El hombre de la mancha
Por desgracia, la presidencia de Bill Clinton ser¨¢ recordada m¨¢s por el esc¨¢ndalo en torno a una mancha en el vestido de una becaria de la Casa Blanca que por sus logros, que no han sido pocos. Aunque el tribunal de la historia resulte algo m¨¢s complejo, ¨¦ste es, al menos, el dictamen de los sondeos que tambi¨¦n indican que este pol¨ªtico parad¨®jico, encantador de serpientes y maestro de la supervivencia, se marcha con una alta cota de popularidad bien justificada, pues ha sido uno de los mejores presidentes que ha dado ese pa¨ªs desde Franklin Roosevelt, y el ¨²nico dem¨®crata, como este ¨²ltimo, que ha repetido mandato.
Clinton ha presidido el m¨¢s largo periodo de bienestar econ¨®mico en EE UU: 115 meses ininterrumpidos de crecimiento, y se marcha, por imperativo constitucional, cuando una recesi¨®n amenaza a su sucesor, el republicano George W. Bush. De este crecimiento se han beneficiado m¨¢s que nadie los m¨¢s ricos, pero tambi¨¦n la parte central de la sociedad tras a?os de ingresos reales en declive, mientras que el 20% m¨¢s pobre sigue viviendo marginado. Algo ha contribuido Clinton a este espectacular crecimiento, no s¨®lo al mantener a Allan Greenspan al frente de la Reserva Federal, sino al generar un super¨¢vit en el presupuesto federal. Aunque con resultados desiguales, pues ha reducido buena parte de los programas asistenciales, Clinton ha puesto en pr¨¢ctica ese progresismo radical que ha buscado combinar menos gasto p¨²blico con mayor justicia social, lo cual resulta m¨¢s f¨¢cil en ¨¦poca de bonanza.
Clinton no deja ning¨²n proyecto o legislaci¨®n de calado, como si hubiera sobrevolado las situaciones, m¨¢s que gobernado la transformaci¨®n de un pa¨ªs que ha entrado de lleno en la sociedad de la informaci¨®n. Pero, tiene mucho en su haber. Por ejemplo, pese a haber fracasado en la reforma de la sanidad, los niveles educativos s¨ª han mejorado notablemente, y hoy un 95% de las escuelas est¨¢ conectado a Internet.
Bajo Clinton, EE UU se ha situado como indiscutido l¨ªder mundial en casi todos los ¨®rdenes de este mundo actualmente unipolar. Su impronta constructiva se deja sentir con la profundizaci¨®n del ¨¢rea NAFTA con M¨¦xico y Canad¨¢; con un enfoque positivo de las relaciones con China, o con su papel en los procesos de paz en Irlanda del Norte, en Oriente Pr¨®ximo -hoy pendiente de un hilo- o en la antigua Yugoslavia. Este ¨²ltimo esfuerzo produjo la Paz de Dayton, pero a su vez llev¨® a que la OTAN, en su primera guerra, tuviera que intervenir en Kosovo. Entre las notas negras figuran unos injustificados bombardeos contra Afganist¨¢n y Sud¨¢n, y el fracaso de una pol¨ªtica de extrema dureza contra Irak, a la que su sucesor se propone dar una vuelta de tuerca suplementaria.
Desde 1995, Clinton tuvo que lidiar con una mayor¨ªa republicana en el Congreso, que aprovech¨® para situarse en el centro pol¨ªtico. En la recta final, como para reafirmar sus primeros valores radicales, el ex gobernador de Arkansas ha tomado una serie de decisiones no exentas de cierta doblez, como la referente al Tribunal Penal Internacional (TPI), al medio ambiente o a otros asuntos sociales, que han indignado a Bush, porque le vinculan y requerir¨¢n esfuerzos para deshacerlas. En 1998 Clinton rechaz¨® el estatuto del TPI y no quiso sumar a su pa¨ªs a la prohibici¨®n de las minas antipersonas.
El hasta el s¨¢bado presidente ha tenido que hacer frente a una derecha desatada en su contra y a un acoso judicial sin precedentes. Plantear su destituci¨®n para procesarle por mentir -aunque fuera bajo juramento- sobre unas relaciones sexuales era, a todas luces, exagerado, pero ¨¦sa fue la posici¨®n que encabez¨® el ultraconservador Ashcroft, designado por Bush como fiscal general. Ya fuera de la Casa Blanca, Clinton tendr¨¢ que dedicar grandes esfuerzos y dinero a defenderse en una multitud de causas pendientes. No se marcha entre la indiferencia, sino amado por sus seguidores y por muchos otros conciudadanos, pero odiado por sus detractores. Y con su esposa, Hillary, a la que tanto debe y que tanto promete, instalada en el Senado.
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