Un poder en la sombra que nadie puede ignorar
El presidente de la Reserva Federal sol¨ªa ser un alto funcionario casi an¨®nimo. Perdi¨® esa condici¨®n con Paul Volker en los a?os setenta, con la primera crisis monetaria internacional en mercados incipientemente libres. Su sucesor, Alan Greenspan, nombrado por Ronald Reagan, ha acumulado tanta influencia que nadie, ni siquiera el presidente, puede ignorarle. Es significativo que Greenspan haya sido la primera persona en entrevistarse con George W. Bush en el primer d¨ªa del presidente electo en Washington.Lo mismo hizo Bill Clinton. Por entonces, el responsable de la pol¨ªtica monetaria no era tan poderoso como hoy y se tom¨® la molestia de visitar al presidente electo en Arkansas. La reuni¨®n, que deb¨ªa durar una hora, se prolong¨® durante muchas m¨¢s. Al terminar, Greenspan hab¨ªa convencido a Clinton de que reducir el d¨¦ficit era crucial, m¨¢s que reformar la sanidad o la educaci¨®n. Durante ocho a?os, ambos dirigieron en relativa armon¨ªa. Clinton choc¨® varias veces con Greenspan, pero no fue tan imprudente como para dejar de renovar su mandato en una ¨¦poca de bonanza econ¨®mica.
Bush sintoniza algo peor. A Greenspan le gusta la gente muy informada, lo cual no es el caso del nuevo presidente. Hay, adem¨¢s, una vieja rencilla: los Bush, el padre y el hijo, culparon a Greenspan de su derrota en 1992. Le acusaron de tardar en bajar los tipos de inter¨¦s, lo que mantuvo la econom¨ªa en depresi¨®n hasta despu¨¦s de las elecciones, y de beneficiar con ello a Clinton. Otro problema entre Bush y Greenspan radica en el plan presidencial para reducir los impuestos.
En junio, Greenspan habl¨® con claridad en p¨²blico, algo que no hace casi nunca, para oponerse al programa del entonces candidato republicano. Antes de bajar impuestos, dijo, hab¨ªa que recortar la deuda. Y sigue pensando lo mismo.
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