Gobierno, gobernanza y responsabilidad
Los acontecimientos de las ¨²ltimas semanas han puesto sordina al ya tradicional triunfalismo del Gobierno. Y no es poca la le?a que comienza a recibir por el caos en el que, casi de un d¨ªa para otro, nos hemos encontrado. La imagen que se nos ha vendido de una Espa?a bien lubrificada mediante un eficaz liderazgo pol¨ªtico y administrativo se torna en la m¨¢s familiar de la chapuza y la improvisaci¨®n. Algo chirr¨ªa en los engranajes del poder. El Gobierno poco a poco comienza a parecerse a esa vaca que est¨¢ comenzando a labrar su ruina: cada d¨ªa tiene menos partes saludables. O, si se quiere, ya no es ese jugoso solomillo que aparentaba ser para parecerse cada vez m¨¢s a los huesos del caldo de la ministra Villalobos.
Sin embargo, y con los matices que luego veremos, no creo que quepa imputar al Gobierno una clara responsabilidad por esta situaci¨®n. Al menos por lo que m¨¢s espectacularmente est¨¢ contribuyendo a erosionar su imagen, el caso de las vacas locas y en cierto modo tambi¨¦n el del uranio empobrecido. Son cuestiones que han sacado a la luz muchos vicios o deficiencias latentes de esta sociedad del bienestar en la que cre¨ªamos vivir. De repente nos encontramos con que todo el entramado dirigido a sostenerla tiene los pies de barro. California, la regi¨®n del mundo m¨¢s avanzada tecnol¨®gicamente, se est¨¢ encontrando con que no puede garantizar el fluido el¨¦ctrico; en Europa, la todopoderosa ciencia contempor¨¢nea es todav¨ªa incapaz de ofrecernos plenas garant¨ªas sobre la salubridad de toda la cadena alimenticia; y, aunque pudiera, dudamos de que los gestores pol¨ªticos sepan c¨®mo asegurarla. Por otra parte, no parece que haya resultado tan sencillo librar una guerra sin v¨ªctimas propias, limpia.
Como puede verse, eso de gobernar ya no es tan f¨¢cil. La pol¨ªtica tiene aut¨¦nticas dificultades para controlar por s¨ª misma ese conjunto de procesos sociales que est¨¢ llamada a disciplinar y se ve abocada a entrar en una complicada gesti¨®n de las dependencias y conexiones mutuas entre diferentes administraciones e intereses sociales. Por seguir con el ejemplo de las vacas locas, todas las administraciones p¨²blicas, desde la UE hasta el municipio m¨¢s peque?o, est¨¢n implicadas en alguna deficiencia, pero tambi¨¦n las organizaciones ganaderas y muchos productores particulares. La mayor¨ªa de los fines sociales no se dejan domar ya por los medios tradicionales y es necesario reajustar la acci¨®n del Gobierno a estas nuevas circunstancias. En su ¨²ltimo Dardo en la palabra, F. L¨¢zaro Carreter nos propone que utilicemos la palabra gobernanza para referirnos a esta nueva forma de ejercicio del poder en las sociedades complejas; otros preferimos el de gobernaci¨®n.
En todo caso, el problema que suscita no es terminol¨®gico sino sustancial. Tiene mucho que ver con la exigencia y la asunci¨®n de responsabilidades. Si antes esta complejidad creciente ha sido responsable de una indudable desideologizaci¨®n, ahora amenaza con revertir tambi¨¦n sobre el tema de la responsabilidad de los pol¨ªticos por su gesti¨®n. Y aqu¨ª es donde es necesario hilar muy fino y dar a cada cual lo suyo. Es evidente que el Gobierno no es responsable del problema de las vacas locas, que est¨¢ presente en casi toda Europa. Pero no me cabe duda alguna de que s¨ª ha manifestado una torpe capacidad de reacci¨®n frente a un fen¨®meno que deber¨ªa haber sido abordado de una manera m¨¢s fr¨ªa y eficaz. ?Por qu¨¦, por ejemplo, ha habido que esperar tanto a la constituci¨®n de una imprescindible comisi¨®n interministerial? ?A qu¨¦ se debe toda esa err¨¢tica pol¨ªtica informativa? ?Por qu¨¦ esa inicial atribuci¨®n de responsabilidad casi exclusiva a las comunidades aut¨®nomas? Es en estas situaciones de crisis cuando las sociedades necesitan saber que alguien est¨¢ al mando. El Gobierno, etimol¨®gicamente incluso, es el timonel de la nave del Estado y debe saber llevarla a puerto. Ya sabemos que no es culpa suya que el mar est¨¦ embravecido.
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