Que viene El Loco
En un primer momento, la noticia ten¨ªa todo el aspecto de supercher¨ªa: el Boca Juniors, el m¨¢s apasionado de los equipos argentinos, estaba dispuesto a traspasar a Mart¨ªn Palermo, el m¨¢s fogoso de los purasangres porte?os. ?Ad¨®nde? Al Villarreal, un esforzado pero modesto club espa?ol. ?Ser¨ªa posible?
Horas despu¨¦s llegaba El Loco Palermo con su disfraz de insomne. Atrapado en la modorra del jet lag asom¨® por la manga del aeropuerto con su melena dorada y su inconfundible paso de le¨®n. Luego movi¨® la cabeza a un lado y a otro con una mezcla de curiosidad y desorientaci¨®n, como todas las fieras reci¨¦n desenjauladas. Perseguido por una jaur¨ªa de reporteros que le clavaban los micr¨®fonos en la garganta y deslumbrado por las duras luces de Barajas, acert¨® a dar media docena de respuestas protocolarias. En resumen dijo que era muy feliz, que agradec¨ªa el esfuerzo econ¨®mico y que, naturalmente, che, lo dar¨ªa todo por su nuevo equipo.
No era necesario pedirle explicaciones ni tomarle juramento. El Loco es uno de esos tipos bragados que s¨®lo se reconocen a s¨ª mismos bajo la tormenta. Muchos de sus colegas se han especializado en mentir como candidatos. Muestran la pelota, la cortejan, la esconden y se la llevan al primer descuido. Por el contrario, El Loco no entiende de rodeos; mitad b¨²falo, mitad elefante, busca sin demora el camino m¨¢s corto hacia la porter¨ªa. Mide el espacio que le separa del gol, fija la mirada en la yugular del portero y tiene dos ¨²nicas preocupaciones: derribar obst¨¢culos y ganar tiempo. Como todos los grandes arietes de la prehistoria, ¨¦l ha nacido para jugar a la carga.
Por eso conviene aclarar las cosas desde ahora mismo y decir que en realidad es un futbolista seco y ¨¢spero que no ha surgido de la joyer¨ªa de Bochini, sino de la fragua de Batistuta. Aplica una sola regla: cuando el enemigo descuida la retaguardia, cuando se abren espacios a la espalda del defensa, se hincha como un toro y parte la cancha por la mitad.
M¨¢s all¨¢ del entusiasmo, su estilo raya en la desesperaci¨®n. Sobre sus cualidades bien podr¨ªamos abrir un debate tan extenso como quisi¨¦ramos. Reconozcamos que quiz¨¢ carezca del punto de exquisitez que distingue a los cracks de galer¨ªa: ni es un innovador, ni tiene pretensiones est¨¦ticas ni exhibe un repertorio de genialidades. Todos sus recursos est¨¢n en la primera p¨¢gina del manual.
Su ¨²nico argumento empieza y termina en la cuenta de resultados. Ser¨¢ muy loco, pero, al margen de la paridad del d¨®lar, ¨¦l vale veinticinco goles por temporada.
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