Memorias de un mutilado republicano
Desde el bar de un hotel del Rinc¨®n de la Victoria (M¨¢laga), Juan Mu?oz recuerda al joven de 16 a?os que huy¨® hace 64 por esa misma carretera: era febrero de 1937. M¨¢laga iba a ser tomada por las tropas franquistas. Miles de personas hu¨ªan hacia Almer¨ªa por la carretera de Motril. S¨®lo ¨¦l no acompa?¨® al resto de sus compa?eros que tomaron la desviaci¨®n a su pueblo, Comares. "All¨ª los fusilaron a todos; fue la primera vez que me libr¨¦ de la muerte", rememora.Juan Mu?oz tiene 80 a?os. Vive en Par¨ªs, donde es a¨²n militante decano del partido socialista. "En Francia el socialismo es otra cosa; all¨ª es progresista y democr¨¢tico de verdad. Un amigo de M¨¢laga me dijo: 'Juan, si t¨² te afilias al de aqu¨ª no duras ni dos d¨ªas, o te vas o te echan'; pero yo, que amo la libertad, reconozco que cada socialista tiene un socialismo particular en su cabeza", a?ade.
Amigo ¨ªntimo de Jacques Delors, impulsor desde Francia del PSP de Tierno Galv¨¢n, Mu?oz fue presidente de la Liga de Mutilados del Ej¨¦rcito Republicano. Desde ah¨ª logr¨® que Felipe Gonz¨¢lez reconociera las reivindicaciones de los militares republicanos del exilio. Juan ultima desde hace a?os sus memorias. "Es la historia de Espa?a y Europa que muchos quieren olvidar: cuando muri¨® Franco las escrib¨ªa a¨²n abrazado a la metralleta, pero ya no; ahora tengo la serenidad necesaria", dice.
Hace unos a?os, sus pensiones como mutilado de guerra y sus ahorros como due?o de varias tintorer¨ªas en la capital francesa le han permitido comprarse una casita en M¨¢laga, donde charla con familiares y viejos amigos.
Es locuaz hasta decir basta. De melena albertiana, Juan es una versi¨®n seductora de Jos¨¦ Saramago si ¨¦ste sonriera. Est¨¢ sordo de un o¨ªdo. Manos gordezuelas y fuertes. En una le falta una falange. O¨ªdo y dedo es su balance de p¨¦rdidas tras luchar en la guerra civil espa?ola y en la resistencia francesa. Suerte, si se tiene en cuenta que fue herido gravemente en Pozoblanco, internado en un campo de concentraci¨®n alem¨¢n de donde escap¨® y librado de un pelot¨®n de ejecuci¨®n nazi cuando el paladar ya le sab¨ªa a acero, gracias a la milagrosa aparici¨®n de otro chivo expiatorio. "Yo puedo olvidar d¨®nde estuve ayer. Pero de la guerra me acuerdo minuto a minuto. No hablo nunca por hablar: siempre, con pruebas", comenta.
A su lado, su editor, Pedro Molino, quien le public¨® hace tres a?os el libro de poemas Desde mi exilio, le intenta conducir. Porque Juan cuenta en tiempo real el pasado. "Juan, cuenta cuando te encontraste con tu padre en el frente". Y a Juan se le ilumina una pantalla que s¨®lo ve ¨¦l e inicia su relato. De pronto, dice: "Pero, Pedro, ay, esto yo no lo puedo resumir, es que eso es una cosa muy, muy grande".
Tres horas despu¨¦s han cruzado el caf¨¦ cientos de milicianos, cartas de su hermano en el metro de Barcelona con las bombas de fondo, el flamenco que escuchaba a solas encerrado en su cuarto durante el exilio o razones por las que no ser¨¢ "mon¨¢rquico por m¨¢s que este rey sea buena gente".
Reconoce que su mujer tiene raz¨®n cuando le dice que "vive con los muertos y tiene la piel llena de fantasmas". Pero su disculpa es tan dulce que te llena de verg¨¹enza: "El tiempo nunca se para, da y da vueltas; no se trata de que Juan Mu?oz cuente sus batallitas es que tengo poco tiempo para contar esta historia; y esta historia es tambi¨¦n de todos, y la est¨¢n olvidando".
Por la carretera del Rinc¨®n de la Victoria se ha visto correr a un miliciano.
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