Sobre el di¨¢logo pol¨ªtico en Euskadi
La democracia es di¨¢logo, es la expresi¨®n pol¨ªtica de una acci¨®n comunicativa, de debate, de reflexi¨®n en com¨²n, de propuesta y de acuerdos. En principio, la negociaci¨®n intenta avanzar racionalmente, a trav¨¦s de un procedimiento objetivo que garantice la libertad y la participaci¨®n. El cierre de esta democracia dial¨®gica se produce cuando el acuerdo negociado no da m¨¢s de s¨ª, a trav¨¦s del principio de las mayor¨ªas, que es un principio final que zanja con una toma de decisiones, en beneficio de las mayor¨ªas, los problemas planteados. En ese sentido, toda la filosof¨ªa democr¨¢tica se abre en el di¨¢logo para la toma de decisiones, y todas las construcciones pol¨ªticas y jur¨ªdicas de la modernidad, con base liberal, democr¨¢tica y social, que se plasmen en las constituciones, dan por resultado ese criterio. El Parlamento y sus debates, los procesos con argumentaciones cruzadas y contradictorias ante jueces y tribunales para obtener la satisfacci¨®n de pretensiones, y muchos derechos fundamentales como la libertad de pensamiento y de opini¨®n, la libertad de prensa, de informaci¨®n, de c¨¢tedra, de reuni¨®n o de asociaci¨®n, est¨¢n pensadas para el di¨¢logo. La democracia no es un sistema orientado al ¨¦xito, ni al sometimiento del enemigo, ni utiliza la dial¨¦ctica del odio, que tapona los mecanismos del di¨¢logo. Es una gigantesca estructura construida para el entendimiento y el consenso, para que las personas sensatas puedan libremente expresar su acuerdo y su adhesi¨®n al sistema como el que facilita m¨¢s la integraci¨®n y la cohesi¨®n social.No debe extra?ar que con esos presupuestos, ante la permanencia en actividad del terrorismo de ETA, muchas personas reclamen el di¨¢logo, en concordancia y en sinton¨ªa con lo que pensaba el profesor Lluch, cruelmente asesinado por la banda terrorista. La manifestaci¨®n de Barcelona fue un clamor que los poderes p¨²blicos no pueden desatender, y que los intelectuales deben intentar comprender.
Las reacciones ante la impunidad y el terror, y la indignaci¨®n que producen todos los atentados, su reiteraci¨®n, y mucho m¨¢s si la v¨ªctima es una persona de talante tolerante y abierto como Ernest Lluch, han oscilado desde la reclamaci¨®n de la prisi¨®n perpetua, e incluso de la pena de muerte, hasta este clamor por el di¨¢logo. Es indudablemente mejor la segunda postura, m¨¢s acorde con nuestro modelo pol¨ªtico, que la reacci¨®n visceral del endurecimiento de las penas. Creo que ¨¦sta debe ser descartada a priori como indeseable y probablemente contraria a la Constituci¨®n. La segunda debe ser apoyada, aunque no debe plantearse con ligereza, sino tomarse su idea muy en serio, encauz¨¢ndola y racionaliz¨¢ndola. Es evidente que exige una reflexi¨®n para fijar las condiciones y aclarar las ideas, porque no todos los que hablan de di¨¢logo tienen las mismas ideas, ni tampoco entienden el di¨¢logo de la misma manera.
El pacto antiterrorista, excelente decisi¨®n del Partido Popular y del Partido Socialista, ya ampliado con otros partidos y con CC OO y UGT, est¨¢ en la l¨ªnea de hacer posible el di¨¢logo desde los principios democr¨¢ticos y desde el imprescindible respeto a la vida y rechazo a la violencia terrorista. Para que haya di¨¢logo hay que partir de esas premisas que el pacto fija y que son elementales en una sociedad bien ordenada.
Debemos esclarecer qu¨¦ pretendemos, cu¨¢les son los objetivos a alcanzar, los cauces por los que tiene que transcurrir, y distinguir los aspectos formales y materiales de un di¨¢logo fruct¨ªfero y no frustante, porque todo di¨¢logo tiene unas reglas y unos procedimientos.
Lo primero que conviene es distinguir las dimensiones procedimentales y las dimensiones materiales. Las primeras, al menos prima facie, deben ser respetadas por todos, no pueden ser modificadas "in itinere", y s¨®lo desde ellas se puede iniciar el di¨¢logo.
Sin un acuerdo sobre el procedimiento para el propio di¨¢logo parece imposible que ¨¦ste se desarrolle con fruto. Lo l¨®gico, lo sensato, lo prudente y lo racional es partir de las reglas del juego que son la Constituci¨®n y el Estatuto, aunque reconozco que, en el punto de partida, las actitudes soberanistas del PNV y su mantenimiento en el Pacto de Lizarra son las mayores dificultades para el di¨¢logo. Hablando dos lenguajes posibles no cabe la comunicaci¨®n; utilizando en sentidos diferentes los propios t¨¦rminos de los hablantes, no cabe comprensi¨®n, y s¨ª surgir¨¢n muchas disputas verbales que s¨®lo se diferencian por el sentido que se atribuye a las palabras. Por eso, ser¨ªa sensato que las negociaciones se planteasen en el Parlamento vasco despu¨¦s de las elecciones. El di¨¢logo preelectoral preparar¨ªa el terreno para el juego limpio y para situar el di¨¢logo en su sentido correcto.
En segundo lugar, debe existir una legitimidad indubitada para intervenir en el di¨¢logo, que debe ser al mismo tiempo signo del apoyo popular que tienen los hablantes. Eso exige que las elecciones refuercen a la actual mayor¨ªa, o la hagan cambiar hacia los actuales grupos de la oposici¨®n. El Gobierno vasco actual carece de legitimidad, est¨¢ en minor¨ªa y no es un interlocutor adecuado. Sobre todo si se observa que el PNV, por medio de sus portavoces, desmiente o corrige al propio Gobierno de su partido.
El proceso electoral mismo va a ser un buen term¨®metro para saber si se dan las condiciones para un di¨¢logo y en qu¨¦ escenarios se va a producir ¨¦ste. Tambi¨¦n ser¨¢ esclarecedor, al marcar la posici¨®n de los ciudadanos con sus votos. Esta situaci¨®n preelectoral, con estrategias para obtener apoyo de los votantes, no es el mejor de los ¨¢mbitos para una comunicaci¨®n entre posturas diferentes; s¨®lo debe, como hemos dicho, ayudar a un proceso electoral libre y limpio y avanzar en el ¨ªndice de temas a dialogar.
Desde el respeto a las condiciones procedimentales que se establecen en la Constituci¨®n y el Estatuto, el objeto central del di¨¢logo tiene que ser erradicar el fen¨®meno del terrorismo, acabar con la violencia de ETA, y restablecer la paz y la libertad en el Pa¨ªs Vasco. Naturalmente, si pasamos a las dimensiones materiales del di¨¢logo, todos los temas se pueden plantear y defender, incluidos los que est¨¦n m¨¢s alejados de los valores constitucionales, como el independentismo o la autodeterminaci¨®n. Nadie puede ser rechazado como interlocutor por pretender esos objetivos. Lo ¨²nico que se debe preservar es el respeto a los procedimientos, a las reglas del juego para la toma de decisiones que est¨¢n en la Constituci¨®n y el Estatuto, y que arrancan de los principios de la negociaci¨®n y de las mayor¨ªas. Incluso se puede pretender cambiar los procedimientos, y eso sucede cuando se pone sobre la mesa la autodeterminaci¨®n, que es el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n. Lo ¨²nico es que no pue
de ser un prius que se utilice para el di¨¢logo, sino un resultado, en su caso de ese di¨¢logo, siguiendo el procedimiento y las reglas del juego actuales que no lo contemplan. De la misma forma que el PP no puede rechazar el di¨¢logo porque su interlocutor nacionalista sea independentista, tampoco los nacionalistas pueden imponer como condici¨®n para ese di¨¢logo que se respete el ¨¢mbito vasco de decisi¨®n, porque tal postura vulnera el actual marco constitucional y estatutario. Todo eso se garantiza suficientemente en el pacto antiterrorista.
Desde estos presupuestos, el di¨¢logo se puede desarrollar con toda libertad, pero con unas condiciones para que cumpla el fin ¨²ltimo de acabar con el terrorismo y conseguir la paz. Entre estas condiciones parecen indispensables las siguientes:
1. Un di¨¢logo justo s¨®lo es posible en condiciones de igualdad, con todos los interlocutores implicados al mismo nivel y sin l¨ªmites a su libertad de opini¨®n y de pensamiento. Ninguno puede mantener tesis que rompan las reglas del juego limpio ni los procedimientos que regulan el estatuto del di¨¢logo. As¨ª, no cabe di¨¢logo manteniendo relaciones o presencia conjunta en organizaciones con los grupos violentos o con los que apoyan la violencia. Tampoco es posible que hablantes que intervienen en el di¨¢logo prejuzguen el resultado de ¨¦ste, situando a criterios materiales como fuera de discusi¨®n y que tienen que ser aceptados. S¨®lo las reglas del juego, los procedimientos de la Constituci¨®n y del Estatuto, son inamovibles, porque son los criterios generales que posibilitan un di¨¢logo ordenado.
2. Todos los interlocutores deben hablar por una sola voz. No deben contradecirse con mensajes antit¨¦ticos si representan la misma instituci¨®n. Parece que esta dificultad se produce entre las aportaciones del lehendakari Ibarretxe y su Gobierno y el presidente Arzalluz o el portavoz, Egibar. Hay que distinguir entre la opini¨®n de una persona, por muy relevante que sea, y la opini¨®n del colectivo, que es quien participa en el di¨¢logo y cuyas ideas son las relevantes para participar en el mismo. El problema es m¨¢s serio en el PNV, donde quienes discrepan son las instituciones, el Gobierno y el partido. Condici¨®n previa al di¨¢logo es que se pongan de acuerdo y unifiquen su voz.
3. Todos los participantes en el di¨¢logo deben ponerse de acuerdo sobre el sentido de los conceptos que usan. Si se emplea una expresi¨®n con significados distintos es posible que la discusi¨®n se ci?a a un debate verbal sobre palabras. Esta condici¨®n es importante en un di¨¢logo pol¨ªtico, donde los sentimientos y los afectos tienden a dar un sentido emotivo a las palabras, lo que no favorecer¨ªa un di¨¢logo racional.
4. Desde que se acepta la necesidad del di¨¢logo, hay que partir del respeto al otro y a su estatuto de legitimidad para ser interlocutor. Cualquier campa?a de descr¨¦dito, cualquier juicio de intenciones, cualquier rechazo previo a las opiniones de los dem¨¢s, debe excluirse. El respeto a la dignidad de todos pasa por que sea imposible aceptar posiciones que ignoren que los hombres son seres de fines, que no pueden ser utilizados como medios, y que carecen de precio. Eso excluye cualquier utilizaci¨®n y cualquier beneficio para los participantes de las acciones violentas y de los asesinatos de ETA.
5. El resultado del di¨¢logo tiene que responder al fin pretendido al iniciarse: el fin de la violencia terrorista y la consecuci¨®n de la paz. As¨ª, debe alcanzarse el mayor consenso posible, desde las reglas indicadas, que puede suponer el establecimiento de nuevas reglas y de reformas de la Constituci¨®n en su caso. ?stas s¨®lo pueden ser resultado de un di¨¢logo racional entre interlocutores v¨¢lidos, y no puede suponer la aceptaci¨®n de las tesis de los terroristas y de quienes les apoyan. S¨®lo el juego de la negociaci¨®n y de las mayor¨ªas debe ser el cauce para los acuerdos, nunca la coacci¨®n o la vinculaci¨®n de esos acuerdos con una concesi¨®n para la paz que se hace a los violentos. Si se produjera esa situaci¨®n se habr¨ªa roto la seguridad que exige el monopolio en el uso de la fuerza leg¨ªtima que justifica la existencia del Estado y del Derecho, que es el ¨²nico ¨¢mbito para la libertad y el desarrollo de la dignidad humana. Cuando se cede una vez ante la violencia, desde un Estado democr¨¢tico, se est¨¢ ya a merced de cualquier violento en cualquier ¨¢mbito. Por eso el di¨¢logo no puede dar la raz¨®n a los violentos, s¨®lo debe establecer las bases para su erradicaci¨®n.
Los ciudadanos catalanes que se manifestaban ped¨ªan lo mismo que las grandes manifestaciones de Madrid, de Sevilla, de M¨¢laga, de Granada o del Pa¨ªs Vasco, di¨¢logo para acabar con la violencia, desde la clara idea del eslogan "Vascos s¨ª, ETA no", y en ese ¨¢mbito se entiende la palabra libre de Gemma Nierga dirigida a los pol¨ªticos: "... Ustedes que pueden, dialoguen...". Es lamentable el oportunismo de Arzalluz intentando orientar ese clamor a favor de ese di¨¢logo sin condiciones, que es universalizar su actitud de entrega y de acuerdo con los fines de ETA. Tampoco ese clamor es pedir al Rey que intervenga, porque eso es pedirle que rompa el modelo constitucional. Simplemente, entiendo que ese clamor pide un di¨¢logo entre iguales, ilustrado, desde el respeto mutuo, y sabiendo despu¨¦s de las elecciones cu¨¢l es la voluntad del pueblo, para conseguir acabar con la violencia y restablecer el tejido social libre en el Pa¨ªs Vasco, con los mismos valores de libertad y de igualdad que existen en el resto de Espa?a. El pacto antiterrorista es una buena herramienta para el di¨¢logo, quiz¨¢s la ¨²nica, porque garantiza la firmeza de los principios y es un referente de claridad que cumple todas las condiciones que hemos esbozado en estas l¨ªneas.
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