Espa?oles en Par¨ªs
La coronaci¨®n de Sergi L¨®pez la semana pasada como mejor actor europeo del a?o tuvo lugar en Par¨ªs en una ceremonia en la que tambi¨¦n intervinieron otros int¨¦rpretes espa?oles como Carmen Maura, Fele Mart¨ªnez o Eduardo Noriega, as¨ª como el director Pedro Almod¨®var. Son s¨®lo algunos nombres de los que empiezan a figurar en la incipiente reconstrucci¨®n de un estrellato europeo. Los ya citados Maura y L¨®pez, al igual que Victoria Abril, llevan tiempo desarrollando su carrera a los dos lados de los Pirineos, sinti¨¦ndose en casa tanto en un pa¨ªs como en otro, c¨®modos en los dos idiomas, admitido su acento del Sur como parte integrante del paisaje franc¨¦s, o sus compa?¨ªas galas como encuentros interesantes para los espectadores espa?oles.Pero hay m¨¢s, pues Ariadna Gil, Liberto Rabal o Juan Echanove tambi¨¦n intentan asomarse a las pantallas de nuestros vecinos. El fen¨®meno es importante. Hasta los a?os cincuenta el cine que se hac¨ªa en Par¨ªs, Madrid, Berl¨ªn o Roma se amortizaba casi siempre a partir del propio mercado interior. La competencia de la televisi¨®n y de otras formas de ocio hizo que proliferara lo que otrora era raro: la coproducci¨®n. De pronto Lea Massari se besaba con Paco Rabal o Bertrand Blier era un cura siciliano que re?¨ªa a los comunistas con igual convicci¨®n que Gina Lollobrigida seduc¨ªa a G¨¦rard Philippe. Italianos y franceses, Cardinale y Bardot, Mastroianni y Delon, Mangano y Belmondo, pero tambi¨¦n Toto y De Funes, jugaron esa carta, fueron actores cuya sola presencia en un reparto era garant¨ªa de filme taquillero en la mayor parte de Europa.
El poder de atracci¨®n de esos apellidos, su dimensi¨®n de estrellato alternativo frente al propuesto por Hollywood, fue tan incuestionable como incuestionable fue el fiasco de una operaci¨®n que quiso equiparar la popularidad de los directores a la de sus actores. Antonioni, Godard, Truffaut, Saura o Herzog deb¨ªan ser el relevo, el cine de autor ocupar el lugar del cine de actor, las ideas el de las emociones.
Hoy en Europa, de cada 100 entradas vendidas, unas 80 son para ver pel¨ªculas estadounidenses. Nuestras grandes inteligencias o bellezas o bien s¨®lo son conocidas por sus compatriotas o bien hablan en ingl¨¦s desde el otro lado del Atl¨¢ntico. El cine europeo pretende con iniciativas como la de unos galardones equiparables a los oscar reconciliarse con su p¨²blico natural, recuperar la confianza de los espectadores, tejer de nuevo esos v¨ªnculos de complicidad entre pantalla y platea.
Maura, Abril y L¨®pez han abierto el camino, pero las suyas son aventuras personales, excepciones. Para que las excepciones sean regla la opini¨®n p¨²blica y el poder pol¨ªtico europeos debieran comprender que el audiovisual es un sector portador de futuro econ¨®mico y cultural.
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