Han matado la palabra, el paisaje
Han matado al hombre, al paisaje. Con estas desgarradoras palabras, nuestro buen amigo Ernest Lluch evoc¨® en una ocasi¨®n otro terrible asesinato, perpetrado tambi¨¦n por el gatillo de la sinraz¨®n cobarde. Pero el martes muri¨® algo m¨¢s: la palabra, ese arma poderosa que Ernest sab¨ªa utilizar con la convicci¨®n de los grandes pedagogos. Su talante tranquilo disimulaba una inagotable actividad intelectual, que supo diseminar a trav¨¦s de la c¨¢tedra y la tribuna. Con el verbo sosegado y con su trayectoria vital, segada por la vileza, ha sabido iluminar los principios que gu¨ªan el camino del ciudadano, del dem¨®crata, del hombre de bien.Porque es la palabra iluminada por la raz¨®n la que con su poder movilizador alimenta el progreso y la convivencia entre iguales. Los b¨¢rbaros lo intuyen y por eso tratan de ahogarla en sangre. Compartiendo los reflejos m¨¢s tenebrosos de los peores reg¨ªmenes fascistas, cerraron la c¨¢tedra de Ernest Lluch. Pero su legado ha quedado para siempre entre nosotros. Su fecunda tarea docente e investigadora, su trabajo ministerial al servicio de la salud de los vascos, andaluces, catalanes, c¨¢ntabros..., y su contribuci¨®n permanente al debate de ideas s¨®lo pueden entenderse desde la perspectiva de un hombre que buscaba con todas sus fuerzas el bien com¨²n. ?C¨®mo van a acabar los violentos con un legado que hoy es compartido por los millares de alumnos que han pasado por sus aulas y por quienes tuvimos la inmensa fortuna de leerle y escucharle? ?Nos van a matar a todos?
Algunos atesoramos adem¨¢s el recuerdo de su conversaci¨®n estimulante, que se paseaba con la misma soltura por la partitura de una sonata, las p¨¢ginas de un ensayo o el c¨¦sped de un campo de f¨²tbol. Su presencia al frente de la UIMP no s¨®lo marc¨® un punto de inflexi¨®n en el caminar de aquella instituci¨®n. Tambi¨¦n dej¨® una huella indeleble en esta tierra, hambrienta de conocimiento y progreso. Su capacidad intelectual, su gesti¨®n eficaz y un personal¨ªsimo talante de apertura y acogida contribuyeron a convertir el Palacio de La Magdalena en un elemento vivificador del debate de ideas. La Universidad de Cantabria comparte ese ideario, y en su desarrollo encontr¨® en el maestro, en el amigo Ernest Lluch, un ejemplo insustituible.
Al paisaje de la Universidad de Cantabria hoy le falta luz. Pero ma?ana volver¨¢ a trabajar para proyectarla a su alrededor con m¨¢s fuerza si cabe. El legado de Ernest seguir¨¢ transmiti¨¦ndose en nuestras aulas y quedar¨¢ para siempre protegido en nuestras bibliotecas.
Jaime Vinuesa Tejedor es rector de la Universidad de Cantabria.
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