Rencores mezquinos
El indulto a G¨®mez de Lia?o, expulsado de la carrera judicial por un delito continuado de prevaricaci¨®n, en ejecuci¨®n de la pena impuesta por el Tribunal Supremo, ha generado agrias pol¨¦micas en la prensa respecto a la procedencia y alcance de esa medida de gracia. El Gobierno, que todav¨ªa no ha publicado el decreto correspondiente, ha intervenido en la discusi¨®n con despectivas manifestaciones respecto a quienes se oponen a ¨¦l, afirmando, nada menos, que son mezquinos y sirven a rencores ajenos.Ignoramos, desde luego, si ese calificativo, empleado intemperantemente por el propio Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, estaba dirigido a los magistrados del alto tribunal que informaron contra cualquier medida de gracia o s¨®lo a los portavoces de Jueces para la Democracia, los numerosos profesores de derecho constitucional y los editorialistas -entre ellos, los de este peri¨®dico- que han se?alado la improcedencia e imposibilidad jur¨ªdica de que el Gobierno restituya en la carrera judicial a quien ha sido expulsado de ella por sentencia firme.
Los diarios Abc y El Mundo, que, de un tiempo a esta parte, pugnan por el liderazgo en la carrera de adulaciones a La Moncloa, han puesto en marcha una verdadera m¨¢quina de confundir a la opini¨®n p¨²blica para tratar de demostrar lo indemostrable: que el otrora juez G¨®mez de Lia?o nunca fue expulsado de la carrera -contra lo que esos mismos diarios informaron en su d¨ªa-. Naturalmente que lo fue, y es evidente que el Gobierno no respeta la independencia de poderes y se burla de la magistratura, y hasta del sentido com¨²n, tratando de imponer su voluntad en este caso.
Pero, cuestiones jur¨ªdicas aparte, lo que Aznar pretende, ni m¨¢s ni menos, es que los ciudadanos espa?oles puedan volver a ser juzgados por alguien que caus¨® baja como juez, precisamente por ser un delincuente. Y no cualquier delincuente: un juez prevaricador, dispuesto a tomar a sabiendas resoluciones judiciales injustas. Esto suceder¨¢ si el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial no asumen con coherencia sus decisiones pasadas y no defienden con firmeza sus atribuciones constitucionales. Para otro d¨ªa queda la pregunta sobre cu¨¢les son los motivos -razones, como tales, no puede haberlas- de que el Gobierno cometa semejante desafuero, aunque vaya por delante nuestra impresi¨®n de que este Gabinete de la mayor¨ªa absoluta se muestra enormemente receptivo al chantaje y la amenaza de sus bufones medi¨¢ticos y sumamente agradecido a la obediencia al l¨ªder.
Hoy, simplemente, nos queremos referir a la opini¨®n presidencial de que quienes se oponen al indulto sirven al rencor, cuando en realidad defienden la justicia. Donde el rencor se adivina es en la propia actitud prevaricadora de G¨®mez de Lia?o y en quienes le azuzaron para que la tomara. El rencor, precisamente, el resentimiento, la envidia, la venganza y el abuso de poder se manifestaron en la instrucci¨®n del llamado caso Sogecable, con el que se quiso castigar ejemplarmente toda disidencia respecto al mando. No hay rencor en quien demanda justa reparaci¨®n (los querellantes contra Lia?o no presentaron las reclamaciones econ¨®micas pertinentes, a lo que eran animados en la propia sentencia, pese a que sufrieron cuantiosos y cuantificables da?os en su imagen y prestigio, y en la de las empresas que reg¨ªan).
Por lo dem¨¢s, tampoco distinguimos generosidad alguna, sino m¨¢s bien un atropello, en una medida de gracia que pretende vulnerar los principios del Estado de derecho para beneficiar a los leales. Porque, a la postre, ?qu¨¦ ser¨¢ m¨¢s mezquino: tratar de evitar que nadie, nunca m¨¢s, tenga que someterse al juicio prevaricador de este esperp¨¦ntico G¨®mez de Lia?o o imponerlo al tr¨¢gala, desde el poder pol¨ªtico, en los tribunales, a fin de pagar favores prestados? El se?or presidente, que ha estimado oportuno descender a estas simas del lenguaje, tiene la respuesta.
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