Lluch i Mart¨ªn
Creo que fue de su maestro, Fabi¨¢n Estap¨¦, de qui¨¦n tom¨® la costumbre de designar a la gente por sus dos apellidos: cuando te llamaba por tel¨¦fono, nunca se identificaba a s¨ª mismo como Ernest Lluch, sino como Lluch i Mart¨ªn. Era uno m¨¢s de esos rasgos que le distingu¨ªan, que le confer¨ªan un aire a veces un poco exc¨¦ntrico, como de profesor universitario brit¨¢nico (quiz¨¢s ayudaba a ello su flequillo y¨¦-y¨¦). Pero en ¨¦l predominaban, sin lugar a dudas, su bonhom¨ªa, su sentido del humor y su respeto por los dem¨¢s: nunca le o¨ª hablar mal de nadie. Era, por encima de todo, una buena persona.?ltimamente, tuve el privilegio de tratarle con cierta asiduidad. Sol¨ªa pasar la semana en un radio muy restringido, el que iba de la Facultad de Econ¨®micas, donde impart¨ªa sus clases, a su inmediato domicilio en la avenida de Xile, donde acaba de ser asesinado por unos desalmados que nunca habr¨¢n le¨ªdo, porque leer no saben, ni uno de sus art¨ªculos. Pero los lunes "bajaba" a Barcelona: lo aprovechaba para comprar libros, para participar en una tertulia radiof¨®nica, y para ver alguna exposici¨®n en las galer¨ªas de la calle Consell de Cent. La proximidad de la redacci¨®n de L'Aven?, situada en el mismo tramo de calle que las galer¨ªas, hac¨ªa que se dejara caer a menudo por all¨ª: la ¨²ltima vez, el lunes de la semana pasada. Estuvimos hablando largo y tendido, un par de horas, del Pa¨ªs Vasco. El motivo: un dossier que L'Aven? est¨¢ preparando, con Antoni Batista, sobre la realidad vasca y en el que ¨¦l hab¨ªa comprometido, con su generosidad habitual, su participaci¨®n.
Hombre sensual, sensible a los placeres de la vida -la gastronom¨ªa, la m¨²sica, la ¨®pera, la lectura, y, claro est¨¢, el f¨²tbol-, Lluch i Mart¨ªn se hab¨ªa dejado seducir por el Pa¨ªs Vasco. Si no voy equivocado, fue en su ¨¦poca de rector de la Universidad Internacional Men¨¦ndez y Pelayo (UIMP) cuando se compr¨® un apartamento en San Sebasti¨¢n, quiz¨¢s para huir de la franquista Santander.
A los vascos, les conoc¨ªa, les estimaba y, sobre todo, trataba de comprenderlos. Es curioso, pero -como ya me hab¨ªa ocurrido con ¨¦l al hablar de otra de sus grandes pasiones: el Pa¨ªs Valenciano-, a menudo su aproximaci¨®n a la realidad vasca ten¨ªa muy en cuenta el lado antropol¨®gico. Era una demostraci¨®n, en el fondo, de lo mucho que le importaba la gente, sus vidas. En esta ¨²ltima conversaci¨®n, que no puedo evocar sin un dolor persistente en el pecho, se refiri¨® a menudo a esa aparente contradicci¨®n de los vascos, que pueden hacer suyas, y muy suyas, tradiciones perfectamente for¨¢neas: desde el f¨²tbol ingl¨¦s a la gastronom¨ªa francesa, para citar las m¨¢s obvias. Una reflexi¨®n que, en un momento como el presente de cerraz¨®n mental sobre lo que all¨ª ocurre, merecer¨ªa tenerse en cuenta.
Nunca me atrev¨ª a preguntarle si ten¨ªa miedo. Cuando viajaba al Pa¨ªs Vasco, lo hac¨ªa con escolta. Pero aqu¨ª no: ?por qu¨¦? Hombre no nacionalista, lo era en todas sus consecuencias: y sab¨ªa que el m¨¢s perjudicial de los nacionalismos era el espa?ol. Quiz¨¢s porque en su infancia, en Vilassar, aprendi¨® a distinguir entre la gente de la situaci¨®n, los del r¨¦gimen, y los perdedores, la mayor¨ªa. No le import¨® polemizar con valent¨ªa a este respeto. Hombre inc¨®modo, heterodoxo, a veces sorprendente, fue siempre fiel a s¨ª mismo. Y aunque en ocasiones le critic¨¢ramos por su aparente incoherencia (en la gestaci¨®n del PSV, en la tramitaci¨®n de la LOAPA), la verdad es que se ocup¨® siempre de lo que preocupaba a la gente: nunca fue un intelectual encerrado en la torre de marfil.
Cr¨ªtico con el renacido historicismo espa?olista, sab¨ªa de la importancia de construir, desde Catalu?a, una visi¨®n alternativa (su ¨²ltimo libro, dedicado a 1714, se llama precisamente "la alternativa catalana", en afortunada expresi¨®n que le fue sugerida por Josep Fontana) a la que, con muchos m¨¢s medios y con mayor soporte institucional y medi¨¢tico, se est¨¢ cociendo en Madrid. Por ello, nos alent¨® desde L'Aven? a ocuparnos de una cuesti¨®n como la guerra de Sucesi¨®n (cuyo bicentenario, nos dec¨ªa, durar¨¢ hasta el 2015), desde el convencimiento que, en palabras de Vicens Vives que le gustaba repetir, ese conflicto se hallaba en la m¨¦dula del Estado espa?ol contempor¨¢neo. En el n¨²mero de diciembre aparecer¨¢ justamente uno de sus ¨²ltimos, sino el ¨²ltimo, de sus escritos al respecto.
Aunque reservado en lo que respecta a su vida privada, sab¨ªamos que hab¨ªa reconstruido una felicidad conyugal con Montserrat Lamarca, de cuyo hijo se ocupaba como si fuera el suyo propio. Cuando termino de escribir estas l¨ªneas, no puedo, a¨²n sin conocerles, dejar de pensar en ellos. Y de pensar que la terrible irracionalidad de unos asesinos nos ha dejado a todos m¨¢s hu¨¦rfanos: hu¨¦rfanos de un pensamiento libre.
Josep M. Mu?oz es director de la revista de historia L'Aven?.
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