La eficacia de la Uni¨®n Europea depende del ¨¦xito de la reforma de Niza
La limitaci¨®n del veto es la medida m¨¢s necesaria para evitar la par¨¢lisis de la ampliaci¨®n
Las discrepancias demogr¨¢ficas franco-alemanas, las exigencias espa?olas de estar en primera l¨ªnea, la obsesi¨®n de los peque?os pa¨ªses por tener siempre un comisario, el apego al derecho de veto... Todas estas querellas empiezan a ocultar el verdadero objetivo de la reforma del Tratado de Amsterdam: adaptar las instituciones de la Uni¨®n Europea (UE) a la ampliaci¨®n. El trascendental Consejo Europeo de esta semana en Niza deber¨ªa servir para facilitar los trabajos de la Uni¨®n cuando a los 15 socios actuales se les unan muchos de los 12 pa¨ªses que est¨¢n ya negociando su adhesi¨®n.
Acuerdo intermedio
La guerra del voto y la batalla de la Comisi¨®n est¨¢n tapando el que para muchos deber¨ªa ser el camino para conseguir ese objetivo: reducir el veto a la m¨ªnima expresi¨®n. "El derecho de veto es un obst¨¢culo para la Uni¨®n, para su eficacia; lo es hoy y lo ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s ma?ana", advierte desde hace semanas el presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi. "Cuando seamos 30 pa¨ªses en la UE, el ejercicio del veto se traducir¨¢ en una debilidad colectiva. No s¨®lo Espa?a podr¨ªa vetar, Estonia tambi¨¦n. ?Qu¨¦ pasar¨ªa entonces? No avanzar¨ªamos, porque cualquier pa¨ªs podr¨ªa bloquear a los dem¨¢s", clama el comisario Michel Barnier, responsable de los asuntos relacionados con la reforma de los tratados.Los defensores de limitar el derecho de veto sostienen que ¨¦ste ten¨ªa sentido en la Europa de los seis, en 1957, pero no en la Europa que superar¨¢ la fractura del Este en el siglo XXI, con m¨¢s de 30 socios, incluyendo alg¨²n d¨ªa a las ex rep¨²blicas yugoslavas.
Pese a esos llamamientos, rayanos en el idealismo, el derecho de veto seguir¨¢ existiendo despu¨¦s de Niza. Ni la presidencia portuguesa, al abrir la reforma a principios de a?o, ni luego la francesa, encargada de cerrarla, han hecho caso de los consejos de la Comisi¨®n Europea de reducir a una corta lista los asuntos en los que se deber¨ªa mantener el veto: el ingreso de nuevos socios, los nombramientos, los asuntos constitucionales.
Los trabajos de la reforma han llevado la l¨ªnea contraria: un listado de 70 propuestas para sustituir el veto por la mayor¨ªa cualificada. Eso ha facilitado el objetivo de muchos pa¨ªses de retirar de esa lista aquellos asuntos en los que quieren mantener el veto, desde la pol¨ªtica social y fiscal (Reino Unido), la inmigraci¨®n y el asilo (Alemania), los fondos estructurales (Espa?a), la defensa (Suecia), el comercio con pa¨ªses terceros (Francia), etc¨¦tera.
La ampliaci¨®n genera otros problemas, m¨¢s all¨¢ del veto: el tama?o de la Comisi¨®n, el reparto de votos en el Consejo de Ministros, las llamadas cooperaciones reforzadas. Si la mayor¨ªa cualificada quiere aplicarse en las pol¨ªticas de las que ya se ocupa la Uni¨®n ahora, las cooperaciones reforzadas buscan ir m¨¢s all¨¢ de manera que s¨®lo los m¨¢s integracionistas viajen en ese tren. Es un mecanismo que ya existe pero que los m¨¢s europe¨ªstas quieren facilitar eliminando el derecho de veto y reduciendo a ocho el m¨ªnimo de pa¨ªses participantes. Pero hay que garantizar que aunque eso acabe generando una Europa a dos velocidades, los que quieran sumarse a medio camino puedan hacerlo.
El tama?o de la Comisi¨®n es una pol¨¦mica ¨¢rida. Unos sostienen que deber¨ªa estar compuesta por muy pocos comisarios para lograr m¨¢s eficacia en la gesti¨®n. Otros defienden que eso puede debilitar pol¨ªticamente a la m¨¢s original de las instituciones comunitarias y convertirla en un ¨®rgano burocr¨¢tico lacayo de los Estados. Los pa¨ªses m¨¢s peque?os reniegan de perder los beneficios de tener un comisario, un derecho que consideran esencial porque les permite estar al corriente de lo que prepara la Comisi¨®n y que ¨¦sta tenga en cuenta las particularidades de cada pa¨ªs.
En Niza puede haber un acuerdo intermedio: un l¨ªmite de 27 comisarios (uno por cada uno de los 15 pa¨ªses actuales y los 12 que negocian la adhesi¨®n), que luego se recortar¨ªa con la condici¨®n de que todo pa¨ªs reci¨¦n adherido tenga un comisario y de que la rotaci¨®n entre pa¨ªses trate igual a grandes y peque?os.El problema de los votos en el Consejo tambi¨¦n enfrenta a grandes y a peque?os. ?stos aceptan dar m¨¢s votos a los grandes como compensaci¨®n por perder al menos uno de los dos comisarios que ahora tiene cada pa¨ªs grande (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Espa?a). Pero rechazan el argumento de que esa compensaci¨®n debe ser profunda para reflejar mucho mejor que ahora las diferencias de poblaci¨®n y recuperar el equilibrio que hubo en el pasado y que se ha ido perdiendo a favor de los peque?os a medida que ¨¦stos se hac¨ªan predominantes con las sucesivas ampliaciones. Un problema que se har¨¢ a¨²n mayor con la pr¨®xima ampliaci¨®n, en la que s¨®lo hay un candidato grande (Polonia), uno mediano (Rumania) y 10 peque?os o muy peque?os (Hungr¨ªa, Bulgaria, Rep¨²blica Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta).
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