La ortograf¨ªa de la vida
Personas con probados conocimientos ling¨¹¨ªsticos que habitualmente leyeran textos con faltas de ortograf¨ªa, correr¨ªan el riesgo de acabar inconscientemente repitiendo alguna. Cosa parecida sucede con las conductas humanas donde a fuerza de 'leer' como normales, comportamientos que padecen graves 'faltas de ortograf¨ªa', tambi¨¦n se corre el riesgo de acabar asimil¨¢ndolas. M¨¢s grave a¨²n es cuando los observadores 'lectores' de tales conductas son personitas en periodo de formaci¨®n: la actual fobia por todo lo que significa exigencia de adecuaci¨®n a unas reglas, unida al rechazo del ejercicio de corregir -conceptuado como un execrable acto de represi¨®n- les producen unos efectos absolutamente desorientadores; lo malo no es equivocarse, sino desconocer cu¨¢l es el error y poder rectificar.
Si habitualmente manej¨¢ramos textos donde las comas y los puntos, las equis y las haches, las bes y las uves, los acentos y las eses, estuviesen colocados al antojo de un sentimiento superficial, la mayor¨ªa acabar¨ªamos con tal confusi¨®n ortogr¨¢fica que nos impedir¨ªa comunicarnos por escrito.
En 'la ortograf¨ªa de la vida', al toparnos frecuentemente con la exposici¨®n de conductas comprobadamente err¨®neas que tantos medios de comunicaci¨®n insisten en vendernos como normales, finalmente hasta lo m¨¢s sencillo se convierte en algo ininteligible, y nos acaba resultando un oscuro jerogl¨ªfico el amor, la amistad, el matrimonio, la fidelidad, la familia... y hasta el mismo sentido de la vida, por no hablar del dolor y el definitivo sentido de la muerte, dos voces que parecen provenir de una lengua perdida.
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