Del negro al rosa JOAN B. CULLA I CLAR?
El episodio tuvo lugar, hacia mayo de 1976, en un campamento de instrucci¨®n militar situado en las R¨ªas Bajas, en Galicia. Cierto d¨ªa, todos los hu¨¦spedes del recinto -unos 1.500 reclutas forzosos, de las m¨¢s variadas procedencias geogr¨¢ficas- fuimos concentrados inopinadamente en la nave que serv¨ªa de comedor para escuchar la encendida arenga de uno de los mandos. Tal vez presintiendo los cambios que acechaban al ordenamiento jur¨ªdico-pol¨ªtico espa?ol, el orador se entreg¨® a un elogio ferviente de la obra del caudillo Franco, defendi¨® la continuidad del r¨¦gimen del 18 de julio y menospreci¨® a sus enemigos. Fue aqu¨ª donde, despu¨¦s de aludir al prop¨®sito manifestado por el l¨ªder comunista en el exilio Santiago Carrillo de regresar cuanto antes a Madrid, el oficial condescendi¨®: "Que venga, que venga cuando quiera". "Estoy seguro", a?adi¨® ante el mudo estupor de su forzado p¨²blico, "de que en Espa?a hay suficientes patriotas para asegurar que, si cruza la frontera, el asesino de Paracuellos no llegue vivo mucho m¨¢s all¨¢ de Ir¨²n".Podr¨¢ parecer una tonter¨ªa, pero las amenazas de aquel energ¨²meno uniformado me vacunaron para siempre contra el virus del anticarrillismo. Quiero decir que, desde 1976 hasta hoy, he observado la ajetreada y pol¨¦mica trayectoria p¨²blica de Carrillo Solares con discrepante respeto, valorando siempre del personaje la mordacidad, la agudeza mental, el esp¨ªritu combativo y la presencia de ¨¢nimo tanto en la buena como en la mala fortuna. Y fue con esta misma disposici¨®n como emprend¨ª la lectura de su recent¨ªsimo libro ?Ha muerto el comunismo? Ayer y hoy de un movimiento clave para entender la convulsa historia del siglo XX (Plaza & Jan¨¦s, 2000). Lo que sigue es la cr¨®nica de una decepci¨®n.
En efecto, donde por la edad y las experiencias del autor cab¨ªa esperar no una palinodia, ni un mea culpa, ni una abjuraci¨®n, pero s¨ª un serio ejercicio cr¨ªtico y autocr¨ªtico, un examen retrospectivo riguroso, libre ya de conveniencias, tacticismos y respetos humanos, lo que el lector encuentra en realidad es un texto apolog¨¦tico y exculpatorio que, desde la perspectiva del saber hist¨®rico -la ¨²nica que deseo considerar aqu¨ª-, no se sostiene en pie. Para empezar, Santiago Carrillo consagra el volumen a combatir el "revisionismo de la historia", como si negar el Holocausto y subrayar los catastr¨®ficos efectos del comunismo all¨ª donde gobern¨® fuesen la misma cosa; como si los libelos negacionistas de un David Irving condenado por los tribunales brit¨¢nicos poseyeran igual nivel de credibilidad que los solventes estudios de un Fran?ois Furet, de un Pierre Brou¨¦, de un Alan Bullock, de un Fran?ois Fejt? o de un Nicolas Werth acerca de la configuraci¨®n del poder sovi¨¦tico o de sus l¨ªderes, del funcionamiento de la Internacional Comunista o de la trayectoria de las "democracias populares".
Por lo dem¨¢s, mezclando lo le¨ªdo con lo vivido, el credo con la autobiograf¨ªa, el veterano ex dirigente del PCE realiza un repaso a ratos eleg¨ªaco (?ay, lo que pudo haber sido y no fue!), a ratos ¨¦pico, de m¨¢s de siete d¨¦cadas de historia comunista a escala mundial. Un repaso en el curso del cual niega sin argumentos los flagrantes rasgos de golpe de Estado que tuvo la toma del poder por los bolcheviques, en 1917; ignora el car¨¢cter colonial del imperio que la URSS hered¨® del zarismo, y disimula o enmascara la temprana abolici¨®n del pluralismo pol¨ªtico ya en la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Lenin, imput¨¢ndola a Stalin, o a la intervenci¨®n armada extranjera, o a los enemigos de la revoluci¨®n...
A prop¨®sito de Stalin, Carrillo hace verdaderas filigranas para excusar lo inexcusable, para justificar lo que no tiene justificaci¨®n; pasa de puntillas sobre los efectos atroces de la colectivizaci¨®n agraria forzosa (seis millones de muertos por hambre, dos millones de campesinos deportados...), halla atenuantes a las purgas ("si Stalin pod¨ªa llegar a ser un demonio, los otros no eran ¨¢ngeles"), afirma que los rasgos m¨¢s temibles del car¨¢cter del georgiano (la doblez, la desconfianza, la crueldad...) los hab¨ªa adquirido en su paso por el seminario, y concluye: "A Stalin no se le define s¨®lo diciendo que fue un tirano; fue tambi¨¦n un gran pol¨ªtico bajo cuyo poder se convirti¨® la Rusia b¨¢rbara en la segunda potencia mundial". ?Y c¨®mo cabr¨ªa definir a Hitler, de haber resultado ¨¦ste vencedor en 1945?
Entusiasta del mandato de Jruschov -tanto que olvida citar entre sus gestas la intervenci¨®n militar en Hungr¨ªa, en 1956-, Carrillo sostiene en cambio que "el periodo de Breznev fue el peor del r¨¦gimen sovi¨¦tico", con lo cual le echa otro capote al reinado de Stalin. El dogmatismo del autor es igual de intenso en asuntos que le conciernen m¨¢s de cerca: la actuaci¨®n del PCE durante la guerra de Espa?a fue impecable; la muerte de Nin, un crimen, s¨ª, pero precedido por otros de signo contrario, y la cacer¨ªa de titistas desencadenada en 1948-49 constituy¨® "un periodo vergonzoso", pero el autor omite que particip¨® en ella y que abati¨® una pieza mayor llamada Joan Comorera.
Y si nos detenemos en otros dictadores a los que conoci¨®, los juicios de don Santiago son inefables: que Ceausescu fuese "un tirano sangriento" es "cosa a todas luces falsa"; en cuanto al norcoreano Kim Il Sung, su obra material y moral, tan "incomprendida" y "deformada" por la "propaganda imperialista", tiene en Carrillo "un adepto entusiasta". ?Y qu¨¦ decir de Sadam Hussein? Pues que todos los males le vienen de que el suyo es "un r¨¦gimen demasiado progresista".
En 1997, un equipo de historiadores, polit¨®logos y periodistas franceses public¨® El libro negro del comunismo. Cr¨ªmenes, terror y represi¨®n (Planeta-Espasa, 1998, para la edici¨®n espa?ola), un volumen pol¨¦mico pero nada f¨¢cil de rebatir. M¨¢s modesto, Santiago Carrillo ha querido marcar el fin del milenio dando a la imprenta una especie de Libro Rosa del comunismo, o m¨¢s bien un remake de aquellas Vidas Ejemplares de la mexicana Editorial Novaro que circulaban por los colegios de curas de nuestra adolescencia....
Joan B. Culla es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UB
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