Gimnasio
Franque¨¦ al fin ese umbral que me separaba de la posibilidad de mi corpore sano e inici¨¦ el milenio yendo a un gimnasio cuya puerta est¨¢ flanqueada por dos colosos de escayola.
Lo primero que te hacen es una foto a traici¨®n: est¨¢s ante un mostrador de dise?o, inform¨¢ndote t¨ªmidamente, y, apenas has pronunciado tu d¨¦bil s¨ª, ya te han entregado un carn¨¦ con banda magn¨¦tica en el que apareces t¨², hace escasamente unos segundos, con una sonrisa torp¨ªsima que quiere denotar convicci¨®n y vitalidad. Esa minusv¨¢lida imagen de ti misma te permitir¨¢ adentrarte en el reparador mundo de los aparatos y el fitness. Entonces te presentan a tu entrenador. Ese momento es muy emocionante, porque tener un entrenador es a lo f¨ªsico como a lo mental tener un terapeuta: lo uses o no, su sola existencia te dota de una fortaleza, si no de primer orden, s¨ª de primer mundo; tener entrenador o terapeuta es como tener tarjeta de cr¨¦dito, como tener sin tener. Yo me siento m¨¢s segura desde que tengo un entrenador que consigue ser brutal sin dejar de ser amable. Su musculatura es inversamente proporcional a la m¨ªa, y tambi¨¦n su sinceridad, pues mientras yo fing¨ªa un entusiasmo de largo aliento ¨¦l pronunciaba lo siguiente: 'Lo primero que le digo a todo el mundo es que esto no es Lourdes'. Yo, que sent¨ª una lev¨ªsima punzada de ansiedad, brome¨¦ al respecto para hacerme la simp¨¢tica. El caso es que nos ca¨ªmos bien. El olor era terrible, s¨®lido.
Lo primero que hay que hacer al entrar en el gimnasio es mostrar un desparpajo natural, como si dominaras los gestos, el espacio y los tiempos de un lugar de esa clase. As¨ª que baj¨¦ las escaleras hacia los vestuarios con la determinaci¨®n de quien conoce el camino y la parsimonia de lo consabido, para que de paso me diera tiempo a orientarme. Entonces te encuentras, en plena calle de Hortaleza, con unas cuantas t¨ªas desnudas, pero t¨² como si nada. Te desnudas tambi¨¦n y te vistes al efecto. Yo el primer d¨ªa iba fatal, como antigua, como las ni?as que no estrenan uniforme el primer d¨ªa de clase; el segundo, ya iba con m¨¢s estilo y m¨¢s actual. Y sales a la arena.
Vi un mont¨®n de gente gozando del dolor; cuanto m¨¢s sufrimiento transmit¨ªan sus muecas, m¨¢s parec¨ªa hincharse de fibra y orgullo su cuerpo. Manipulaban unos aparatos dotados de esa fascinaci¨®n sexual que transmiten ciertos objetos por otro lado temibles. Yo empec¨¦ en la bicicleta y lo hice muy bien, aunque al bajar me temblaban las piernas y por un momento tuve la impresi¨®n de que iba detr¨¢s de mi entrenador con esa flojera en el andar que provocan algunas lesiones cerebrales, pero intent¨¦ disimular. Hasta hice abdominales, temerosa ante la posibilidad de quedarme paralizada por la ci¨¢tica. Pero tambi¨¦n disimul¨¦. Aunque piltrafilla, no me sent¨ª acomplejada, porque me vi due?a de una mens sana capaz de contemporizar con cualquier extravagancia de la naturaleza, de la m¨ªa y de la de los dem¨¢s: aquello era un circo en el que actu¨¢bamos todos; quiz¨¢ ellos eran los forzudos, y a lo mejor yo el payaso. Pero, por fortuna, esto es Chueca y la mayor¨ªa era gay, as¨ª que yo no les interesaba lo m¨¢s m¨ªnimo y pod¨ªa concentrarme en mis series de ocho sin que se acercara un pesado de los que se ponen a hablarte cuando a ti est¨¢ a punto de reventarte el estern¨®n. Tambi¨¦n hab¨ªa lesbianas, pero suelen ir en pareja, no s¨¦ por qu¨¦, as¨ª que tampoco se te ponen al lado a repetir unos ejercicios que, parecen querer dejar claro, ellas s¨ª dominan de siempre.
El gimnasio tiene algo de laboratorio clandestino, algo industrial. Todos est¨¢bamos serios y tranquilos. Creo que me comport¨¦ con mucha dignidad, como para dar a entender que yo no lo hago por vicio sino por necesidad, que parecen cosas distintas aunque son lo mismo. La cosa del corpore sano debe de consistir, simplemente, en sentirte due?o de tu cuerpo, como la cosa de la mens sana ser¨ªa sentirte due?o de tu mente. En fin. Y mirar alguno de aquellos cuerpos significa tener evidencia de que tambi¨¦n el propio es doblegable, saber que igual que puedes hacerte una idea puedes hacerte un brazo. Porque lo raro del cuerpo es que es lo m¨¢s t¨² de lo que tenemos conciencia, al tiempo que es lo menos t¨² concebible, incluso hasta el extremo de, a trav¨¦s de su desaparici¨®n, dejar tambi¨¦n uno mismo de existir. El gimnasio ser¨ªa librarle un poco la batalla a la muerte intentando estar buena. Y como mi entrenador es muy sensato, me mand¨® pronto para casa, no tengo agujetas y pienso volver.
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