El Madrid abusa del Anderlecht
Los espa?oles aprovechan la ingenuidad de los belgas para doblarles a golpe de regates
Durante un rato, y gracias a la absoluta pobreza demostrada por el Anderlecht, volvi¨® el Madrid de las mil soluciones, el equipo de la abundancia ofensiva. Es decir, la mejor cara de un conjunto que desespera por irregular y contradictorio, por sus pronunciados contrastes. Volvi¨® durante un tiempo al Bernab¨¦u, hasta que su insultante superioridad le hizo fatalmente conformista, y mientras dur¨® result¨® un verdadero placer para la vista.Fue el suyo un ejercicio eficaz y rotundo para ajustarse un resultado de todo punto incontestable, para coser la tranquilidad al trayecto europeo y dejarlo reposar pl¨¢cidamente durante un tiempo, hasta el mes de febrero. Pero sobre todo, la actuaci¨®n del Madrid, el rato que dur¨®, cuando abus¨® del peque?o Anderlecht, fue un gustazo para los ojos, una saludable concesi¨®n para los que disfrutan de los quiebros, los amagues, las paredes y todas esas suertes en peligro de extinci¨®n. Y una humillaci¨®n para el rival, un Anderlecht de medio pelo que caus¨® una pobre impresi¨®n. Un adversario de miniatura impropio de las alturas que se llevan de competici¨®n. Un contrincante al que advert¨ªan problemas como visitante, pero nunca como para firmar una rendici¨®n tan f¨¢cil.
REAL MADRID 4ANDERLECHT 1
Real Madrid: Casillas; Geremi, Hierro (Flavio, m. 64), Karanka, Roberto Carlos; Makelele (Celades, m. 77), Helguera; Figo, Ra¨²l (Savio, m. 56), McManaman; y Morientes.Anderlecht: De Wilde; Doll, De Boeck, Crasson, Dheedene; Vanderhaeghe (Stoica, m. 59); Van Diemen, Hasi (Ilic, m. 62), Goor; Radzinski y Koller. Goles: 1-0. M. 12. Helguera env¨ªa al punto de penalti, Morientes controla, recorta a un defensa y marca de disparo alto con la derecha. 2-0. M. 23. Geremi lanza a Ra¨²l, que es derribado por De Boeck. El correspondiente penalti lo transforma Figo, a la derecha del portero belga. 3-0. M. 44. C¨®rner que saca Figo desde la derecha y Helguera, sin dejar caer la pelota, marca de potente disparo. 4-0. M. 73. Falta al borde del ¨¢rea por derribo sobre Makelele, que transforma Roberto Carlos de tiro raso. 4-1. M. 89. Stoica caracolea fueras del ¨¢rea, se va al centro y marca con un disparo a media altura. ?rbitro: Hugh Dallas (Escocia). Amonest¨® a Karanka y Koller. 54.713 espectadores en el Bernab¨¦u.
Favorecido por la marcada inocencia defensiva del rival, por su poco peso, y enganchado tambi¨¦n al hechizo nost¨¢lgico de la noche, al recuerdo de aquel inolvidable Madrid-Anderlecht del 84 que tan excitado ten¨ªa estos d¨ªas al madridismo, el equipo de ahora, el del a?o 2000, se dej¨® llevar durante sus mejores minutos, en el primer tiempo, por su vena m¨¢s seductora, la que a¨²n conserva en sus maniobras un punto de fantas¨ªa.
Pero al duelo, castigado por la holgura temprana del resultado, le falt¨® tensi¨®n. Y eso rebaja siempre la nota de los encuentros.
M¨¢s all¨¢ de un par de jugadas en los minutos iniciales, esos a los que el Madrid acude ¨²ltimamente con lega?as en los ojos, el Anderlecht no hizo ruido alguno. Una maravillosa combinaci¨®n Koller-Radzinski que termin¨® con un remate del primero, el gigant¨®n, al larguero, y santas pascuas. Lo dem¨¢s fue deslizar un perfil que ni pintado para las intenciones del Madrid. Si buscaba el equipo de Del Bosque una tarde de regates qu¨¦ mejor que una defensa que lo arriesga todo en cada jugada, que va casi siempre al suelo, que no sabe aguantar. Que acude al bal¨®n como un toro a la muleta, a toda pastilla y sin l¨®gica. Y que, claro, en cuanto el adversario le cambia la direcci¨®n al bal¨®n o al cuerpo, pasa de largo.
Interpret¨® muy bien el Madrid los rasgos defensivos del Anderlecht, o se los llev¨® muy estudiados al c¨¦sped. Porque a eso dedic¨® la primera hora, cuando el toque de Koller al larguero le record¨® que el partido ya hab¨ªa empezado. Figo, Morientes, Helguera, Ra¨²l, Roberto Carlos... Durante el primer tiempo, antes de que el Madrid pusiera definitivamente el encuentro a dormir, todos probaron con ¨¦xito e insistencia la aventura de burlar rivales, de hurgar en su ingenuidad defensiva.
Pero puestos a escoger, de la colecci¨®n de exquisiteces que dej¨® la velada en ese tramo inicial, de todos los colores, uno se queda con el primer gol. Primero, porque naci¨® de un pase profundo de Iv¨¢n Helguera, el due?o absoluto del centro del campo durante la noche. Y sobre todo por c¨®mo resolvi¨® el asunto el renacido Morientes: control¨® el bal¨®n con la derecha y fingi¨® el remate con la izquierda; pero lo que hizo fue recortar y mandar de viaje por el suelo a Dheedene, que desde all¨ª contempl¨® los hechos. Luego, otra vez con la derecha, mand¨® el bal¨®n arriba y a De Wilde al c¨¦sped. Fue el 1-0. Sucedi¨® a los 12 minutos. Y desde entonces el choque ya no tuvo historia. O no tuvo m¨¢s que las filigranas por las que de vez en cuando se dej¨® llevar el Madrid. Muchas de ellas en el primer tiempo. Y m¨¢s bien pocas en el segundo, que ya fue un periodo de bostezos.
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