Dos colosos invisibles
El hermetismo envuelve las vidas de Thomas Pynchon y Cormac McCarthy, dos autores de culto en EE UU
Harold Bloom, el provocador guardi¨¢n del canon literario universal, establec¨ªa recientemente una lista de obras b¨¢sicas para cualquier biblioteca en C¨®mo leer y por qu¨¦. Bloom, neoyorquino, tiene una l¨®gica filia por las letras en ingl¨¦s que no le impide reconocer a Cervantes como el supremo novelista universal. Dickens, Stendhal, Dostoievski, Proust, Melville, Mann y Faulkner forman parte del Himalaya novel¨ªstico del profesor en el que, entre los contempor¨¢neos, coloca a Cormac McCarthy y Thomas Pynchon, dos autores de culto con una docena de novelas entre ambos, eremitas envueltos en una leyenda de misterio.
El prototipo de escritor celoso de su vida fuera de los libros es J. D. Salinger, traicionado hace un par de a?os por una antigua novia y sobre el que su hija tambi¨¦n se despach¨® con ganas hace unos meses. Salinger lleg¨® a llevar a los tribunales a un bi¨®grafo, Ian Hamilton, y all¨ª gan¨® el derecho a la privacidad de su correspondencia con terceros.
El autor de El guardi¨¢n entre el centeno es una mina de datos comparado con Pynchon, cuyo secretismo hizo a algunos pensar en el pasado que eran el mismo personaje. Otros le emparentaban con Unabomber, el tecn¨®fobo que luchaba con paquetes bomba contra la civilizaci¨®n industrial, la misma contra la que lleva d¨¦cadas clamando el novelista.
Bloom tiene a Pynchon entre los salvadores de la literatura del siglo XX y en su cat¨¢logo razonado de lo que hay que leer se fija en La subasta del lote 149, desarrollada en una trama de conspiraci¨®n universal que es una constante en la obra del novelista. La literatura de Pynchon es fantasmag¨®rica, esot¨¦rica y no al alcance de cualquiera, perfecto reflejo de la elusiva persona p¨²blica del autor.
De Pynchon, nacido en 1937, s¨®lo existen un par de fotos de sus a?os j¨®venes. Hace 40 decidi¨® convertirse en el m¨¢s invisible de los escritores norteamericanos y ¨¦sta es la hora en la que se sigue sin poder ponerle una imagen. No concede entrevistas ni acepta premios, fuera del National Book Award de 1973 por El arco iris de la gravedad, galard¨®n que recogi¨® en su nombre un actor. Vive en Nueva York, casado con su agente literaria, Melanie Jackson, con la que tiene un hijo.
La CNN le sorprendi¨® en 1997, pero entr¨® en el juego de la discreci¨®n. 'Perm¨ªtame ser claro', dijo el novelista al responsable del programa. 'Prefiero que no se me fotograf¨ªe'. La cadena emiti¨® im¨¢genes en las que, anunci¨®, Pynchon aparec¨ªa entre otros neoyorquinos, pero sin se?alarle. El juego del rat¨®n y el gato tent¨® a algunos de los que vieron el programa, que lo identificaron como el hombre cubierto con una gorra roja, con gafas de montura met¨¢lica y bigote. Su vida es, aparentemente, convencional: 'Compra en las tiendas del barrio. Almuerza con otros escritores. Se va al campo los fines de semana'.
Cormac McCarthy es un animal literario de otra especie, m¨¢s satisfactoria para el lector. Tambi¨¦n extremadamente reservado, su vida ha sido una lucha contra la pobreza que estall¨® en reconocimiento popular y d¨®lares en 1992, con Todos los hermosos caballos, la novela que acaba de ser llevada al cine, con Pen¨¦lope Cruz como coprotagonista, en una versi¨®n que la cr¨ªtica considera un punto preciosista. McCarthy tampoco concede entrevistas. S¨®lo aquel a?o accedi¨® a hablar con The New York Times. Su literatura seca, desprovista de artificio, dura y directa suscita una admiraci¨®n que, como con Pynchon, encuentra v¨ªa de escape en Internet, con apasionados clubes de seguidores.
McCarthy, nacido en 1933 en una familia acomodada, descubri¨® en la veintena la literatura como ant¨ªdoto contra el aburrimiento mientras serv¨ªa en la Fuerza A¨¦rea en Alaska. Su valor literario fue reconocido de inmediato por Albert Erskine, que fuera editor de Faulkner y garante de Bajo el volc¨¢n, de Malcom Lowry. Aquella primera novela, El guardi¨¢n del vergel, escrita a retazos en Chicago, donde trabaj¨® temporalmente en un garaje, para sostener a su primera mujer y a su ¨²nico hijo, fue seguida por otras que dejaron sin habla a los m¨¢s selectos esp¨ªritus. Es decir, cuatro gatos.
Se le ped¨ªa que explicara su universo literario, pero ¨¦l se negaba. 'Viv¨ªamos en la pobreza m¨¢s absoluta', revel¨® su segunda mujer, Anne DeLisle, al peri¨®dico neoyorquino. 'Llamaba alguien ofreciendo 2.000 d¨®lares por hablar de sus libros en una universidad y ¨¦l contestaba que todo lo que ten¨ªa que decir estaba en los libros. As¨ª que otra semana a comer alubias'.
Con DeLisle, y los beneficios de algunos premios y becas, McCarthy pas¨® un par de a?os en Europa a mediados de los sesenta, incluida una larga estancia en la Ibiza hippy, donde tuvo su primer contacto con el espa?ol. De all¨ª, la pareja volvi¨® a Tennessee.
Tras el divorcio de 1976, el escritor puso rumbo al oeste. Se instal¨® en El Paso (Tejas), donde encontr¨® el mundo mestizo anglo-hispano-mexicano-ind¨ªgena que, volcado al texto, le ha dado el reconocimiento popular y la venta de cientos de miles de copias de la Trilog¨ªa sobre la Frontera (Todos los hermosos caballos, En la frontera y Ciudades en la llanura). Sin abandonar su recalcitrante soledad.
Babelia
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