?A que no?
Si los pol¨ªticos disfrutan de cien d¨ªas de gracia, los ciudadanos tambi¨¦n tenemos derecho a per¨ªodos de cortes¨ªa para disfrutar mejor las vacaciones. Podemos incluir el d¨ªa de hoy y dejar para m¨¢s adelante los otros temas, esos que habr¨¢ que zarandear con la fuerza y gravedad que se corresponde a la supervivencia. La violencia pol¨ªtica, los atentados contra la salud, el fracaso de la educaci¨®n, la mortal pacificaci¨®n de Europa, el consumo ilegal de inmigrantes y alguna que otra cosilla m¨¢s, nos esperan a la vuelta de la esquina. Y me parece que lleg¨® el momento de plantarse o perder, porque pasarse m¨¢s ya no es posible.
Pero hoy no, hoy todav¨ªa podemos prolongar esas largas vacaciones de final de temporada y confiar una vez m¨¢s nuestra felicidad en la llegada de los Tres Hombres Sabios. Estoy convencido, y recuerden que escribo antes de las doce de la noche, que por muy sabios que sean no se han atrevido a dejarme el patinete. Y, sin embargo, creo que me acostumbrar¨ªa f¨¢cilmente y hasta conseguir¨ªa llevarlo con cierta dignidad, porque se adapta bien al estilo de vida actual, aunque me queda alguna duda sobre c¨®mo hay que saludar a los conocidos en plena marcha.
Los patines eran otra cosa. Los cl¨¢sicos eran un juguete ruidoso para desarrollar el equilibrio de los ni?os. Cuando regresaron por los a?os ochenta, se convirtieron en una pr¨®tesis con rodamientos para que los j¨®venes conquistaran la ciudad desafiando el equilibrio de los adultos, que por entonces estaban descubriendo las lentillas. Una juventud libre e independiente que ocupaba agresiva el espacio urbano.
El monopat¨ªn fue un h¨ªbrido de los noventa. Su origen y utilidad est¨¢ en los desniveles, en el terreno irregular, en el oleaje de cemento. Pero la ciudad tambi¨¦n est¨¢ como un plato, adem¨¢s de tener cuestas. Total, el monopat¨ªn a veces se usa, otras se lleva debajo del brazo, se hacen filigranas para llamar la atenci¨®n y casi siempre se termina agarrado al veh¨ªculo de alg¨²n adulto para aprovechar su impulso. El monopat¨ªn pertenece a la juventud que se prolonga interminable en casa de los padres, mientras el Estado se diluye lentamente.
El patinete fue un juguete dif¨ªcil de arrastrar con una mano, mientras tu padre te arrastraba con la otra. Era m¨¢s divertido correr que utilizarlo y su principal encanto consist¨ªa en chocar contra las piernas de los dem¨¢s, justo a la altura de la espinilla de los adultos. Pero su regreso tiene un significado completamente distinto, porque vuelve con el estilo de los tiempos. Es simple y ecol¨®gico, sirve para todas las edades y proporciona independencia. Y, por encima de todo, tiene una barra de direcci¨®n que se controla con las manos. Nada de equilibrismos ni dejarnos arrastrar por los dem¨¢s. A baja velocidad, se puede dirigir con una mano y hablar por el m¨®vil con la otra. El botell¨ªn de agua bien sujeto a la barra, y la pierna impulsora puede ser la izquierda o la derecha, seg¨²n tendencias y deseos de exhibici¨®n ideol¨®gica. ?Se puede pedir m¨¢s?
Nunca supe ir en patines. Cuando lleg¨® el monopat¨ªn, ya estaba acostumbrado al taxi. Pero ahora que debo hacer ejercicio y puedo ser independiente, quiero pasearme en patinete. ?A que no me lo traen?
jseoane@netaserv.com
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