Jorge Casta?eda: continuidad y renovaci¨®n
I. Con un discurso ponderado, en¨¦rgico y justo, Jorge G. Casta?eda se inaugur¨® como secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico hace dos semanas. Los presentes, funcionarios nuevos y veteranos de la Secretar¨ªa, amigos del joven canciller, no pod¨ªamos evitar el recuerdo de la gran tradici¨®n diplom¨¢tica mexicana representada por su padre, Jorge Casta?eda y ?lvarez de la Rosa. Quienes tuvimos el privilegio de ser amigos de Casta?eda padre sentimos gran emoci¨®n viendo a su hijo ocupar el solio de uno de los m¨¢s grandes diplom¨¢ticos mexicanos de todos los tiempos.Resultaba imposible, ese d¨ªa, evitar las comparaciones entre la ¨¦poca en que actu¨® Casta?eda padre y la que le toca a Casta?eda hijo. El padre hubo de enfrentarse a graves peligros para la integridad y la soberan¨ªa nacionales en el entorno de la guerra fr¨ªa y con una administraci¨®n norteamericana, la de Ronald Reagan, particularmente ciega y violenta en su trato con M¨¦xico. Esta tensi¨®n derivaba, sobre todo, del conflicto centroamericano y de la abierta agresi¨®n de la Casa Blanca contra las fuerzas populares en El Salvador y el r¨¦gimen revolucionario en Nicaragua. En vez de permitir que en esos pa¨ªses los factores locales decidiesen los destinos locales, los EE UU, de manera que se hab¨ªa vuelto refleja, vieron en todo ello una "conspiraci¨®n comunista".
Casta?eda padre y su sucesor, otro de los eminentes cancilleres mexicanos, Bernardo Sep¨²lveda, llevaron a cabo una dif¨ªcil pero imprescindible gesti¨®n para hacerle entender a Washington que los conflictos de la Am¨¦rica Central no eran obra del "comunismo internacional" sino de las condiciones de retraso material y pol¨ªtico del istmo centroamericano -la "delgada cintura del sufrimiento" como la llamase Pablo Neruda-. De all¨ª los esfuerzos de Casta?eda padre -el Acuerdo Franco-Mexicano sobre El Salvador- y de Sep¨²lveda -Contadora- para que el conflicto se resolviese mediante la decisi¨®n propia de los centroamericanos. Pero tanto Casta?eda padre como Sep¨²lveda hicieron algo m¨¢s, algo que debemos agradecer y reconocer todos los d¨ªas. Sus pol¨ªticas impidieron que el grave conflicto militar de Centroam¨¦rica se desbordase al norte, hacia M¨¦xico, y hacia el sur, hacia Costa Rica. Que sus posturas les costaron popularidad en Washington a ambos cancilleres carece de importancia ante este hecho fundamental: la guerra no tuvo lugar, oh Giraudoux. La guerra no se extendi¨® a nuestro propio territorio.
La victoria de estas pol¨ªticas pusieron a Centroam¨¦rica en manos de los centroamericanos y le cosecharon el Premio Nobel de la Paz a Oscar Arias.
Hoy, la guerra fr¨ªa ha terminado y el nuevo canciller Casta?eda puede colocar muy alto en su agenda una pol¨ªtica de presencia mexicana en el istmo. De Guatemala a Panam¨¢, M¨¦xico no s¨®lo es respetado. Es querido. Somos un "hermano mayor" pero bueno, identificable y, si lo deseamos, l¨²cido y generoso. Tengo presente que hay ya mucha inversi¨®n mexicana en Centroam¨¦rica. Falta m¨¢s. Falta fortalecer nuestra actividad cultural fortaleciendo as¨ª la de los centroamericanos: somos, culturalmente, espejos los unos de los otros. Las promesas de ayuda norteamericana al finalizar los conflictos se quedaron en palabras. Educaci¨®n, infraestructura, servicios, tecnolog¨ªas: M¨¦xico puede ser factor fundamental para la modernizaci¨®n de Centroam¨¦rica. Ganaremos con ello. A partir del empobrecido sur mexicano, al ayudar a Centroam¨¦rica ayudaremos a Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Campeche y la regi¨®n yucateca. El plan Puebla-Panam¨¢ del presidente Fox es un buen primer paso en esa direcci¨®n.
II. En 1956, en un libro capital, M¨¦xico y el orden internacional, Jorge Casta?eda padre se?alaba los peligros de la relaci¨®n entre M¨¦xico y los Estados Unidos. Eran, en esencia, los de una extremada asimetr¨ªa de poder que revelaba una profunda divergencia de intereses. Casta?eda padre basaba, con justicia, su argumento en la pertenencia de los EE UU a bloques militares extracontinentales que nada ten¨ªan que ver con las relaciones entre los EE UU, M¨¦xico y Latinoam¨¦rica. "La guerra se aproxima a nuestro Continente en la medida en que uno de sus miembros, al que los dem¨¢s est¨¢n obligados a prestar ayuda defensiva, tenga intereses propios y directos en otras zonas de conflicto" (op. cit., p¨¢gina 197).
En la postguerra fr¨ªa, ese peligro se ha desvanecido. M¨¦xico y la Am¨¦rica Latina no est¨¢n obligados a seguir las intervenciones militares de los EE UU en ?frica, Asia o la propia Europa. El fantoche del anticomunismo se ha vaciado de aserr¨ªn. A Casta?eda hijo le corresponde juzgar hasta qu¨¦ punto las relaciones econ¨®micas han pasado de ser conflictivas a ser complementarias, hasta qu¨¦ grado la cooperaci¨®n le ha ganado terreno a la confrontaci¨®n y en qu¨¦ medida han sufrido transformaciones los principios enunciados por Casta?eda padre: la soluci¨®n pac¨ªfica de controversias, la igualdad de trato entre extranjeros y nacionales, la no intervenci¨®n -"principio negativo, de defensa"- y la soberan¨ªa, principio asimismo, limitativo.
En materia de relaciones econ¨®micas es un hecho que las econom¨ªas de M¨¦xico y los EE UU se han vuelto complementarias. Basta ver las cifras comerciales. Somos el segundo pa¨ªs exportador a los EE UU, despu¨¦s de Canad¨¢. Nuestras exportaciones se elevaron de cuarenta y dos mil millones de d¨®lares en 1995 a ciento veinte mil millones en 1999. Nos hemos convertido en el octavo exportador mundial y ello, en gran medida, se debe al Tratado de Libre Comercio. Casta?eda hijo combati¨® ese Tratado y, una vez aprobado y convertido en ley de la Rep¨²blica, no dej¨® de exigir su perfeccionamiento ulterior en materia de protecci¨®n del medio ambiente y de la fuerza laboral.
Esto ¨²ltimo, sobre todo, sigue siendo punto de fricci¨®n entre M¨¦xico y los EE UU. Ha privado, en esta materia, la simulaci¨®n de ambos gobiernos. A M¨¦xico le conviene exportar trabajadores excedentes que remiten 5.000 millones de d¨®lares. Los EE UU, por su parte, castigan y culpan al trabajador migratorio en ¨¦pocas de depresi¨®n y lo requieren y saludan en ¨¦pocas de expansi¨®n, como la actual. La primera actitud la encarn¨® el nefando Pete Wilson, gobernador xen¨®fobo de California. La segunda nada menos que Alan Greenspan, el "maestro" de la econom¨ªa norteamericana seg¨²n lo llama Bob Woodward en su excelente libro sobre el jefe de la Reserva Federal: el trabajador migratorio mexicano le es indispensable a la econom¨ªa norteamericana.
La integraci¨®n econ¨®mica que no previ¨® Casta?eda padre es un hecho para Casta?eda hijo. Los nuevos presidentes de M¨¦xico y EE UU inician simult¨¢neamente sus mandatos. Pero -mirabile dictu- mientras que el presidente de M¨¦xico llega con claro mandato, el ejecutivo norteamericano llega cojeando tras de una batalla postelectoral prolongada, turbia y que vulnera a la presidencia. M¨¦xico se encuentra as¨ª ante la delicada situaci¨®n de tratar con un presidente norteamericano que es "lame duck", patito rostizado, desde el primer d¨ªa. La tentaci¨®n de aprovechar la debilidad del nuevo ejecutivo en Washington puede ser grande. Pero puede ser peligrosa. La diplomacia mexicana estar¨¢ a prueba. Un embajador de primera categor¨ªa, firme pero cauto, pragm¨¢tico pero sensible, Juan Jos¨¦ Bremer, tiene ante s¨ª este gran desaf¨ªo: modular una relaci¨®n en la que nuestras tentaciones deben someterse a nuestras necesidades. Y ello por un motivo bien concreto. Si, como muchos suponen, el auge actual de la econom¨ªa del norte la calienta demasiado y una mini-depresi¨®n se impone, el coletazo a nuestra propia econom¨ªa ser¨¢ poco menos que catastr¨®fico. Equilibrar los principios y la praxis ser¨¢ la prueba del equipo Fox-Casta?eda-Bremer en Washington.
Existen, en este sentido, dos pol¨ªticas claras a seguir. En materia de migraci¨®n, proponer el ideal de las fronteras abiertas para el trabajador, como lo est¨¢n para las mercanc¨ªas, el capital y los valores. Meta a largo plazo, vale la pena plantearla y reiterarla para que el rubro migratorio sea regido, cada vez m¨¢s, por principios de equidad, mutua conveniencia y respeto a los derechos de los trabajadores. El otro punto conflictivo es el narcotr¨¢fico y aqu¨ª, tambi¨¦n, el insultante cinismo del proceso de certificaci¨®n debe ser sustituido por una cooperaci¨®n que reconoce el origen del problema: la demanda norteamericana de droga.
III. Bien hac¨ªa en 1956 Casta?eda padre en se?alar la contradicci¨®n entre la exigencia norteamericana de "democracias representativas" en Latinoam¨¦rica y el apoyo dado a las m¨¢s viles dictaduras militares. Casta?eda hijo puede mirar un panorama totalmente alterado. En el cono sur, la democracia pol¨ªtica predomina y la encabezan estadistas como Lagos, Cardoso y De la R¨²a. Centroam¨¦rica, mal que bien, se rige democr¨¢ticamente. Cuba persiste en un autoritarismo alimentado por la estupidez diplom¨¢tica norteamericana: el embargo, la hostilidad, Helms-Burton, son los mejores apoyos para un Fidel Castro que puede presumir ante su pueblo: sin m¨ª, los gringos nos devoran. Pero esta situaci¨®n no ayuda al proceso hacia una normalizaci¨®n interna en una Cuba donde la desaparici¨®n de Castro puede conducir al caos. Y el norte andino no presenta mejor aspecto. Las ambiciones autoritarias de Ch¨¢vez en Venezuela, Colombia sitiada por s¨ª misma y por el espectro de una "vietnamizaci¨®n" norteamericana o una "grancolombianizaci¨®n" venezolana. Y Per¨² a la deriva gracias a la corrupci¨®n, la represi¨®n, la profunda herida pol¨ªtica que dejan el malhadado d¨²o Montesinos-Fujimori.
El panorama no es ¨®ptimo. Pero un M¨¦xico al que ya no se puede acusar de "dictadura perfecta", un M¨¦xico plenamente democr¨¢tico y apegado a los derechos humanos, puede y debe jugar un doble papel latinoamericano. De estrecha alianza con Argentina, Brasil y Chile, el ABC de anta?o. Y de puertas abiertas a la cooperaci¨®n para la estabilidad y el cambio en Cuba y el norte andino. Gran oportunidad para el canciller Casta?eda, no s¨®lo para contribuir al cambio positivo en Latinoam¨¦rica, sino para contrarrestar y subsanar pol¨ªticas norteamericanas erradas.
Dejo para el final una novedosa relaci¨®n con Europa. Mi propia experiencia diplom¨¢tica en Francia me recuerda lo dif¨ªcil que es atraer la mirada europea hacia Am¨¦rica Latina. El acuerdo de M¨¦xico con la Uni¨®n Europea es, acaso, el principal ¨¦xito diplom¨¢tico del presidente Ernesto Zedillo. No s¨®lo es el primer acuerdo de libre comercio de un pa¨ªs de Am¨¦rica Latina con la Uni¨®n Europea, sino que institucionaliza un di¨¢logo pol¨ªtico y establece una cl¨¢usula democr¨¢tica que rige y compromete a ambas partes. Cito a Jos¨¦ Mart¨ª: "El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a m¨¢s de uno. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad".
IV. El nuevo canciller mexicano actuar¨¢ en un mundo muy distinto al que conoci¨® su padre. El fin de la guerra fr¨ªa ha trastornado todos los supuestos de cincuenta a?os de enfrentamiento. Han cambiado los peligros, pero tambi¨¦n las oportunidades. Sabiamente, en su excelente discurso de toma de posesi¨®n en la Canciller¨ªa, Jorge G. Casta?eda ampli¨® los horizontes de la renovaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y cultural de nuestra pol¨ªtica exterior, pero mantuvo la continuidad de los principios rectores de la soberan¨ªa -m¨¢s defendible, m¨¢s importante por m¨¢s estrecha-, de la no-intervenci¨®n -territorio donde se distinguen las realidades de la integraci¨®n econ¨®mica y las de la gobernanza propia- y de una autodeterminaci¨®n que en M¨¦xico ya no es s¨®lo luz de la calle y oscuridad de la casa, sino realidad democr¨¢tica. Ya no necesitamos caretas. Podemos darle la cara al mundo.
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