Estirpes y paisajes
Estudi¨¦ en Salamanca. All¨ª encontr¨¦ profesores portentosos. Evoco m¨¢s de medio siglo de mi vida y recuerdo la emoci¨®n del mozuelo que se encontraba con maestros de una inmensa sabidur¨ªa. La diferencia era muy sencilla: la que hay entre la originalidad y el adocenamiento. ?Cu¨¢nto podr¨ªan aprovechar Gundolf, Marholz o Sauer a mozos, y mozas, acostumbrados al manual de los papagayos? Viv¨ª una Universidad, la m¨ªa, de la que a¨²n no me he despegado.
Fueron investigadores alemanes quienes por primera vez intentaron una historia literaria en la que el hombre no fuera el diapas¨®n de los movimientos culturales. No se trataba de una personalidad creadora de obras, sino, m¨¢s bien, una circunstancia, un clima ambiental que nutr¨ªa personalidades. Algo de esto se debe al germanista August Sauer, que, en Praga y en 1908, public¨® su luminoso discurso rectoral Historia literaria y etnol¨®gica, pero fue Josef Nadler, austriaco, cat¨®lico, quien se acerc¨® m¨¢s a lo que la realidad significaba: disc¨ªpulo de Sauer, aprende a captar el valor de la estirpe, de la raza (genus) y carga a ¨¦sta de unos contenidos populares, sociales, estatales que se manifiestan en su literatura.
En 1912-13 publica en tres tomos su Historia literaria de las estirpes y de los paisajes de Alemania, y en 1919, la Historia literaria del pueblo alem¨¢n, con el sub¨ªndice de Poes¨ªa y literatura de las estirpes y paisajes alemanes. Marholz, al analizar la obra de Nadler, ve remontarse lo particularmente regional a planos de validez general. La historia literaria hasta Nadler fue la consideraci¨®n de un acaecer fatalista, no sometido a otras normas que las del acaso. Ahora es preciso analizar una serie de condicionantes fijos y otra serie de eventos; es decir, el etnos (estirpe y paisaje) y la diacron¨ªa (motivos hist¨®ricos que confluyen en un periodo determinado).
Porque, de pronto, esos hombres tan lejanos de Andaluc¨ªa y el estudiantillo aquel que aqu¨ª recal¨® desde los secarrales del Arag¨®n medio me han conmovido hoy en que unas lecturas me han hecho pensar en otras tierras que hicieron mi vida y que considero entra?ablemente propias. Estoy con unos textos que me han producido sobresalto. Ahora, tan vida volcada, tan emoci¨®n descarnada. Estoy en un mundo distinto y, sin embargo, m¨ªo sin posibilidad de enajenamiento.
Dej¨¦monos de pr¨®logos, por muy ¨²tiles que sean. La historia de hoy quiere ser ¨¦sta: Juli¨¢n Mar¨ªas tiene raz¨®n cuando afirma que 'La 'sustantividad' de Andaluc¨ªa ha permanecido a lo largo de los siglos, desde mucho antes que Espa?a (...). S¨¦neca, Lucano, Averroes, Maim¨®nides, sin duda no eran espa?oles, pero eran cordobeses'. Y los manuales de literatura alargan la lista con Juan de Mena, con G¨®ngora, con el duque de Rivas, con B¨¦cquer, con Garc¨ªa Lorca y con Alberti. Quiere esto decir que hay algo que liga a todos estos hombres: digamos las estirpes y los paisajes, de que hablaban los te¨®ricos alemanes de hace ya muchos a?os. Estamos en el meollo de la cuesti¨®n, y volver¨¦ a ¨¦l.
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