La poes¨ªa es muy suya
Me han dado mil veces la explicaci¨®n cient¨ªfica del mon¨®xido de carbono, pero yo s¨®lo me quedo con la po¨¦tica, quiz¨¢ porque los madrile?os, cuando yo era adolescente, fallec¨ªan mucho de este dulce mal, que entonces, en lugar de producirse industrialmente, se fabricaba a mano, en el interior de peque?os braseros de carb¨®n que introduc¨ªamos bajo las faldas de la mesa camilla. Ahora la gente se muere frente al televisor por emanaciones que atribuimos al calentador, aunque S¨¢enz de Buruaga est¨¦ entrevistando a Aznar en Antena 3. Entonces la gente se mor¨ªa alrededor de la mesa camilla, pelando habas, o separando lentejas sobre la hoja de un peri¨®dico.
El mon¨®xido sal¨ªa, pues, de lo m¨¢s hondo de uno mismo, que era la mesa camilla. Se trataba de una invasi¨®n llevada a cabo desde dentro, como cuando se rompe una gl¨¢ndula cercana al escroto, de la que se escapa un fluido que te relaja los m¨²sculos y te mata despu¨¦s de haberte hecho muy feliz. En el colegio nos explicaban que se ven¨ªa al mundo con dolor, pero no nos dec¨ªan que te pod¨ªas ir de ¨¦l con gusto. No hac¨ªa falta: las cosas fundamentales no se aprend¨ªan en el colegio. De hecho, cuando en Ciencias Naturales estudi¨¢bamos el cuerpo humano no aparec¨ªa la mesa camilla por ninguna parte. Y eso que ya se hab¨ªa traducido a Freud, aunque quiz¨¢ estaba prohibido. Freud llamaba inconsciente a la mesa camilla: caprichos de los idiomas.
Hoy a la mayor¨ªa de la gente no le gusta la mesa camilla. Ni el inconsciente. As¨ª que se han desprendido de ella y han colocado sus fantasmas en la caldera de la calefacci¨®n. Por eso el mon¨®xido de carbono viene ahora de fuera en lugar de venir de dentro. Y te lo instalan, en vez de ir t¨² mismo a la ferreter¨ªa y traerte el infiernillo a casa. Infiernillo es el diminutivo de infierno, que es como ponerle diminutivo al coma cerebral. En el Madrid de aquellos a?os nadie habr¨ªa podido escribir Una temporada en el infierno. Y Una temporada en el infiernillo queda blando. Pero el infiernillo mataba lo suyo y para los que mor¨ªan en pecado mortal era la antesala del infierno.
El caso es que ahora nadie se cree que los ni?os vienen de Par¨ªs ni que el mon¨®xido viene de la mesa camilla. Todo el mundo sabe que viene de la mala combusti¨®n del calentador y se dan normas para evitar accidentes. Es m¨¢s: acaba de aparecer una nueva normativa para las inspecciones de gas con la idea de reducir los casos de muerte dulce. Un operario ir¨¢ cada dos a?os a tu casa con un aparato que por lo visto mide la calidad de la llama y todo eso. Pero no he le¨ªdo que lleven ning¨²n aparato que mida la cantidad de inconsciente que hay en cada casa. Y el inconsciente mata m¨¢s que el gas.
Pero mata cuando quiere ¨¦l y no cuando queremos nosotros. En mi barrio, un grupo de amigos intentamos suicidarnos varias veces con mon¨®xido de carbono. Cuando los padres de uno se marchaban al cine, ¨ªbamos a su casa, encend¨ªamos el infiernillo y nos pon¨ªamos a separar lentejas alrededor de la mesa camilla con la esperanza de adormecernos dulcemente y palmar. Pero no se muri¨® nadie, porque el mon¨®xido sal¨ªa cuando le daba la gana. De repente te enterabas de que en L¨®pez de Hoyos hab¨ªan muerto todos los miembros de una familia y no sab¨ªas por qu¨¦ ellos s¨ª y t¨² no, si t¨² encend¨ªas el infiernillo igual y te colocabas en la misma postura. El inconsciente es que hace lo que quiere.
Piensa uno que si el mon¨®xido de carbono pudiera fabricarse a capricho, como se fabrica la gaseosa, habr¨ªa f¨¢bricas de exportaci¨®n de mon¨®xido. En Estados Unidos ser¨ªa un ¨¦xito, sobre todo ahora que gobierna Bush. No les ha salido bien la silla el¨¦ctrica, que achicharra; ni la c¨¢mara de gas, que produce tos; ni la inyecci¨®n letal, que es una paradoja. El mon¨®xido de carbono ser¨ªa un ¨¦xito entre los partidarios de la pena de muerte, puesto que mata con dulzura mientras el reo hace un solitario sobre la mesa camilla.
Pero el mon¨®xido de carbono aparece cuando le conviene a ¨¦l. De hecho, hace tiempo le¨ª Exit, un libro en el que dan recomendaciones para quitarse de en medio, y ning¨²n m¨¦todo les parec¨ªa suficientemente eficaz a los autores. Al final dec¨ªan que lo m¨¢s seguro era meter la cabeza dentro una bolsa de pl¨¢stico. Pero eso, si tienes claustrofobia, es inviable. Quiero decir, en fin, que si hubiera una receta para producir mon¨®xido de carbono, la habr¨ªan dado en aquel libro de autoayuda.
Y es que la muerte dulce, como dec¨ªamos al principio, es un capricho po¨¦tico y la poes¨ªa es muy suya.
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