Los l¨ªmites del di¨¢logo
Un numeroso grupo de intelectuales, profesionales y artistas catalanes -con predominio de nombres ligados al nacionalismo y a la Iglesia cat¨®lica- han firmado un manifiesto sobre c¨®mo poner fin a la ofensiva terrorista de ETA. En dicho manifiesto se rechaza el pacto PSOE-PP, se propugna el di¨¢logo entre todos los sectores implicados y se sugiere acudir a una instancia internacional que medie en el conflicto con tal de, previo cese de la acci¨®n terrorista, iniciar una negociaci¨®n que ponga fin a la violencia. El manifiesto, de marcado tono iusnaturalista, no explica bien -probablemente por la necesidad de ser breve- las razones de fondo que les inducen a adoptar tal posici¨®n aunque tales razones parecen estar en la l¨ªnea del tan invocado como inexcrutable "esp¨ªritu de Ernest Lluch".Sin embargo, probablemente, estas razones de fondo est¨¢n expuestas con gran claridad en el excelente art¨ªculo Dialogar, tambi¨¦n con ETA, de Vicen? Villatoro, publicado en estas mismas p¨¢ginas de EL PA?S el pasado 19 de diciembre. Art¨ªculo excelente, repito, pero del cual me atrevo a discrepar en tres puntos centrales.
Dice Villatoro: "Lo que convierte en repugnante a ETA son los m¨¦todos, no los objetivos". Los objetivos de ETA son, para Villatoro, la independencia y el socialismo. Y a?ade: "Pero eso no convierte la independencia y el socialismo en objetivos inevitablemente totalitarios". Todo ello, en parte, es cierto. Lo repugnante de ETA es su brutal violencia para conseguir sus objetivos y ambos son, por supuesto, perfectamente leg¨ªtimos. Pero, en pol¨ªtica, esta disociaci¨®n de m¨¦todos y objetivos es siempre enga?osa. Los m¨¦todos, en cierta manera, ya prefiguran los objetivos, y la historia del siglo XX est¨¢ repleta de ejemplos que lo demuestran: de Stalin a Mao Zedong, del FLN argelino a Pol Pot: sus objetivos tambi¨¦n eran leg¨ªtimos. En el caso de ETA, esta identidad de m¨¦todos y objetivos es a¨²n m¨¢s obvia. En los casos citados se part¨ªa de situaciones de opresi¨®n totalitaria o colonial. Ello no sucede en el Pa¨ªs Vasco o en la Espa?a actual, que disfrutan de unas condiciones muy distintas. Las libertades constitucionales permiten ambos objetivos pero s¨®lo hay un camino leg¨ªtimo: la v¨ªa democr¨¢tica. El m¨¦todo, en el caso de ETA, se identifica con el objetivo: la implantaci¨®n de un r¨¦gimen totalitario previa destrucci¨®n de un r¨¦gimen democr¨¢tico. Si ETA alcanza alg¨²n objetivo, la violencia seguir¨¢. Hay un antecedente cercano: el nazismo de Hitler.
Sigue Villatoro: "El principal problema de Euskadi es la violencia". No estoy de acuerdo: el principal problema de Euskadi es la falta de libertad. La violencia no es otra cosa que el instrumento para producir miedo y lograr que la sociedad vasca no se atreva a ejercer sus m¨ªnimos derechos b¨¢sicos, especialmente no se atreva a expresar lo que piensa. De ah¨ª los asesinatos de intelectuales, periodistas y pol¨ªticos, aquellos que prestan su voz al pueblo. "De vegades la pau no es m¨¦s que por", canta Raimon. Nada m¨¢s exacto. Cuando el miedo se instaura hay una paz aparente, pero no hay la paz real que s¨®lo se asienta en la libertad. El di¨¢logo para una paz a cualquier precio conduce directamente a una dictadura. 25 a?os de paz fue el lema que invent¨® Fraga Iribarne en 1964. Con acierto le replic¨® el abad Escarr¨¦ desde Le Monde: "No son 25 a?os de paz sino de victoria". Fueron, ciertamente, 25 a?os de miedo, aunque muchos espa?oles no lo notaran, tan interiorizado estaba. Lo m¨¢s preocupante del Euskadi de hoy es que buena parte de sus ciudadanos -entre ellos algunos dirigentes del PNV- interioricen el miedo y aparenten una normalidad democr¨¢tica que no existe. Arzalluz dijo hace pocos meses con chuler¨ªa: "En Euskadi, seguridad nos sobra". Si muchos se lo creen, el totalitarismo habr¨¢ conseguido sus fines. La violencia cesar¨¢ no cuando ETA deje de matar sino cuando los ciudadanos vascos est¨¦n seguros de que pueden ejercer sin miedo sus libertades y derechos. El principal problema de Euskadi es la falta de libertad.
Tercera discrepancia. Dice Villatoro: "Puede haber democracia fuera o m¨¢s all¨¢ de la Constituci¨®n". Seg¨²n como se interprete, esta frase niega la democracia misma. Que la Constituci¨®n pueda reformarse o que uno pueda discrepar respecto de su contenido son obviedades que no merecen m¨¢s comentario. Pero la Constituci¨®n no es una norma cualquiera sino el fundamento de nuestro orden democr¨¢tico, la norma b¨¢sica que rige nuestra convivencia. El poder p¨²blico que no respete sus reglas se sit¨²a no ya fuera de la democracia constitucional sino de la democracia misma. La legitimidad del derecho no est¨¢ en el derecho natural -como impl¨ªcitamente expresa el manifiesto de intelectuales y sigue siendo doctrina cristiana tradicional- sino en el hecho de que las normas deben ser aprobadas de acuerdo con las reglas que democr¨¢ticamente nos hemos dado previamente. La libertad no es algo anterior a la ley sino su consecuencia. Rousseau lo expres¨® con precisi¨®n en El contrato social: "La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se ha prescrito". Por tanto, no hay libertades ni derechos democr¨¢ticos fuera del marco legal, aunque, por supuesto, este marco pueda ser cambiado, parcial o totalmente, siempre que, en todo caso, se haga conforme a las reglas que hemos previamente aprobado.
Amigo Villatoro: tu art¨ªculo est¨¢ repleto de razones y de sensatez, de matices que completan tu argumentaci¨®n b¨¢sica. Espero no haber desfigurado tus posiciones. Tiempo hay para seguir conversando en p¨²blico. Hablar de ETA y de di¨¢logo nos conduce hoy a tratar de ciertos principios b¨¢sicos que configuran hoy la idea de democracia. En este punto creo que tenemos divergencias y algunas las he intentado exponer.
Di¨¢logo: palabra estrechamente ligada a democracia. Al fin y al cabo, la democracia no es otra cosa que un eterno di¨¢logo sometido a reglas. Y estas reglas han de ser tambi¨¦n elaboradas democr¨¢ticamente. Ah¨ª estan los l¨ªmites del di¨¢logo, sobre todo para los poderes p¨²blicos. Si estos l¨ªmites se exceden, la v¨ªctima es la democracia misma.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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