La eterna canci¨®n del agua
De todos los bautismos que han recibido los pueblos de Madrid, ninguno tan misterioso y sugeridor como el de Canencia. Hay quienes dicen que viene de can, presuponiendo que fue sede de perreras para las monter¨ªas de los reyes medievales. Y otros que de canecer, por la blancura invernal de sus montes. Pero no habiendo documento que pruebe la existencia de las tales perreras, ni m¨¢s ni menos nieve aqu¨ª que en el resto de la sierra, debemos concederle a Canencia el beneficio de una etimolog¨ªa mucho m¨¢s bella.La presumible presencia de colonos romanos en el valle del Lozoya, m¨¢s la notoria riqueza de Canencia en aguas cantarinas, nos llevan al mito de Canente: diosecilla del canto, natural del Lacio, que era la amante feliz de Pico, rey de los laurentes, hasta que la celosa Circe convirti¨® a ¨¦ste en p¨¢jaro, vi¨¦ndose entonces obligada nuestra ninfa a buscarlo por todos los sotos y los r¨ªos de su tierra, incluido el T¨ªber, donde, a diferencia del cisne, que no canta y menos antes de morir, trin¨® exhausta y se disolvi¨® como agua en el agua.
Bautizar una villa serrana en honor de una ninfa canora no es m¨¢s raro que ponerle a una calle de Legan¨¦s el nombre de un grupo heavy. En una legua a la redonda del pueblo cantan nada menos que 18 fuentes y otros tantos regatos que nutren el arroyo de Canencia antes de darse al Lozoya bajo el puente medieval de Matafrailes. Canencia es tambi¨¦n la cadencia (del lat¨ªn cadere, caer) de sus dos cascadas, todo un r¨¦cord en una regi¨®n, la madrile?a, que s¨®lo posee ocho saltos dignos de consideraci¨®n. Una es la famosa chorrera de Mojonavalle, junto al puerto de Canencia, y otra, apenas conocida, la de Rovellanos, en la umbr¨ªa de Cabeza de la Bra?a.
En busca de esta cadenciosa y casi secreta maravilla, saldremos caminando de Canencia por la calle de los Toriles, para ascender a continuaci¨®n por una ancha pista de tierra que se adentra en la urbanizaci¨®n-fantasma Arroyo Real, donde una gr¨²a herrumbrosa y un bosquete de pinos, p¨ªceas y ariz¨®nicas ocupan unos terrenos parcelados hace 20 a?os y que nunca llegaron a edificarse, a Dios gracias. Muy pronto distinguiremos, all¨¢ abajo, a manderecha, el molino del Morote -que otros llaman, para variar, del Gollote-, encajonado entre el arroyo Ortigal y la falda pelada de Cabeza de la Bra?a. Y a la media hora de andar, siempre en suave subida, llegaremos a la altura de la presa del Bat¨¢n, donde se juntan las aguas del arroyo Ortigal, que afluyen desde el Este, y las del Matallana, que lo hacen desde el Sur. No hace falta br¨²jula: la chorrera de Rovellanos, visible ya en lontananza, indica la derrota correcta.
Una vez localizada la cascada, dejaremos la pista, cruzaremos el muro de la presa y empezaremos a remontar el arroyo de Matallana culebreando a media ladera por el empinado roquedal, pues las zarzas no dejan arrimarse a la orilla salvo que se lleve armadura. Y as¨ª, avanzando con tiento, nos plantaremos en otra media hora ante la chorrera de Rovellanos, una hermosa cola de caballo que se derrama sobre un lanchazo de gneis de ocho metros de altura y se recoge en una poza rodeada de sauces y fresnos. Una poza cuyas aguas prometen un delicioso ba?o en verano, pero no as¨ª ahora que, alimentadas por las primeras nieves, cortan como una sierra radial.
El regreso lo haremos por la margen contraria, la derecha, cruzando el regato poco m¨¢s abajo de la cascada y buscando la zona intermedia -menos abrupta y enmara?ada- de esta ladera, para luego perder r¨¢pidamente altura hasta la presa siguiendo una rectil¨ªnea cerca de piedra. La praderita que tapiza el horcajo de los arroyos Ortigal y de Matallana es un lugar que ni pintado para amodorrarse escuchando el canto vario y melodioso de la curruca capirotada, el agudo s¨ª del p¨¢jaro mosc¨®n, el siseo de la lavandera blanca y el aflautado pitelol¨ªo de la orop¨¦ndola, aladas ninfas que contrapuntean, en estos sotos de Canencia, la eterna canci¨®n del agua.
Un pase¨ªto de dos horas
- D¨®nde. Canencia dista 83 kil¨®metros de Madrid y tiene su mejor acceso por la carretera de Burgos (N-I), desvi¨¢ndose pasado Lozoyuela por la M-604 (direcci¨®n Lozoya) y luego a la izquierda por la M-629. Hay autobuses de la empresa Continental Auto que salen del intercambiador de plaza de Castilla (tel¨¦fono 91 314 57 55). - Cu¨¢ndo. Pase¨ªto de cuatro kil¨®metros -ida y vuelta- y unas dos horas de duraci¨®n total, con un desnivel acumulado de 220 metros y una dificultad baja, que s¨®lo presenta cierta complicaci¨®n al subir por la empinada margen rocosa del arroyo. Oto?o y primavera son las ¨¦pocas de m¨¢s caudal y las mejores para visitar la cascada.
- Qui¨¦n. El Ayuntamiento de Canencia (tel¨¦fono 91 886 74 34) informa sobre ¨¦sta y otras rutas, y adem¨¢s gestiona los alojamientos rurales Las Eras, cuatro casas con sal¨®n, cocina, chimenea y capacidad para cuatro personas, que cuestan cada una 16.000 pesetas el fin de semana completo.
- Y qu¨¦ m¨¢s. La chorrera de Rovellanos figura en el mapa excur-sionista Sierra Norte, a escala 1:50.000, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; tel. 91 534 32 57). En su defecto, puede ut¨ªlizarse la hoja 19-19 (Buitrago del Lozoya) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito o la equivalente (484) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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