Un ap¨®stol de la Biblia y el rifle
John Ashcroft, futuro fiscal de EE UU, lucha por la pena capital, contra el aborto y a favor del rezo en las escuelas
George Bush le deb¨ªa un puesto ministerial de importancia a la extrema derecha de su partido, que le consigui¨® la victoria frente a John McCain en las primarias republicanas y call¨® disciplinadamente cuando el gobernador de Tejas emprendi¨® la conquista del centro. El nombramiento de John Ashcroft como fiscal general (cargo equivalente al ministro de Justicia) es el pago de esa deuda. Pero le est¨¢ costando a Bush la primera pol¨¦mica de su presidencia.
El historial de Ashcroft es como para que se pongan a temblar los partidarios del derecho al aborto, las minor¨ªas ¨¦tnicas, los defensores del control de las armas de fuego y los opositores a la pena de muerte. En todos estos frentes y algunos otros m¨¢s, Ashcroft ha emergido en los ¨²ltimos a?os, con la bendici¨®n del reverendo Pat Robertson, l¨ªder de Coalici¨®n Cristiana, como el palad¨ªn de la ultraderecha republicana.
Los electores de Misuri cre¨ªan haberle parado los pies cuando, en noviembre, le arrebataron su esca?o de senador. Pero Bush ha vuelto a colocarlo en Washington y como titular de una cartera especialmente delicada.
Ashcroft, de 58 a?os, lleva a los m¨ªtines dos fotos de su nieto: una de la ecograf¨ªa cuando todav¨ªa era un feto y otra reci¨¦n nacido. Las muestra y dice: 'Si el Tribunal Supremo hubiera visto estas fotos hace 25 a?os (cuando legaliz¨® el aborto), ?habr¨ªa dicho que no hay nada malo en matar a mi nieto?'. Cuando la muchedumbre estalla en un rugido, el pol¨ªtico apostilla: '?Yo digo que no! ?Digo que los norteamericanos deben proteger legalmente a los ni?os no nacidos!'.
Hijo de un pastor de la Asamblea de Dios, educado en Yale y ganador de cinco elecciones consecutivas en Misuri, que le llevaron a los puestos de fiscal general de ese Estado, gobernador y senador, Ashcroft es partidario de que, a trav¨¦s del Congreso o del Tribunal Supremo, se declare inconstitucional todo tipo de interrupci¨®n del embarazo, incluidos los casos en que existe incesto o violaci¨®n.
Tambi¨¦n es defensor de la idea de ilegalizar la venta de cualquier tipo de anticonceptivos. En cambio, cree firmemente en las virtudes de la pena de muerte y se opone a cualquier tipo de regulaci¨®n sobre la compra de armas por particulares.
Si de Ashcroft dependiera, habr¨ªa oraciones p¨²blicas en todas las escuelas de EE UU y el dinero de la protecci¨®n social se entregar¨ªa directamente a las iglesias para que lo administraran ellas. 'Necesito pedir la presencia de Dios en todo lo que hago, incluyendo la pol¨ªtica', repite.
Al proponer a Ashcroft como fiscal general, Bush le ha regalado al Partido Dem¨®crata una causa movilizadora para vengarse de la hostilidad republicana a Clinton, y de la amarga derrota de Al Gore en las elecciones de noviembre. Ashcroft ya se ha convertido en el trasero a trav¨¦s del cual los progresistas de EE UU van a darle patadas al nuevo presidente republicano. Y tambi¨¦n la mayor¨ªa de los negros, el grupo que apoy¨® m¨¢s firmemente a Clinton en el caso Lewinsky y a Gore en la batalla poselectoral. En 1997, Clinton nombr¨® juez federal a Ronnie White, que era el primer negro que hab¨ªa logrado sentarse en el Tribunal Supremo de Misuri. Pero, como el de Ashcroft ahora, aquel nombramiento ten¨ªa que pasar por el filtro del Senado y all¨ª esperaba el hijo del pastor de la Asamblea de Dios. Ashcroft consigui¨® que todos los senadores republicanos, entonces 55 de 100, votaran contra la ratificaci¨®n del nombramiento de White. ?Motivo? El juez, seg¨²n Ashcroft, era el 'm¨¢s partidario de los criminales' y el 'm¨¢s opuesto a la pena de muerte' de todos los componentes del Supremo de Misuri.
Era un desprop¨®sito, porque White hab¨ªa firmado 41 de las 59 sentencias de muerte que le hab¨ªan sido propuestas. As¨ª que a la comunidad negra norteamericana le qued¨® la clara impresi¨®n de que el ¨²nico problema de White era que el color de su piel no correspond¨ªa al de su apellido.George Bush le deb¨ªa un puesto ministerial de importancia a la extrema derecha de su partido, que le consigui¨® la victoria frente a John McCain en las primarias republicanas y call¨® disciplinadamente cuando el gobernador de Tejas emprendi¨® la conquista del centro. El nombramiento de John Ashcroft como fiscal general (cargo equivalente al ministro de Justicia) es el pago de esa deuda. Pero le est¨¢ costando a Bush la primera pol¨¦mica de su presidencia.
El historial de Ashcroft es como para que se pongan a temblar los partidarios del derecho al aborto, las minor¨ªas ¨¦tnicas, los defensores del control de las armas de fuego y los opositores a la pena de muerte. En todos estos frentes y algunos otros m¨¢s, Ashcroft ha emergido en los ¨²ltimos a?os, con la bendici¨®n del reverendo Pat Robertson, l¨ªder de Coalici¨®n Cristiana, como el palad¨ªn de la ultraderecha republicana.
Los electores de Misuri cre¨ªan haberle parado los pies cuando, en noviembre, le arrebataron su esca?o de senador. Pero Bush ha vuelto a colocarlo en Washington y como titular de una cartera especialmente delicada.
Ashcroft, de 58 a?os, lleva a los m¨ªtines dos fotos de su nieto: una de la ecograf¨ªa cuando todav¨ªa era un feto y otra reci¨¦n nacido. Las muestra y dice: 'Si el Tribunal Supremo hubiera visto estas fotos hace 25 a?os (cuando legaliz¨® el aborto), ?habr¨ªa dicho que no hay nada malo en matar a mi nieto?'. Cuando la muchedumbre estalla en un rugido, el pol¨ªtico apostilla: '?Yo digo que no! ?Digo que los norteamericanos deben proteger legalmente a los ni?os no nacidos!'.
Hijo de un pastor de la Asamblea de Dios, educado en Yale y ganador de cinco elecciones consecutivas en Misuri, que le llevaron a los puestos de fiscal general de ese Estado, gobernador y senador, Ashcroft es partidario de que, a trav¨¦s del Congreso o del Tribunal Supremo, se declare inconstitucional todo tipo de interrupci¨®n del embarazo, incluidos los casos en que existe incesto o violaci¨®n.
Tambi¨¦n es defensor de la idea de ilegalizar la venta de cualquier tipo de anticonceptivos. En cambio, cree firmemente en las virtudes de la pena de muerte y se opone a cualquier tipo de regulaci¨®n sobre la compra de armas por particulares.
Si de Ashcroft dependiera, habr¨ªa oraciones p¨²blicas en todas las escuelas de EE UU y el dinero de la protecci¨®n social se entregar¨ªa directamente a las iglesias para que lo administraran ellas. 'Necesito pedir la presencia de Dios en todo lo que hago, incluyendo la pol¨ªtica', repite.
Al proponer a Ashcroft como fiscal general, Bush le ha regalado al Partido Dem¨®crata una causa movilizadora para vengarse de la hostilidad republicana a Clinton, y de la amarga derrota de Al Gore en las elecciones de noviembre. Ashcroft ya se ha convertido en el trasero a trav¨¦s del cual los progresistas de EE UU van a darle patadas al nuevo presidente republicano. Y tambi¨¦n la mayor¨ªa de los negros, el grupo que apoy¨® m¨¢s firmemente a Clinton en el caso Lewinsky y a Gore en la batalla poselectoral. En 1997, Clinton nombr¨® juez federal a Ronnie White, que era el primer negro que hab¨ªa logrado sentarse en el Tribunal Supremo de Misuri. Pero, como el de Ashcroft ahora, aquel nombramiento ten¨ªa que pasar por el filtro del Senado y all¨ª esperaba el hijo del pastor de la Asamblea de Dios. Ashcroft consigui¨® que todos los senadores republicanos, entonces 55 de 100, votaran contra la ratificaci¨®n del nombramiento de White. ?Motivo? El juez, seg¨²n Ashcroft, era el 'm¨¢s partidario de los criminales' y el 'm¨¢s opuesto a la pena de muerte' de todos los componentes del Supremo de Misuri.
Era un desprop¨®sito, porque White hab¨ªa firmado 41 de las 59 sentencias de muerte que le hab¨ªan sido propuestas. As¨ª que a la comunidad negra norteamericana le qued¨® la clara impresi¨®n de que el ¨²nico problema de White era que el color de su piel no correspond¨ªa al de su apellido.
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