CR?NICAS El marido de Mercedes
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez entr¨® el otro d¨ªa en la sala donde se celebraba el Foro Iberoam¨¦rica que reuni¨® en M¨¦xico a intelectuales, pol¨ªticos y empresarios de Espa?a y de Am¨¦rica y se encontr¨® con que los periodistas quer¨ªan hablar con ¨¦l m¨¢s que con el presidente Fox; aunque suele ser evasivo con los de su raza, porque dice que ya s¨®lo habla en los libros, y aunque los periodistas le acosaron como si estuvieran ante la reaparici¨®n de una ins¨®lita estrella del rock, Gabo les atendi¨® gustoso, con una sonrisa que era tambi¨¦n un parte m¨¦dico: est¨¢ bien; es m¨¢s, est¨¢ muy bien; escribe, claro que escribe, est¨¢ corrigiendo, con la voluntad con que siempre ha escrito, novecientas p¨¢ginas de memorias... Y con esas declaraciones que m¨¢s que en su voz estaban en su rostro, el premio Nobel que durante dos a?os luch¨® contra una enfermedad dif¨ªcil a la que ahora ha vencido, se adentr¨® en las profundidades de aquella reuni¨®n solemne que quiere ser la primera para juntar en un prop¨®sito cultural y de desarrollo ¨ªntegro el trabajo com¨²n de Iberoam¨¦rica. Ya en ese encuentro, todos ten¨ªan que someterse al protocolo que les obligaba a decir sus nombres propios, y en el instante en que a ¨¦l le tocaba, Gabo explic¨®:-Yo soy el marido de Mercedes.
El hijo del telegrafista de Aracataca, el autor de Cien a?os de soledad, el escritor que le deb¨ªa al carnicero de la esquina, es, sobre todo, el marido de Mercedes. Casi todos le llaman Gabo, siempre fue G. Garc¨ªa M¨¢rquez para el periodismo o para la literatura, pero es tan t¨ªmido, como Rulfo o como Onetti, que trabaj¨® dur¨® toda su vida para esconderse y, tambi¨¦n, para parecer otro, para ser recibido como un alias. Hasta en su casa de Barcelona, en los a?os setenta, no te recib¨ªa su voz, sino la de un objeto mec¨¢nico que se re¨ªa para que t¨² entraras tambi¨¦n riendo en su casa. Ahora ¨¦l r¨ªe, y su mujer, Mercedes Barcha, sonr¨ªe tambi¨¦n, tras un tiempo en que hacerlo era tan dif¨ªcil como sobrevivir; lo que queda en el rostro despu¨¦s de una tremenda batalla es una satisfacci¨®n ¨ªntima, la expresi¨®n de que se cruz¨® un puente y eso no hace falta decirlo, lo ves en los ojos de los que han sufrido juntos un combate que no ha sido interminable. Acaso por eso la presentaci¨®n de Gabo -"Yo soy el marido de Mercedes"- es, ahora, m¨¢s que una constataci¨®n, una autobiograf¨ªa.
Por la noche estaban juntos en una cena de despedida al presidente Ernesto Zedillo; todos quer¨ªan abrazarle, y en algunas expresiones que escuch¨¦ por encima de otras voces la satisfacci¨®n por verle reaparecer tan plet¨®rico superaba las expresiones habituales de la buena educaci¨®n en las ocasiones sociales; luego sentaron a Gabo y a Mercedes en la mesa principal del acontecimiento, y en medio del fr¨ªo nocturno del castillo de Chapultepec seguro que ¨¦l fue la presencia m¨¢s visible, con su pelo negro, algo m¨¢s flaco, pero firme y risue?o, bromeando con su amigo Carlos Fuentes de un lado al otro de la mesa por algo que dijo en su discurso el uruguayo Sanguinetti sobre las turbulentas historias de M¨¦xico y de Am¨¦rica Latina: "Gracias a eso escribimos novelas", le grit¨® Gabo al autor de Los a?os con Laura D¨ªaz...
Hab¨ªa reaparecido otras veces; los periodistas registraron su presencia en el rodaje de El tiempo de las mariposas, de Mariano Barroso, como el primer certificado de su salud; en Guadalajara (M¨¦xico), cuando se inaugur¨® la Feria del Libro, no hubo nadie que no quisiera tocarlo, asisti¨® a almuerzos y a cenas, se someti¨® a brindis y a conferencias, y siempre luci¨® esa sonrisa que se le vio en el Foro Iberoam¨¦rica cuando se present¨® como lo que es:
-Yo soy el marido de Mercedes.
Ahora imagino que lo que quiere Garc¨ªa M¨¢rquez es que ya no se publique ni una l¨ªnea m¨¢s sobre el hecho personal, ¨ªntimo y pasado de que una vez estuvo muy enfermo.
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