Reciclaje
Como cualquier almeriense, no creo que el Ayuntamiento de Almer¨ªa recicle el papel de mis peri¨®dicos ni el vidrio de mis botellas. Doy por sentado que el municipio carece de las infraestructuras necesarias para realizar esta tarea tan civilizada.
Una veces pienso que los servicios de limpieza del Ayuntamiento de Almer¨ªa no trasladan mis peri¨®dicos a ninguna de esas plantas de reciclaje en las que el papel usado resurge de sus cenizas como el ave f¨¦nix, convertido en resmas de papel inmaculado, sino a un centro de control donde se analizan mis lecturas. Entonces me dedico a dejar pistas falsas en la prensa escrita, a subrayar noticias que no me interesan con el fin de proporcionar una idea lo m¨¢s viciada posible de m¨ª mismo. La semana pasada, por ejemplo, subray¨¦ en rojo varias noticias al azar y las definiciones verticales del crucigrama gigante. A continuaci¨®n introduje el peri¨®dico, junto a otros igualmente falseados, en uno de esos contenedores de reciclaje.
Otras veces pienso que la funci¨®n de los contenedores de reciclaje en Almer¨ªa es meramente terap¨¦utica: sirven simplemente para tranquilizar la conciencia de ese pu?ado de ciudadanos preocupado por el medio ambiente, convencido de que el reciclaje de nuestros residuos es la alternativa civilizada y racional al vertedero tercermundista que padecemos. El actual alcalde lo situ¨® junto a otro dep¨®sito de desechos, junto a la c¨¢rcel; y para m¨ª que incumple todas las normativas comunitarias, a juzgar por la peste que han de padecer los vecinos de ciertos barrios y por las combustiones espont¨¢neas que de vez en cuando se producen entre los desperdicios, iluminando tenebrosamente, como fuegos fatuos, el horizonte de la ciudad. Muchas veces he cargado el maletero de mi coche de peri¨®dicos y de botellas de vino, y he conducido con escepticismo hasta el contenedor m¨¢s cercano. Una vez all¨ª los he descargado con desgana, sabiendo que mi gesto ecol¨®gico era in¨²til, que aquella molestia s¨®lo serv¨ªa, como la limosna en Navidad, para sentirme a gusto conmigo mismo, para creerme defensor de la madre naturaleza y poder dormir tranquilo. A continuaci¨®n, pensaba, vendr¨¢n los basureros y arrojar¨¢n todos mis peri¨®dicos a esa inmunda planta de tratamiento de residuos, como la llaman pomposamente, que hace poco, por cierto, el Ayuntamiento de Almer¨ªa decidi¨® ampliar, porque al parecer ya no cabe m¨¢s porquer¨ªa.
El otro d¨ªa, sin embargo, cierta casualidad me abri¨® los ojos, y comprend¨ª que Almer¨ªa se encuentra en realidad a a?os luz de esos municipios pretendidamente civilizados, cuyos vecinos separan con naturalidad sus propios desechos en bolsas diferentes para facilitar el reciclaje. Me di cuenta de que habito en la patria de la reutilizaci¨®n, por decirlo as¨ª. Sucedi¨® en Hu¨¦rcal-Overa, la barriada de Almer¨ªa donde se encuentra la ITV a la que suelo llevar mi coche todos los a?os. Me encontraba en la sala de espera, aburrido, aguardando a que llegara mi turno, cuando alcanc¨¦ para matar el tiempo uno de los muchos peri¨®dicos atrasados que se ofrec¨ªan en una mesita auxiliar. Al abrirlo comprob¨¦ entre sorprendido y espantado que ten¨ªa algunas noticias marcadas al azar y las definiciones verticales del crucigrama gigante subrayadas con boli rojo.
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