La serenidad de un asesinado ANTTON KARRERA AGIRREBARRENA
La apertura de ideas y la b¨²squeda de soluciones sin falsos tab¨²es es, a juicio del autor, la gran aportaci¨®n pol¨ªtica de Lluch.
S¨®lo la personalidad de este catal¨¢n puede explicar que su asesinato no haya centrado el debate en torno a los aspectos m¨¢s emotivos de la noticia, sino que, por el contrario, se haya hecho hincapi¨¦ desde un principio en el talante pol¨ªtico y la talla intelectual de alguien que era, desde luego, mucho m¨¢s que un ex ministro de Sanidad o un buen amigo del Pa¨ªs Vasco, adem¨¢s de una excelente persona.Ernest Lluch quiz¨¢s pasara desapercibido para ese p¨²blico al que se ha acostumbrado a la palabra gruesa, la descalificaci¨®n gratuita o la grandilocuencia demag¨®gica de gobernantes que han demonizado al di¨¢logo, al pacto y, por tanto, al mismo juego democr¨¢tico; y ello en aras de la democracia y de la libertad. Pero nunca pas¨® desapercibido para quienes siempre hemos demandado al socialismo vasco el talante que hist¨®ricamente han mostrado sus compa?eros catalanes. Porque Ernest Lluch, al contrario de la histeria a la que nos han acostumbrado por estos pagos, hab¨ªa hecho del debate sereno, del contraste y del libre y civilizado intercambio de opiniones su raz¨®n de ser y pensar, de pensarse a s¨ª mismo como sujeto en constante interrelaci¨®n con sus semejantes. Pensar, contrastar e indagar siempre a la b¨²squeda de ideas capaces de aportar soluciones. Lo que se dice un pol¨ªtico.
No hace falta coincidir con Lluch para estar de acuerdo con ¨¦l, porque los vascos, aparte de manifestaciones de apoyo, necesitamos de gentes que, desde sus leg¨ªtimas ideas y aspiraciones, y desde el respeto a las nuestras, nos aporten en la b¨²squeda de la soluci¨®n democr¨¢tica de un problema que arrastramos desde hace demasiado tiempo. Lo mismo que nos ha aportado el di¨¢logo en torno al conflicto irland¨¦s, al surafricano o al palestino, tan distintos todos entre s¨ª.
Nadie, ni desde una perspectiva abiertamente independentista, ni siquiera cerrilmente aislacionista, podr¨ªa acusar a Lluch de injerencia en los asuntos vascos, porque lo que el inteligente profesor elabora no es tanto una receta m¨¢gica y simplificada, sino que intenta mostrarnos una lista de ingredientes que debi¨¦ramos saber combinar en acertadas dosis para destilar el preciado elixir de la paz y de la normalizaci¨®n pol¨ªtica.
Y ah¨ª Lluch es un heterodoxo que no rechaza ning¨²n ingrediente; desde luego, ni la Constituci¨®n de 1978, ni el Estatuto de Gernika, ni los derechos hist¨®ricos, ni la enorme capacidad que ¨¦stos representan para realizar un transici¨®n a la vasca, que no tiene que presentarse m¨¢s dif¨ªcil que en su d¨ªa lo fue la propia transici¨®n espa?ola.
Con Lluch no s¨®lo se puede discutir sobre el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n, sino que incluso podr¨ªamos adentrarnos por los escabrosos vericuetos del derecho a la autodeterminaci¨®n de los pueblos (hablo en presente de ¨¦l porque sus aportaciones no pueden eliminarse con la facilidad con que se asesina a un ser humano, lecci¨®n que la misma ETA debiera haber extra¨ªdo de la larga dictadura franquista). La inteligencia carece de tab¨²es o de oportunismos pol¨ªticos, y Lluch va por libre aunque le lluevan las descalificaciones del pensamiento ¨²nico que el Partido Popular hered¨® y elev¨® del PSOE, y al que el socialismo catal¨¢n ha plantado cara, con valent¨ªa y con decisi¨®n, pero, sobre todo, con argumentos y con palabras que, asesinado Lluch, nadie puede ya ocultar.
Es cierto, como se ha publicado, que Lluch regal¨® su ¨²ltimo libro a un dirigente nacionalista de los que estamp¨® su firma en el Pacto de Lizarra. Pero tambi¨¦n es cierto que la dedicatoria del mismo no tiene desperdicio y viene a decir algo as¨ª como: "Por si te puede ayudar en la b¨²squeda de la paz". Qu¨¦ contraste con las "maletas" que el presidente extreme?o, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, sac¨® a pasear durante la campa?a electoral vasca para las auton¨®micas de 1998 al albur del Pacto de Lizarra y de la consiguiente tregua de ETA. Qu¨¦ contraste con unos socialistas vascos que pretendieron disputar el voto al Partido Popular en su mismo terreno, el de la involuci¨®n pol¨ªtica. Qu¨¦ contraste el de este socialismo catal¨¢n y catalanista, abierto a la realidad espa?ola pero atento a lo que son sus propios asuntos y sus particulares visiones desde la periferia de un Estado que a los 25 a?os de la muerte del dictador sigue siendo culturalmente centralista.
?Era Lluch por ello un separatista xen¨®fobo o un pueblerino que no hab¨ªa viajado, o era m¨¢s bien un hombre celoso de lo suyo pero comprometido con lo de los dem¨¢s, en este caso, con nosotros los vascos?
Pues aqu¨ª seguimos echando en falta las voces vasquistas que hubo en el PSE, hasta el punto de que la ¨²nica que nos queda es la del buen amigo de Ernest Lluch y alcalde de San Sebasti¨¢n, Od¨®n Elorza, quien hace unos meses se vi¨® en la obligaci¨®n moral de dimitir de sus cargos en la ejecutiva socialista por su negativa a convertirse en un ap¨¦ndice del PP de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Jaime Mayor Oreja, negativa que ha revalidado en el congreso de los socialistas vascos celebrado los pasados 25 y 26 de noviembre. Un alcalde que, dicho sea de paso, hace apenas unas semanas tuvo que desayunarse con la noticia de que sus posiciones respecto al terrorismo son "ambiguas" por negarse a participar en una manifestaci¨®n de m¨¢s que dudosos objetivos. Y este tipo de vilezas se las ha tenido que o¨ªr incluso a algunos de sus propios compa?eros, esos que le ped¨ªan cuentas y, de paso, se las ped¨ªan a los se?ores Lluch y Maragall porque, al igual que el PP, no soportan que nadie se mueva de la foto de un pensamiento que es ¨²nico y, por tanto, intolerante y excluyente.
En fin, no es cuesti¨®n que haga un paneg¨ªrico de un Elorza con quien tantas veces he discrepado en el Ayuntamiento que preside, pero tampoco voy a olvidar que el mejor homenaje que le podemos tributar hoy a Ernest Lluch es hablar con su misma independencia y apertura de miras cuando de la paz y del futuro se trata.
La misma independencia y heterodoxia que exhibi¨® la periodista Gemma Nierga cuando apostill¨® al comunicado que cerr¨® la manifestaci¨®n de Barcelona con unas palabras en las que ped¨ªa di¨¢logo -s¨®lo eso, di¨¢logo- y por las que se ha visto injustamente vilipendiada. Qu¨¦ enorme torpeza pensar¨¢n algunos, con los r¨¦ditos que le hubiera deparado un simple "a por ellos" gritado al socaire de la m¨¢s que justificada indignaci¨®n general.
De sus asesinos nada he dicho; ¨²nicamente quiero desearles que les toque un juez como aquel que condena a los delincuentes a aprender a leer. Y que lean, que lean mucho a Ernest Lluch hasta concluir que, hoy y aqu¨ª, existen caminos m¨¢s civilizados que el de las pistolas, e incluso m¨¢s cortos, para llegar a soluciones que nos satisfagan a todos..
Antton Karrera Agirrebarrena es coordinador de Ezker Batua-Izquierda Unida en Gipuzkoa.
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