligeros como la chica de Fontvella.
Fue entonces cuando el dibujante hizo un encendido elogio del humilde laxante Migu¨¦lez, frente a mi inter¨¦s manifiesto por los productos diet¨¦ticos.
-Mucho le debe Bilbao a esa familia de boticarios que durante casi un siglo ha contribuido con m¨¢s eficacia que Protecci¨®n Civil a las urgentes y necesarias evacuaciones intestinales de la poblaci¨®n. Migu¨¦lez era una botica de la calle San Francisco. Estaba en el 32 . Ya ha cerrado. Al fin y al cabo la vida, como te he dicho, es una condici¨®n previa y necesaria para la muerte y tambi¨¦n las farmacias, como los caf¨¦s y las tabernas que m¨¢s nos gustan terminar¨¢n por cerrar alg¨²n d¨ªa, por morir.
Ignoro si el dibujante hablaba en par¨¢bola y en realidad quer¨ªa decir que si Migu¨¦lez hab¨ªa dejado de existir pronto dejar¨ªamos tambi¨¦n de existir todos nosotros. Sic transit gloria mundi.
Lo cierto es que, cuando me enter¨¦ de que la botica hab¨ªa cerrado, reaccion¨¦ con un arrebato de afecci¨®n sentimental, como quien se entera de la muerte de un conocido "?c¨®mo es posible, -le dije al dibujante- si no hace a¨²n mucho entrevist¨¦ al boticario? Creo que se llamaba don Alejandro".
-No te dejes llevar por esa aversi¨®n nost¨¢lgica que tenemos a los cambios. Lo que cuenta es su legado, la idea del laxante como purga de nuestros males: "De la noche a la ma?ana quedan libres hasta los intestinos m¨¢s obstinados".
Tiene raz¨®n Eguillor: eso que llamamos salud no es sino un delicado equilibrio de deflagraciones. Hace unos a?os hacer r¨¦gimen era sin¨®nimo de mala salud, de gente enferma y poco o muy estre?ida.
Aquella asc¨¦tica frugal de los enfermos antiguos se conoce hoy como dieta equilibrada y es m¨¢s propio de personas sanas, que de pacientes macilentos.
El dibujante, como el poeta, advierte de que "envejecer, morir, es el ¨²nico argumento de la obra", pero la ciudadan¨ªa, ni pu?etero caso. A lo suyo. Casi todo el mundo ha encomendado su esp¨ªritu a los productos bajos en calor¨ªas, a la sacarina, al yogur desnatado, el zumo de naranja, las espinacas, el pan integral, la fibra, y la dieta macrobi¨®tica z en n¨²mero 7.
Existe una fe ciega en rebajar el colesterol como ¨²nico medio de purgar los pecados, antes de decir adi¨®s a este perro mundo, dejando un bonito cad¨¢ver, cincelado por el jooging, el footing, el lifting y el aer¨®bic, la humanidad desesperada trata de bajar tripa, vive cautiva de tremendos ayunos y enormes abstinencias, m¨¢s privativas de cartujos y trapenses que de gente sana y guapa. "Tenemos que hacer algo para liberarla, de tanta mortificaci¨®n, de tanta continencia, de semejante sacrificio y privaci¨®n", le propongo al dibujante.
Si la humanidad se empe?a en expeler, exonerar, limpiar o aliviar sus culpas, el truco consiste en ponerse en manos de laxante Migu¨¦lez.
-Propone el dibujante -es lo m¨¢s pr¨¢ctico, expurgante y resolutivo- viejos remedios para males nuevos. Finalmente toda la filosof¨ªa, el arte, el pensamiento, la poes¨ªa, la pol¨ªtica, la mujer y el hombre se reducen a una alquimia del epigastrio, a una buena conjunci¨®n qu¨ªmica, a una buena digesti¨®n y a una no menos buena deposici¨®n.
Que tiemblen los gurus de las dietas. El dibujante y yo hemos contratado a un negro para que nos escriba un libro sobre belleza y salud. De momento tenemos el t¨ªtulo, es un poco largo, pero nos gusta: "Como bajar peso y reducir colesterol con Migu¨¦lez, sin dietas, ni gimnasia, comiendo salchich¨®n".
Parece pretenciosamente c¨®mico, pero gracias a Kant ya sabemos que lo c¨®mico, como el laxante, consiste en la reducci¨®n a la nada de una gigante expectativa.
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