Llobregat
No soy partidario de los homenajes, ni cuando el meritorio est¨¢ presente y puede gozar o padecer la oleada de agasajos que le brindan sus correligionarios, ni en el caso tan socorrido del postmortem, esto es, en el momento en que el sujeto del brindis colectivo ya no est¨¢ en este mundo y es tan s¨®lo un finado memorable. Y mucho menos a¨²n cuando ocurre todo lo contrario, cuando la persona a la que se pretende obsequiar con el reconocimiento p¨²blico responde con su ausencia y no sabe -quiz¨¢ nunca lo sepa- que cientos de personas se reunieron en su honor para alabar su magisterio y descubrir solemnemente los fecundos paisajes de su inteligencia.Enrique Llobregat pertenece a este ¨²ltimo g¨¦nero, el de los ausentes que siguen estando entre nosotros. Una penosa enfermedad le impide hacer uso de la memoria, esa fuente de vida que le permiti¨® durante cuarenta a?os replantear las claves de nuestra historia m¨¢s antigua y ofrecer una lectura cr¨ªtica y diferente, atrevida y s¨®lida de los estudios arqueol¨®gicos. Por eso quiero pensar que el evento que se celebr¨® el pasado lunes en el Museo Arqueol¨®gico Provincial de Alicante (Marq) no fue un sentido homenaje en torno a su persona, sino un acto de reflexi¨®n que sirvi¨® para reunir en una sala a bastantes amigos suyos, a compa?eros de fatiga del ¨¢mbito nacional e internacional, a numerosos disc¨ªpulos y a representantes de diversas instituciones acad¨¦micas. Un libro, Scripta in honorem, fue el motivo de la reuni¨®n. En ¨¦l se recogen 59 trabajos relacionados con la prehistoria y la arqueolog¨ªa, obra de 82 autores que, sencillamente, han tratado de devolver el primer plazo de esa larga deuda que todos tenemos con Enrique Llobregat. Su Medalla de Oro de la Provincia de Alicante, la del m¨¦rito cultural de la Generalitat Valenciana o su t¨ªtulo de doctor honoris causa por la Universidad de Alicante son s¨®lo datos para un curr¨ªculum. Lo que de verdad importa es tener claro, muy claro, que Llobregat ha sido y es de lo m¨¢s aut¨¦ntico de nuestro patrimonio, un sabio a solas que odia los homenajes y s¨®lo espera, desde su paz, que la ciencia le ampare para siempre y le bendiga.
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