UNA CARRERA A LA SOMBRA DE 'TONTON'
Fran?ois Mitterrand era hombre de c¨®leras controladas que no perd¨ªa la compostura. S¨®lo atentar contra el buen nombre de sus hijos pod¨ªa sacarle de sus casillas. En 1982, cuando llam¨® a su lado al mayor de entre ellos, Jean-Christophe, para que trabajase a su servicio en el palacio del El¨ªseo y dentro de la llamada 'c¨¦lula africana', el presidente no acept¨® el menor reproche de quienes le dijeron que aquello pod¨ªa interpretarse como nepotismo. '?Qu¨¦ pasa, acaso mi hijo no tiene derecho a un trabajo? ?En qu¨¦ le he privilegiado? ?No recibe el mismo trato que los dem¨¢s? Era periodista en la AFP' -la Agence France Presse-, 'se ha especializado en temas africanos, ha trabajado como cooperante en Argelia, en un kiboutz en Israel, como corresponsal en Mauritania y Togo. Desde 1981, desde mi llegada al poder, no pod¨ªa firmar ning¨²n art¨ªculo porque era mi hijo. Al ver esto le he dicho que, puesto que se interesa por ?frica, que viniera a mi casa a ocuparse de ?frica'.
Entonces, el propio Jean-Christophe resum¨ªa as¨ª la situaci¨®n: 'Sigo siendo periodista, s¨®lo que ahora escribo para un ¨²nico lector, que es a la vez el presidente y pap¨¢'. Si s¨®lo se hubiese limitado a escribir, si se hubiera conformado con informar, con ser un observador favorable a los intereses de Francia, nada hubiera ocurrido, el nepotismo habr¨ªa ca¨ªdo en el olvido, m¨¢xime cuando el salario oficial de Jean-Christophe era de 10.000 francos (250.000 pesetas) mensuales. Pero el futuro Papamadit -alias inventado entre Mobutu, Bongo, Abdou Diouf y Biya, dictadores africanos que prefer¨ªan la l¨ªnea directa con el palacio del El¨ªseo que discutir consignas y mensajes con enviados de Exteriores o Cooperaci¨®n- no se conforma con tan poco.
De entrada, Jean-Christophe fue monsieur fils (se?or hijo), pero muy pronto su condici¨®n de mensajero augusto le convirti¨® en Papamadit o la muy fiable correa de transmisi¨®n. Y Fran?ois supo hacer la vista gorda tanto cuando el joven Jean-Christophe -nacido en 1946- prolongaba las noches m¨¢s all¨¢ de lo conveniente en los cabar¨¦s de Lom¨¦ o Libreville, como cuando su nombre aparec¨ªa mezclado en la compraventa de cacao en Costa de Marfil o en una exportaci¨®n de aviones a ?frica del Sur a trav¨¦s de Congo. Lo que importaba era mantener las redes clientelistas creadas durante el gaullismo y adaptarlas a la mitterrand¨ªa, que la ?frica franc¨®fona siguiera siendo el para¨ªso de las tres 'Es': la de Elf, la de Estado Mayor y la de El¨ªseo.
Fran?ois Mitterrand dec¨ªa 'confiar siempre en los amigos, pero ser muy desconfiado a la hora de hacerlos'. Los amigos de Jean-Christophe no son los antiguos camaradas del campo de prisioneros como ocurre con su padre, sino gente que conoce en circunstancias menos dram¨¢ticas. Por ejemplo, jugando a quien tira la moneda m¨¢s cerca del muro, un entretenimiento que comparti¨® con Alfred Sirven, ex n¨²mero dos de la petrolera Elf y hoy bajo orden de busca y captura internacional. O Jean-Pierre Fleury, responsable de dos sociedades -Adefi y Dolce Vita-, la primera de las cuales coleccionaba mercados en Camer¨²n, Congo y Costa de Marfil, a menudo gracias a pr¨¦stamos obtenidos del propio Estado franc¨¦s, y la segunda especializada en informaci¨®n: filmaba a los opositores africanos que se manifestaban en Par¨ªs y luego facilitaba las casetes a las polic¨ªas de los distintos dictadores.
A partir de 1990, las andanzas -300.000 kil¨®metros recorridos cada a?o- de Jean-Christophe dejan de hacer gracia. La prensa se interesa por ellas. Danielle Mitterrand, su madre, logra que revistas que se han atrevido a denunciar lo que sucede -de la liberal Evenement du Jeudi a la ultraderechista Minute, pasando por la independiente Le Canard Encha?n¨¦- sean perseguidas y multadas por la justicia. En vano. La prensa gana todos los recursos, las pruebas contra Papamadit son apabullantes. En 1992, un a?o antes de que un vendaval de rumores de corrupci¨®n acabe con el Gobierno socialista, el hijo de Mitterrand encuentra un nuevo trabajo como consejero en dos sociedades: Elf y la G¨¦n¨¦rale des Eaux. Son empleos que van a durarle hasta 1996, hasta pocas horas despu¨¦s de la muerte de su padre.
A partir de 1992, Jean-Christophe ya ha comenzado a prepararse su futuro como consejero independiente. Es entonces cuando traba amistad con Pierre Falcone, traficante de todo, pero sobre todo de armas, y se interesa por Angola, por un presidente Dos Santos que necesita 510 millones de d¨®lares en aviones, tanques, misiles y ca?ones rusos para pararles los pies a los opositores de Jon¨¢s Savimbi. Jean-Christophe habla con todos, con el Gobierno y con los rebeldes, busca el mejor postor, contacta con la sociedad francesa -la SOFREMI, una sociedad privatizada en agosto de 2000- especializada en venta de armamento e inform¨¢tica, y la pone al servicio de Brenco, empresa que preside Falcone, y del franco-ruso Arcadi Gaydamak, millonario, mafioso y especialista en blanqueo de dinero.
Mientras Danielle Mitterrand sigue presidiendo su fundaci¨®n France Libert¨¦s, que defiende el derecho de asilo para todos los emigrantes, simpatiza con el zapatismo, el Frente Polisario o que se muestra siempre dispuesta a ayudar a kurdos, tamiles o a cualquiera que pueda considerarse paria de la tierra, Jean Christophe permanece en la c¨¢rcel acusado, entre otras cosas, de 'complicidad en tr¨¢fico de armas'. Si mam¨¢ se preocupa por la libre circulaci¨®n de ideas y personas, el hijo lo que reclama en la pr¨¢ctica es que sea el dinero que pueda ir all¨ª donde recibe una acogida m¨¢s c¨¢lida, como es el caso de Suiza, naci¨®n que ¨¦l escogi¨® para depositar los 10, 12 o 13 -hay distintas versiones al respecto- millones de francos que se le abonaron por sus buenos oficios ante las autoridades angole?as. ?C¨²ales? Seg¨²n el fiscal, ya queda dicho, de tr¨¢fico de armas, influencias y dinero; seg¨²n su abogado defensor, de gestor de una operaci¨®n de car¨¢cter humanitario, de intercambio de petr¨®leo por medicamentos y comida.
Sea cual sea la verdad, si es que un d¨ªa llega a conocerse completa, el actual esc¨¢ndalo ha servido para poner en evidencia que, en el caso africano, las nociones de derecha e izquierda est¨¢n fuera de lugar, al menos en Francia y hasta la llegada del actual ejecutivo, que parece no tener una pol¨ªtica africana definida.
Nochevieja en la c¨¢rcel
Celda 121 de la Sant¨¦, prisi¨®n de Par¨ªs. Desde el pasado 21 de diciembre permanece ah¨ª, encerrado en la zona VIP, la misma que ya ha acogido a ex ministros como Alain Carignon o Bernard Tapie, a prefectos pir¨®manos como Bernard Bonnet, a industriales petroleros como Le Floch-Prige o a terroristas como Carlos. Es hijo de un ex presidente de la Rep¨²blica y, seg¨²n su hermano Gilbert, diputado, s¨®lo es 'culpable del delito de apellido'. En eso coincide en parte con el ex ministro del Interior, Jean-Pierre Chev¨¨nement, para quien 'Jean-Christophe es, sin duda, v¨ªctima de la notoriedad de su apellido'. La casualidad es la aut¨¦ntica culpable de la situaci¨®n de Jean-Christophe Mitterrand. En octubre de 1999, la polic¨ªa detuvo a unos delincuentes que confesaron que parte de sus millonarios ingresos -concretamente, tres millones de francos- proced¨ªa de chantajear un a?o antes, recurriendo a la tortura, al rico comerciante Henri Benhamou. Como el tal Benhamou no hab¨ªa puesto denuncia y luego, al ser interrogado por la justicia, habl¨® de s¨®lo 300.000 francos, todo pareci¨® muy misterioso a los ojos de la polic¨ªa judicial. En el ordenador de la secretaria del abogado de Benhamou aparecieron de pronto otros nombres, casos y cifras. Los de los escritores Jacques Attali y Paul-Loup Sulitzer, las de los traficantes Pierre Falcone y Arcadi Gaydamak, del consejero fiscal Alain Guilloux, del prefecto Jean Charles Marchiani y del administrador de una empresa p¨²blica Bernard Poussier. Todos ellos aparec¨ªan relacionados con Angola, con 150 camiones rusos, con aviones Mig y con petr¨®leo angole?o. El Tribunal de Par¨ªs admiti¨® el d¨ªa 3 de enero que Jean-Christophe Mitterrand pod¨ªa recuperar la libertad si abonaba una fianza de cinco millones de francos, se presentaba una vez a la semana a la polic¨ªa judicial, entregaba el pasaporte y se compromet¨ªa a no contactar con nadie implicado en el caso. Pero ¨¦ste tuvo un ataque de dignidad y dijo que ni ten¨ªa el dinero ni quer¨ªa que nadie lo depositase por ¨¦l, que las condiciones de su detenci¨®n eran un atropello y que de los millones en Suiza ya s¨®lo le quedaba una peque?a parte -el equivalente a unos 40 millones de pesetas- porque el resto lo hab¨ªa invertido en sus pesquer¨ªas mauritanas. Jean-Christophe le quiere echar un pulso a la justicia apoy¨¢ndose en el respeto o la solidaridad que ¨¦l cree inspira su apellido. Si su nombre no parece que vaya a servirle para rebajar la fianza, en cambio s¨ª es posible que sus abogados logren demostrar que los jueces instructores han cometido errores y se han extralimitado en sus atribuciones, pues, a fin de cuentas, se apoderaron de documentos que no buscaban y para los que no ten¨ªan autorizaci¨®n de requisa. Una argucia de este tipo es la que sirvi¨® para anular todo el procedimiento contra la mujer del actual alcalde de Par¨ªs, Xavi¨¨re Tiberi, autora de un vergonzoso informe sobre la francofon¨ªa, plagiado y lleno de faltas de ortograf¨ªa, s¨®lo aceptable en el ya desaparecido imperio colonial que se repartieron gaullismo y mitterrand¨ªa.
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