Tic
Tengo un amigo que le va a regalar a su sobrino un profesor particular para su cumplea?os. El ni?o, explica mi amigo, hace seis a?os y todav¨ªa no sabe leer. Yo le digo que con las nuevas teor¨ªas pedag¨®gicas en la mano el analfabetismo infantil no es alarmante; pero mi amigo, que aprendi¨® a leer a los cuatro a?os, no sabe si maravillarse m¨¢s del absoluto desinter¨¦s que siente su sobrino por las letras o de la tranquilidad con que padres y maestros explican la situaci¨®n apelando a los diferentes procesos madurativos de cada ni?o. El cerebro del sobrino, y el de otros muchos compa?eros, no est¨¢ lo suficientemente formado como para aprender el abecedario, aunque s¨ª para entender la compleja sintaxis de los dibujos animados que devora. No me extra?a, dice mi amigo, que cuando no tenga m¨¢s remedio que aprender las letras y haya de enfrentarse a la sintaxis compleja, prefiera cerrar la cartilla y sumergirse en la otra sintaxis, en la visual, cuyas reglas adquiri¨® antes, y cuyo entendimiento le exige menos esfuerzo y le produce m¨¢s placer. Cuando esto suceda habremos perdido un lector.No s¨¦ de d¨®nde viene ese temor de las nuevas pedagog¨ªas por la lectura temprana. No se trata de hacer una defensa de la vieja y autoritaria escuela, aunque hayamos perdido, al rechazarla sin matices, t¨¦cnicas pedag¨®gicas interesantes. No se trata de que los ni?os hayan le¨ªdo a los doce a?os, como Goethe, toda la literatura universal, pero s¨ª que desde muy temprano se vayan familiarizando con el alfabeto, vayan relacionando significantes y significados, y hayan adquirido a los cuatro a?os la disposici¨®n para leer y las habilidades para hacerlo. ?Qu¨¦ trauma temen provocar los enemigos de la lectura temprana, qu¨¦ himen no desean romper que no se haya quebrado ya cuando ense?amos a no hacerse pis en la cama, a compartir los juguetes o a comer con los cubiertos? Esta pretendida defensa de la inocencia y de la integridad natural del ni?o me parece falsa y perversa. Falsa porque cualquier proceso educativo implica un cierto grado de violencia a los instintos y de represi¨®n de los mismos. Perversa porque provoca precisamente el efecto que pretende evitar, al convertir la lectura, con estos reparos a su ense?anza temprana, en una actividad antinatural e intelectualmente violenta, que conviene no forzar para no pervertir la formaci¨®n del tierno infante.
Dos profesores del Departamento de Psicolog¨ªa Evolutiva de la Universidad de M¨¢laga est¨¢n desarrollando un programa de aprendizaje para adelantar la edad de lectura a los cuatro a?os. Ojal¨¢ que esta iniciativa suponga una rectificaci¨®n de esta tendencia a no imponer la lectura a edad temprana, a considerar que cada ni?o tiene un sagrado ritmo de aprendizaje que conviene no violentar. Muchas v¨ªctimas de esta idea tan nociva est¨¢n llegando a la universidad. Traen sus ritmos de aprendizaje inmaculados; pero muchas de ellas arrastran tambi¨¦n penosas dificultades no ya para entender lo que leen, sino para entender la simple subordinaci¨®n sint¨¢ctica cuando la emplea el profesor; escriben como hablan, hablan mal y al escribir cometen desazonantes faltas de ortograf¨ªa. ?ste es, como dec¨ªa una de ellas, el tic de la cuesti¨®n.
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