El club atraviesa la mayor crisis institucional de su historia
Caen los directivos, caen los entrenadores, caen todos menos los futbolistas. La Real Sociedad conoce esta temporada la mayor crisis institucional de sus 91 a?os de historia. Era hasta hace nada una sociedad ejemplar. Es el club que m¨¢s a?os consecutivos lleva en Primera (desde 1967), s¨®lo superado por los tres hist¨®ricos que nunca han descendido, Bar?a, Madrid y Athletic. Sin embargo, en poco m¨¢s de un a?o ha ca¨ªdo en barrena.La clasificaci¨®n dice que la Real Sociedad no lo tiene todo perdido. Figura en el ¨²ltimo puesto, s¨ª, pero a s¨®lo cuatro puntos de la salvaci¨®n. A¨²n queda por delante m¨¢s de media temporada. Deportivamente no ha cometido ning¨²n desperfecto, nada irreparable. Los problemas del club son de otra ¨ªndole. Sin embargo, son tan graves que est¨¢n arrastrando todo el proyecto completo.
Tiene un presidente interino. Luis Uranga ha anunciado su dimisi¨®n, aunque no se har¨¢ efectiva hasta el 23 de marzo. Su gesti¨®n econ¨®mica no tiene tacha. No s¨®lo ha generado recursos, sino que adem¨¢s su era ha coincidido con el cambio de domicilio (Anoeta, un estadio mod¨¦lico), un n¨²mero de abonados dif¨ªcil de superar (m¨¢s de 28.000) y proyectos como el de las impecalbes instalaciones de Zubieta. Pero Uranga no ha sabido compaginar en las dos ¨²ltimas temporadas rentabilidad financiera y deportiva. En las ¨²ltimas semanas se ha trabado tanto que incluso ha iniciado una campa?a de abonados justamente en el peor momento de su historia reciente.
Los desperfectos han bajado a la escala deportiva. En catorce meses han desfilado tres t¨¦cnicos diferentes: Bernd Krauss, Javier Clemente y Periko Alonso. Nunca en la historia del club donostiarra hubo tanto movimiento en el banquillo como esta temporada ni tanta divisi¨®n interna en el vestuario. La plantilla sigue dividida, sin la cohesi¨®n suficiente para atravesar un momento tan delicado.
Los jugadores, m¨¢s que asumir su situaci¨®n y prepararse para una campa?a de sufrimiento, han acrecentado sus diferencias. P¨²blicamente se traducen en declaraciones cruzadas. Un d¨ªa Alberto dice que la Real se hab¨ªa comportado "como un equipo de ni?os"; otros le responden, nadie pone orden. Por un lado, los veteranos, por otro las figuras, por no se sabe d¨®nde los despistados.
Baste un ejemplo. Georgi Demetradze se present¨® el jueves trat¨¢ndo de erigirse en cuasisalvador del equipo. Un d¨ªa m¨¢s tarde, su entrenador dimite no s¨®lo de su cargo, sino de la profesi¨®n. Son demasiados tumultos para una entidad que siempre ha caminado por la senda del silencio, cuyos cambios se han efectuado sin ruidos ni traumatismos, que en los ¨²ltimos 33 a?os -todos ellos en Primera- s¨®lo ha conocido tres presidentes. Y que la misma prudencia hab¨ªa demostrado con los entrenadores. Hasta la pasada temporada.
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