'Vuelve, Diego; vete, Ferlaino'
N¨¢poles sigue adorando al Pelusa por encima de todos sus pecados y todas las pol¨¦micas
Diego Armando Maradona ha vuelto a causar en Italia una estela de comentarios, pol¨¦micas y reacciones, aparte la amenaza policial del fisco, que le reclama una supuesta deuda de 4.200 millones de pesetas que ¨¦l califica de 'gran mentira' y achaca a las malas artes de Corrado Ferlaino, el presidente del N¨¢poles, que se hab¨ªa comprometido a que sus ganancias fuesen libres de impuestos. Precisamente, la munici¨®n gruesa disparada por Maradona contra Ferlaino ha convulsionado a los napolitanos, hipersensibles cuando se trata de su eterno ¨ªdolo.
Hoy, tras diez a?os de ausencia, el coraz¨®n de la ciudad sigue palpitando en torno a Maradona, que les entreg¨® aquello que casi no osaron so?ar: la gloria de las victorias. El amor de los tiffosi es incondicional. Basta una caminata distra¨ªda por el puerto o cualquiera de sus estrech¨ªsimas y alborotadas callecitas para comprenderlo. La camiseta n¨²mero 10 -la directiva del club ha anunciado que la retirar¨¢ para siempre del equipo, de modo que su recuerdo se preserve- sigue siendo la m¨¢s vendida en las tiendas: m¨¢s de 10.000 el a?o pasado.
'Diego nos dio un alma. Nos regal¨® mucho m¨¢s que dos scudetos. Nos ense?¨® que alguien de origen humilde puede alcanzar grandes metas. ?l es igual a la mayor¨ªa de nosotros, por eso le queremos', se enfervoriza Mario, un joven taxista.
Despu¨¦s de una excursi¨®n de 15 minutos se llega a la calle Fontanelle, en el barrio de la Sanidad, donde al lado de un sal¨®n de billar resiste un enorme mural con la imagen gloriosa del astro. Frente a ¨¦l, un ni?o que alcanza apenas los 12 a?os asegura que le vio jugar. 'Tengo m¨¢s de diez v¨ªdeos suyos. Los conozco casi de memoria', proclama con sumo orgullo. A su lado, otros j¨®venes, algunos ancianos, hombres y mujeres, hablan de otros santuarios similares para profesar el culto, inextinguible, a Maradona.
'?Pero como dirigente [ha recibido una oferta, pero la ha rechazado] podr¨ªa Maradona aportar algo al N¨¢poles?', pregunta el periodista con acento esc¨¦ptico. Los argumentos favorables se suceden vociferantes, apasionados: 'Hasta de recogepelotas generar¨ªa Diego una revoluci¨®n positiva. ?l debe estar aqu¨ª. ?ste es su lugar', concluyen.
De pronto, desde el televisor del sal¨®n de billar llega la voz de Maradona, irrumpiendo, prepotente, en el telediario del mediod¨ªa confirmando lo ya anticipado: 'No volver¨¦ al N¨¢poles mientras en el club siga mandando ese traidor de Ferlaino'. Los fan¨¢ticos explotan en un aplauso cerrado. 'Vuelve, Diego; vete, Ferlaino', gritan como si estuvieran en las gradas del estadio de San Paolo.
Quiz¨¢ baste eso para que se comprenda qui¨¦n ha ganado la ¨²ltima pol¨¦mica que ha dejado Maradona, el mejor futbolista del siglo seg¨²n los internautas, en Italia. El pueblo napolitano decidi¨® hace mucho tiempo.
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