La relaci¨®n entre ¨¦tica y salud p¨²blica
Es dif¨ªcil en los d¨ªas que corren no haber o¨ªdo hablar de la enfermedad de las vacas locas y no haberse familiarizado con los esquemas did¨¢cticos que nos muestran los medios de comunicaci¨®n para explicar c¨®mo se ha generado el desastre. Para el consumidor no iniciado resulta simplemente alucinante comprobar que una enfermedad primitivamente de las ovejas, acaba saltando la barrera entre especies, porque un d¨ªa alguien consider¨® que el ganado vacuno pod¨ªa pasar a ser carn¨ªvoro sin mayores problemas. Como casi siempre, el motivo hay que buscarlo en el beneficio econ¨®mico derivado de hallar una utilidad altamente rentable a los residuos de los animales sacrificados para carne y evitar, de paso, un costoso sistema para deshacerse de los mismos.En principio todo parec¨ªa m¨¢s o menos controlado y poco importaba la aberraci¨®n ecol¨®gica de que nuestras vacas se acabasen comiendo trituradas a sus anta?o compa?eras de pastos, si con ello se abarataban costes. Sin embargo, los primeros casos de encefalopat¨ªa espongiforme bovina aparecidos en el Reino Unido y luego en otros pa¨ªses, su vinculaci¨®n posterior a casos de la enfermedad de Creutzfeldt Jakob en la especie humana, y la inexorabilidad de la ley de Murphy ("Todo lo que puede suceder, acaba sucediendo"), nos han mostrado una realidad ya incontrovertible: las enfermedades por priones pasan de una especie a otra, incluyendo al hombre, y adem¨¢s lo pueden hacer por v¨ªa digestiva. La verdad es que la sorpresa por esta v¨ªa de transmisi¨®n es tan s¨®lo relativa, pues desde hace d¨¦cadas se conoce el caso del "kuru", una enfermedad neurol¨®gica humana parecida a las que nos ocupan, que se daba en los nativos de Nueva Guinea asociada a pr¨¢cticas rituales con el cerebro de los familiares fallecidos (entre las que aparentemente se inclu¨ªa el canibalismo), y que desapareci¨® al erradicarse estas costumbres en los a?os cincuenta.
Las consecuencias de todo lo que ahora estamos viviendo son dif¨ªcilmente predecibles dado el muy prolongado periodo de incubaci¨®n de la enfermedad y el imposible c¨¢lculo de la poblaci¨®n expuesta. La harinas procedentes de los despojos ganaderos se han seguido comercializando y resulta ilusorio pensar que no se siguen alimentando con ellas algunos animales bovinos, tal y como ha reconocido la Administraci¨®n sanitaria alemana (volvamos con el se?or Murphy). Sin embargo, resulta cuando menos curioso que este escenario, digno de las peores pesadillas de cualquier persona con una m¨ªnima sensibilidad ecologista, tenga unos antecedentes m¨¢s limitados, pero igualmente importantes en la transmisi¨®n de la enfermedad de Creutzfeldt Jakob de entre humanos a trav¨¦s de productos biol¨®gicos: extractos de tejidos o implantes de los mismos.
La utilizaci¨®n de la hormona del crecimiento procedente de hip¨®fisis de cad¨¢veres sin los necesarios mecanismos de control y detecci¨®n de enfermedades en los donantes, provoc¨® hace ya bastantes a?os un grave problema entre los pacientes que la recib¨ªan peri¨®dicamente y que s¨®lo se solvent¨® a partir de 1985 al lograrse la s¨ªntesis de la hormona. Esta experiencia se ha repetido a menor escala con el implante de tejidos, especialmente aquellos que se encuentran pr¨®ximos al sistema nervioso. Es el caso de la membrana que lo envuelve: la duramadre, utilizada para la sustituci¨®n del t¨ªmpano o la reparaci¨®n de ¨®rganos como el ri?¨®n rotos por traumatismos u otras causas, y en menor medida la c¨®rnea. En realidad, dadas las caracter¨ªsticas del proceso y de los agentes responsables no se puede descartar de manera tajante ning¨²n ¨®rgano o tejido trasplantable ni tampoco los productos sangu¨ªneos, aunque la probabilidad estad¨ªstica de transmisi¨®n sea bastante menor.
La consecuencia es obvia: s¨®lo un conocimiento detallado de los antecedentes cl¨ªnicos del presunto donante de ¨®rganos, tejidos o sangre permite descartar de una manera razonable la transmisi¨®n de estas enfermedades a su trav¨¦s, dada la inexistencia de ning¨²n an¨¢lisis de sangre que permita su detecci¨®n. ?ste es un alegato de enorme peso en contra de la comercializaci¨®n con ¨¢nimo de lucro de los tejidos humanos (con la sangre ya ni se discute en nuestro medio que la donaci¨®n debe ser altruista tras las experiencias del sida y los distintos virus productores de hepatitis). Fue, junto con razones ¨¦ticas para m¨ª evidentes, la raz¨®n que inspir¨® el real decreto espa?ol que regula el trasplante de tejidos, aparecido en 1996 y la postura que hasta ahora ha inspirado las recomendaciones que en esta materia ha hecho el Consejo de Europa. Esta filosof¨ªa consagra un sistema altruista no comercial para su obtenci¨®n y procesamiento, que excluye tajantemente cualquier indicio de enfermedad neurol¨®gica remotamente sospechosa. Ello contrasta con el modelo abogado por algunas compa?¨ªas transnacionales, fundamentalmente norteamericanas, pero asentadas en todo el mundo. El inter¨¦s por la comercializaci¨®n de tejidos induce a procurarse la materia prima en pa¨ªses del Este, Latinoam¨¦rica o Asia, protagonizando a veces esc¨¢ndalos may¨²sculos publicitados como "tr¨¢fico de ¨®rganos", como el caso del psiqui¨¢trico Montes de Oca en Argentina o de Medell¨ªn en Colombia. Se comprende f¨¢cilmente que en algunos pa¨ªses y situaciones, el control de los antecedentes patol¨®gicos del donante o incluso de la voluntad del fallecido o de sus familiares con respecto a la donaci¨®n, distan mucho de ser comprobados siquiera de forma somera. Al igual que sucede con el engorde ilegal de ganado, se puede decir que la comercializaci¨®n de los trasplantes perjudica seriamente la salud.
Esta dependencia de una cuidadosa conversaci¨®n con los familiares para descartar cualquier enfermedad transmisible, ha constituido el hilo conductor que ha servido en los dos reales decretos de 1996 y de 2000, reguladores de la obtenci¨®n y el trasplante de tejidos y ¨®rganos, respectivamente, para mantener la consulta obligada a la familia. Esta postura, apoyada como se ve por consideraciones tanto ¨¦ticas como de salud p¨²blica, ha sido corroborada mayoritariamente por la poblaci¨®n espa?ola en cuantas encuestas se han efectuado, en un ejemplo de simbiosis adicional con el sentido com¨²n que probablemente no vendr¨ªa mal en otros campos. Desde luego en los trasplantes ha dado excelentes resultados.
Desconozco si estas discrepancias entre lo que se puede hacer (porque la tecnolog¨ªa lo permite) y lo que realmente se debe llevar a cabo tienen o no un sentido teleol¨®gico. De lo que no me cabe duda es que, aparte de lamentarnos, lo m¨¢s pragm¨¢tico ser¨ªa extraer las debidas consecuencias.
Rafael Matesanz ha sido presidente de la Comisi¨®n de Trasplantes del Consejo de Europa.
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