M¨¦xico: el cambio y las inercias
Hay un aire fresco, qu¨¦ duda cabe, en la vida p¨²blica mexicana. El nuevo presidente Vicente Fox habla en estos d¨ªas con entusiasmo de debutante sobre la gran energ¨ªa que el cambio pol¨ªtico "liberar¨¢" en el pa¨ªs. Se respira en el aire, efectivamente, una gran expectaci¨®n. La magia del cambio lo impregna todo. La prensa, habitualmente cr¨ªtica del Gobierno, no encuentra d¨®nde hacer blanco. Luego de muchos a?os de latiguear al dinosaurio pri¨ªsta, no sabe d¨®nde est¨¢ su siguiente villano. Las encuestas se?alan que la gente espera mucho de Fox, al mismo tiempo que no exige resultados inmediatos. El presidente Fox parece menos dispuesto a esperar y multiplica las esperanzas prometiendo grandes logros. Es la fiesta de la alternancia. Luego vendr¨¢n las realidades.Fox tendr¨¢ un Gobierno de grandes retos y pobres instrumentos. Los votantes dise?aron un r¨¦gimen pol¨ªtico de presidencia d¨¦bil y mayor¨ªas parlamentarias fr¨¢giles. No le dieron la mayor¨ªa absoluta a Fox como se la hab¨ªan dado a Zedillo en 1994. Tampoco le dieron mayor¨ªa absoluta en el Congreso, ni en la C¨¢mara de diputados ni en la de senadores. El 2 de julio arroj¨® un presidente m¨¢s d¨¦bil ante el Congreso que el que hab¨ªa.
Se abre para M¨¦xico un escenario de divisi¨®n de poderes y negociaci¨®n pol¨ªtica. El mandato de los electores para todas las fuerzas pol¨ªticas es que ninguna pueda gobernar sin las otras. Todas quedan obligadas a negociar, especialmente las que est¨¢n en el Gobierno, y todas tienen alg¨²n pie en el Gobierno (el PRI gobierna en veinti¨²n estados, el PRD en otros dos, m¨¢s la Ciudad de M¨¦xico). El primer trabajo de Fox ser¨¢ construir una alianza estable en un Congreso donde el PRI y el PRD, los partidos perdedores, tienen m¨¢s del 50% de los esca?os.
Siendo un sistema presidencialista, M¨¦xico va a funcionar en los a?os que vienen con la l¨®gica de un r¨¦gimen parlamentario. No est¨¢ claro que los pol¨ªticos profesionales y sus partidos asumir¨¢n constructivamente la nueva situaci¨®n. Los pol¨ªticos carecen de un c¨®digo para ponerse de acuerdo. Lo est¨¢n construyendo en el camino. Durante los a?os del tr¨¢nsito democr¨¢tico denostaron en p¨²blico la negociaci¨®n, aunque la practicaran en privado, y no han construido nuevos modales.
Por su parte, los partidos pol¨ªticos deben cambiar de piel. Deben volverse, en gran parte, lo contrario de lo que han sido. El PAN, eterno partido de oposici¨®n, debe aprender a ser partido en el Gobierno. El PRI, eterno partido en el Gobierno, debe aprender a ser partido de oposici¨®n. El PRI, adem¨¢s, perdi¨® al patrono y al verdugo que lo vertebraba: el presidente de la rep¨²blica. Debe resolver sus disputas internas sin mandatos de lo alto, pero no tiene reglas aceptadas para ello. El PRD, heredero de una izquierda revolucionaria y populista, debe volverse un partido moderno de izquierda.
La herencia burocr¨¢tica por desmontar es tambi¨¦n ardua. Frente a cada iniciativa de reforma importante -en la educaci¨®n, en la energ¨ªa, en la salud, en las relaciones laborales-el nuevo Gobierno encontrar¨¢ la resistencia de los grandes sindicatos del antiguo Estado, grandes "m¨¢quinas de impedir", como las llama el fil¨®sofo argentino Santiago Kovadloff. Por otra parte, el Gobierno de Fox habla de un nuevo federalismo con ampliaci¨®n decisiva de facultades a los gobiernos locales. Pero los gobiernos locales son parte de las debilidades m¨¢s que de las fortalezas de M¨¦xico. Salvo excepci¨®n, tienen pobres resultados p¨²blicos. Por ejemplo, el 95% de los cr¨ªmenes que no se castigan en M¨¦xico son del fuero com¨²n, responsabilidad de autoridades locales.
Acabar con las cadenas de corrupci¨®n que recorren el aparato estatal es un clamor ciudadano. Pero se trata de una realidad m¨¢s f¨¢cil de denunciar que de corregir, y el nuevo Gobierno pagar¨¢ altos precios en credibilidad si no ofrece resultados en la materia.
A estas urgencias de coyuntura se a?aden las inercias viejas. Los grandes problemas de M¨¦xico siguen ah¨ª, intocados y algunos empeorados: la desigualdad, la ilegalidad, la inseguridad p¨²blica, la penuria fiscal del Gobierno, la presi¨®n demogr¨¢fica. Dos rasgos tienen en com¨²n estas dolencias: son viejas y son cr¨®nicas. Persisten en el tiempo y tienden a reproducirse, no a resolverse. Es ilusorio pensar que se arreglar¨¢n pronto. Ni el m¨¢s eficiente de los gobiernos podr¨¢ revertirlas con rapidez, entre otras cosas porque las tienen que resolver tambi¨¦n los ciudadanos. Ning¨²n Gobierno podr¨¢ revertir la desigualdad si su sociedad no crea la riqueza necesaria para ello. Ning¨²n Gobierno podr¨¢ obligar a nadie a cumplir la ley si los ciudadanos no la cumplen voluntariamente. La crisis fiscal del Estado (recauda nada m¨¢s que el 11% del producto interno) s¨®lo podr¨¢ resolverse con ciudadanos dispuestos a pagar impuestos
Es en el orden de los compromisos ciudadanos con el nuevo r¨¦gimen donde Fox encontrar¨¢ las inercias menos tangibles pero m¨¢s dif¨ªciles de superar. El compromiso de la ciudadan¨ªa mexicana con la legalidad es bajo. Tiene tendencia a ver las leyes como un espacio de negociaci¨®n o como un horizonte de anhelos nacionales, antes que como un marco de obligaciones espec¨ªficas que hay que cumplir.
La ciudadan¨ªa mexicana quiere un Estado eficiente que cumpla con una enorme cantidad de compromisos p¨²blicos, pero no est¨¢ dispuesta a pagar en impuestos lo que espera que su Gobierno le devuelva en servicios. Tiene suspendido el v¨ªnculo democr¨¢tico fundamental que hay entre pagar impuestos y exigir cuentas claras al Gobierno. Exige pero no paga y paga sin exigir. En la cultura pol¨ªtica de M¨¦xico tiene perfiles difusos el pacto de reciprocidad fundador de la ciudadan¨ªa democr¨¢tica, el pacto entre impuestos y representaci¨®n pol¨ªtica, entre el Gobierno que administra recursos p¨²blicos y el ciudadano que los aporta y vigila su rendimiento.
En nada contribuye a esa reciprocidad la larga tradici¨®n del populismo estatal que ha dejado huella profunda en la sociedad, inclinando sus h¨¢bitos de relaci¨®n con el Gobierno hacia a una actitud peticionaria. En las eras del PRI, el Gobierno dio tierras, dio casas, dio concesiones, dio fortunas. Acostumbr¨® a su sociedad a pedir y a sus funcionarios a dar, medrando mientras daban. El Gobierno estableci¨® una idea de lo p¨²blico donde nada costaba y nadie rend¨ªa cuentas, las finanzas del Gobierno eran un bien de nadie venido de ninguna parte, nadie ten¨ªa que cuidarlo, todos pod¨ªan meterle mano cuando les tocaba administrarlo o exigir su tajada si estaban del otro lado del mostrador.
Desde el punto de vista de la memoria hist¨®rica, la ciudadan¨ªa mexicana tiene una cabeza vigorosa llena de fantas¨ªas que ayudan poco a la construcci¨®n de una cultura democr¨¢tica. Nuestra ense?anza de la historia tiende a glorificar la rebeli¨®n, m¨¢s que la negociaci¨®n, y la violencia m¨¢s que la pol¨ªtica como representaci¨®n de intereses diversos,
esencia de la mec¨¢nica democr¨¢tica.
En la memoria hist¨®rica mexicana hay demasiados monumentos para los h¨¦roes derrotados y pocos para los triunfadores, lo cual introduce en el ¨¢nimo nacional cierta ambig¨¹edad frente a los logros y cierta proclividad masoquista, pero glorificante, ante la derrota. Nuestra ense?anza de la historia patria alimenta la idea de un pueblo ca¨ªdo, sometido, v¨ªctima de sus triunfadores, no la idea de un pueblo libre que encumbra a quien lo merece. Los sentimientos p¨²blicos que fluyen de esa pedagog¨ªa no son los de la competencia democr¨¢tica abierta, sino una mezcla de resentimiento y victimismo.
El retrato final acaso sea el de una sociedad cuyas costumbres y creencias est¨¢n por debajo de la vida democr¨¢tica moderna que debe construir. Esa sociedad ha democratizado su sistema electoral, pero no sus valores y su cultura c¨ªvica. Era demasiado moderna para vivir en el molde de PRI. No es suficientemente moderna para construir una democracia estable.
El reto hist¨®rico del Gobierno de Fox es incluir a esa ciudadan¨ªa nonata en su proyecto, convencerla y reformarla, volverla parte activa de un nuevo estilo de transparencia y responsabilidad democr¨¢ticas. Si logra convencer al pa¨ªs de ese nuevo estilo, transformar la euforia temporal de la alternancia en un compromiso ciudadano rutinario, podr¨¢ vencer las inercias e inclinar la balanza a favor del gran cambio que prometi¨® y que la gente espera de ¨¦l.
Aun as¨ª, las cosas ir¨¢n despacio, menos espectacularmente que los acontecimientos de este a?o. Gradualismo es el m¨¦todo y prudencia la palabra que debe aprender el M¨¦xico de la alternancia. El Gobierno debe dejar de prometer soluciones nunca vistas. La ciudadan¨ªa debe entender que las carencias del pa¨ªs son enormes y que ning¨²n Gobierno las resolver¨¢ del todo, ni en quince minutos como prometi¨® Fox arreglar el conflicto de Chiapas, ni en los seis a?os que debe durar su Gobierno.
H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn es escritor mexicano.
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