Cugat
Javier Gurruchaga lleva meses preparando un homenaje que se le ocurri¨® a ¨¦l, aunque parezca mentira que en una ocasi¨®n como ¨¦sta un individuo solo haya de espolear a las potentes m¨¢quinas institucionales. Ni siquiera la debilidad espa?ola por las efem¨¦rides luctuosas -el culto a la personalidad cuando la persona ha muerto- hab¨ªa levantado la liebre de que este a?o se cumplen los cien del nacimiento de Xavier Cugat, un nombre que a muchos no les dir¨¢ nada, y a los que se lo diga creer¨¢n seguramente que nada les toca a ellos esa figura. Para ambos grupos de inocentes ignorantes, y para la afici¨®n en general, est¨¢ destinado el merecido recuerdo, en forma de concierto-espect¨¢culo, que ser¨¢ trasmitido por TVE, a un especial¨ªsimo artista que naci¨® en Girona y acab¨® sus largos d¨ªas (muri¨® con 90 cumplidos) en Catalu?a.No quiero echarme flores de sabihondo. He visto desde ni?o muchas pel¨ªculas en las que Cugat interven¨ªa, pero s¨®lo cuando le¨ª la excelente biograf¨ªa de Luis Gasca (Ediciones del Im¨¢n, 1995) supe de la ra¨ªz catalana de este m¨²sico, cuyo nombre me parec¨ªa un seud¨®nimo imposiblemente ex¨®tico urdido para Hollywood.Tampoco conoc¨ªa su virtuosismo con el viol¨ªn cl¨¢sico (fue alumno destacado de Jascha Heifetz en Berl¨ªn), ni su devoci¨®n por Enrico Caruso, al que encontr¨® de ni?o en La Habana y sigui¨® hasta Nueva York fi¨¢ndose de las promesas de trabajo del gran y escandaloso tenor. En realidad yo no sab¨ªa nada de nada. ?Qui¨¦n sabe hoy aqu¨ª algo de Cugat, homenajeado por Woody Allen en su pel¨ªcula D¨ªas de radio?
Se est¨¢ poniendo de moda de nuevo el cine musical, y yo me alegro. No es igual que el de antes, sobre todo que el m¨¢s tradicional, el norteamericano, y aunque tambi¨¦n me alegro de la renovaci¨®n no olvido el antiguo. Cugat no era Gene Kelly, no cantaba como Fred Astaire, ni ten¨ªa las piernas de Cyd Charisse. ?Por qu¨¦ ha pasado entonces este hombre con cuerpo de peonza y alopecia (Mae West,que hizo dos pel¨ªculas junto a ¨¦l, rechaz¨® en un principio la primera al ver su foto: "Me niego a trabajar con un se?or calvo") a las historias del musical? Xavier Cugat introdujo con mucho ¨¦xito en el contexto del show-biz popular y cinematogr¨¢fico las melod¨ªas latinas, pero su presencia en esas maravillosamente dislocadas pel¨ªculas de los a?os 40, periodo de esplendor de Cugat, tiene el valor de un contrapeso sensato. Mientras las coristas bailan ritmos ardientes, muchas veces vestidas de fruta o de candelabro, y los protagonistas cantan su amor frente al decorado de un bosque tropical hecho a mano, Cugat y su orquesta ponen orden y concierto en la fantas¨ªa.
No parece que fuera, sin embargo, un hombre soso y lacio. Gran amador de mujeres despampanantes (y ninguna m¨¢s que Abbe Lane, escultural de formas pero en secreto, me consta, inteligente lectora de los cl¨¢sicos), tuvo una buena mano para el dibujo (?no nos merecemos una exposici¨®n de sus chispeantes caricaturas?), y, amigo de Dal¨ª en el demi-monde fr¨ªvolo de Nueva York, hay que se?alar, desde el terreno de la vil envidia, sus salidas nocturnas con el pintor gerundense y Kim Novak, quiz¨¢ embelesada al o¨ªrles hablar en catal¨¢n. No sorprende por eso que sea Gurruchaga, otro artista de gran talento m¨²ltiple y vertiginoso, quien trate de rescatar la memoria de Cugat.
Ojal¨¢ venga por fin al homenaje espa?ol Esther Williams. Es ahora, por lo visto, una muy senior ejecutiva de la Pepsi-Cola, pero dicen que a¨²n conserva la figura acu¨¢tica. La nadadora estrella de Hollywood hizo cuatro pel¨ªculas y una gran amistad con Cugat, y cuando la Filmoteca Espa?ola, que s¨ª se ha acordado del m¨²sico, pas¨® hace poco Escuela de sirenas tuvimos una noche nost¨¢lgica de cine. La pel¨ªcula de George Sidney tiene el alm¨ªbar y el lado levemente ?o?o de muchos musicales de la Metro, pero las coreograf¨ªas de piscina siguen siendo una locura. Y de vez en cuando sale Cugat derrochando -con sus mambos, su cantante novia Lina Romay y su Bim Bam Boum- seny catal¨¢n.
Babelia
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