Una Noche En La ?pera
Dice mi santo que en Espa?a (con perd¨®n) uno acaba siendo lo que dice que es. Si uno se define a s¨ª mismo como novelista de culto, eso es lo que dir¨¢n los cr¨ªticos; que uno se define como nada costumbrista y absolutamente cosmopolita, ¨¦sos ser¨¢n sus adjetivos; que uno se define como transgresor (de ¨¦stos hay legi¨®n), transgresor ser¨¢. ?ste es un pa¨ªs en el que los escritores escriben la solapa de sus propios libros, as¨ª que hay que tener cuidado con las cosas que uno cuenta de s¨ª mismo. Yo no s¨¦ c¨®mo me lo monto pero gracias a estos articulillos me estoy granjeando una imagen de cortedad intelectual que no me molesta pero me preocupa: ?ser¨¢ cierto que soy tan burra? A fin de regenerarme decid¨ª acompa?ar a mi santo a ver La Flauta M¨¢gica. No me gusta que mi santo tenga vicios solitarios. Nos plantamos del bracete en el Teatro Real. Nada m¨¢s llegar nos encontramos con un cr¨ªtico literario a la par que mel¨®mano. A fin de romper el hielo digo:
-Aqu¨ª hemos venido, a celebrar el A?o Verdi.
Cuando dicho intelectual me corrigi¨® diciendo que La Flauta M¨¢gica era de Mozart, me sent¨ª desolada, porque si bien tengo que reconocer que mi chiste era malo, pens¨¦: 'Oh, Dios m¨ªo, ?ser¨¢ ¨¦sta la imagen que proyecto?'. As¨ª debe ser porque pill¨¦ a Ruiz Mantilla, periodista de este peri¨®dico y sin embargo amigo, pregunt¨¢ndole a mi santo en el descanso, '?Qu¨¦ tal, le est¨¢ gustando?'. Los dos me miraron con preocupaci¨®n y mi santo dijo: 'Parece que s¨ª, a ver si resiste la segunda parte'. Incluso el responsable de comunicaci¨®n del teatro me dijo al final: 'Ya no podr¨¢s escribir que eres de ese 98% que no ha pisado nunca un templo de la m¨²sica'. Y yo le aclar¨¦: oye, que no es la primera vez que vengo, que vine al concierto que dieron los tres tenores hace dos a?os con una entrada que me dio mi hermano que era concejal.
Cuando dije esto se hizo un silencio que no comprend¨ª, luego me dijo mi santo que no ten¨ªa que haberlo dicho porque haber pisado el Teatro Real s¨®lo para ver a los tres tenores era una horterada como una catedral. Ah, pues hijo, le dije dolida, cuando lleguemos a casa me haces una lista con lo que puedo decir y con lo que no. Son problemillas culturales de una pareja ilustrada.
No soy tan burra como piensan, pero algo de sangre de burra fluye por mis venas. Lo comprob¨¦ el otro d¨ªa comiendo en casa: Nieves, nuestra empleada de hogar, que come con nosotros, nos dijo que ella se alegraba mucho de que hubieran retirado T¨®mbola de la parrilla. 'Ah', dije yo con un hilo de voz, 'que retiran T¨®mbola'. Dios m¨ªo, pens¨¦, tendremos que volver a las pel¨ªculas porno del Plus, con lo mal que me dejan la cabeza. Mi empleada del hogar segu¨ªa con su charla: 'Me alegro porque es una verg¨¹enza. Sale una rubia ordinaria que no s¨¦ c¨®mo se llama...'. Lydia, respondimos mi santo y yo. 'Y uno que tiene una lengua muy mala...'. Mari?as, dijimos. 'Y le hac¨ªan una entrevista a una que da clases de c¨®mo liarse con los ministros'. Bienvenida P¨¦rez, apuntamos. Mi hijo nos mir¨® diciendo: 'Jo¨¦, lo sab¨¦is todo'. Lo sabemos todo, es cierto, estamos a la ¨²ltima en basura, pero fingimos delante de nuestra se?ora de limpieza para que nos tenga respeto. Y conste que fingir es peligroso, lean El adversario
libro basado en un hecho real que habla de un franc¨¦s que fingi¨® durante a?os ante su familia y amigos ser un alto cargo de la OMS. Antes de que descubrieran su enga?o mat¨® a su familia. No quiero decir con esto que tenga que acabar matando a mi empleada, pero tampoco s¨¦ si podr¨¦ fingir por m¨¢s tiempo. Las personas fingimos demasiado. ?Qui¨¦n no te dice que el propio
Otegi no preferir¨ªa mil veces ver T¨®mbola a soportar un interminable campeonato de perros pastores en la televisi¨®n vasca? Por cierto, Otegi nos dio la charla tambi¨¦n esta semana, dice que los madrile?os vivir¨ªamos m¨¢s tranquilos y en paz si les dej¨¢ramos ser independientes. Otegi finge que no se entera, no se entera de lo que ha dicho muy bien el ex alcalde de Vitoria con cierto humor: que si se celebra hoy un refer¨¦ndum es posible que en el pueblo vasco saliera que no a la independencia y en el resto de Espa?a que s¨ª.
Por la noche fui a Carabanchel: es bueno conocer los sitios sobre los que uno escribe. Iba con el director Salvador Garc¨ªa a participar en un coloquio en la semana de cine. Antes de enfrentarnos al p¨²blico cumplimos el ritual de ir a un bar del barrio. Ped¨ª un gin-tonic: para un coloquio cin¨¦filo siempre es conveniente ir un poco bebido (por cierto, qu¨¦ revuelo el que se mont¨® la semana pasada porque saqu¨¦ en este articul¨ªn a unas personas honradas fum¨¢ndose un porro. A lo mejor soy una degenerada, pero yo pensaba que fumarse un porro era algo completamente pueril). Desde ese bar carabanchelero con fondo de tele y maquinillas de juegos llam¨¦ a mi glamourosa presidenta. No hablo de Ana Botella, sino de Marisa Paredes. Mi presidenta nos hab¨ªa contado que hay periodistas que la ri?en porque dice la palabra 'nominados' en vez de utilizar el cl¨¢sico 'finalistas'. Como tengo influencias me informo y llamo a mi presi para decirle que, de parte de la Academia de Lengua, diga nominados con toda tranquilidad porque la palabra hace un a?o que est¨¢ admitida por la Docta Casa.
Las preguntas que hacen los vecinos del barrio de Carabanchel son sinceras, directas, nunca con mala sombra. Ojal¨¢ fueran as¨ª las ruedas de prensa. S¨®lo a la salida me sale un vecino con s¨ªndrome Otegi que me dice: 'Qu¨¦ desilusi¨®n, yo cre¨ªa que t¨² eras de Carabanchel'. Le digo que soy de Moratalaz, que est¨¢ bien cerca. 'Ya, pero... no es lo mismo'. Al hilo de estas peque?as pol¨¦micas que alegran la vida del Estado me viene a la cabeza esa canci¨®n de Los Albas: 'Qu¨¦ importa saber qui¨¦n soy, ni de d¨®nde vengo, ni por d¨®nde voy...'. Y no lo digo por acabar trivializando, deseo quitarme el sambenito de burra. Aunque hay a quien le gusta ese toque m¨ªo salvaje. L¨¢zaro Carreter me manda un mensaje: 'Cuando quieras que alguien te saque de lo sublime para llevarte a lo ordinario, silba'.Dice mi santo que en Espa?a (con perd¨®n) uno acaba siendo lo que dice que es. Si uno se define a s¨ª mismo como novelista de culto, eso es lo que dir¨¢n los cr¨ªticos; que uno se define como nada costumbrista y absolutamente cosmopolita, ¨¦sos ser¨¢n sus adjetivos; que uno se define como transgresor (de ¨¦stos hay legi¨®n), transgresor ser¨¢. ?ste es un pa¨ªs en el que los escritores escriben la solapa de sus propios libros, as¨ª que hay que tener cuidado con las cosas que uno cuenta de s¨ª mismo. Yo no s¨¦ c¨®mo me lo monto pero gracias a estos articulillos me estoy granjeando una imagen de cortedad intelectual que no me molesta pero me preocupa: ?ser¨¢ cierto que soy tan burra? A fin de regenerarme decid¨ª acompa?ar a mi santo a ver La Flauta M¨¢gica. No me gusta que mi santo tenga vicios solitarios. Nos plantamos del bracete en el Teatro Real. Nada m¨¢s llegar nos encontramos con un cr¨ªtico literario a la par que mel¨®mano. A fin de romper el hielo digo:
-Aqu¨ª hemos venido, a celebrar el A?o Verdi.
Cuando dicho intelectual me corrigi¨® diciendo que La Flauta M¨¢gica era de Mozart, me sent¨ª desolada, porque si bien tengo que reconocer que mi chiste era malo, pens¨¦: 'Oh, Dios m¨ªo, ?ser¨¢ ¨¦sta la imagen que proyecto?'. As¨ª debe ser porque pill¨¦ a Ruiz Mantilla, periodista de este peri¨®dico y sin embargo amigo, pregunt¨¢ndole a mi santo en el descanso, '?Qu¨¦ tal, le est¨¢ gustando?'. Los dos me miraron con preocupaci¨®n y mi santo dijo: 'Parece que s¨ª, a ver si resiste la segunda parte'. Incluso el responsable de comunicaci¨®n del teatro me dijo al final: 'Ya no podr¨¢s escribir que eres de ese 98% que no ha pisado nunca un templo de la m¨²sica'. Y yo le aclar¨¦: oye, que no es la primera vez que vengo, que vine al concierto que dieron los tres tenores hace dos a?os con una entrada que me dio mi hermano que era concejal.
Cuando dije esto se hizo un silencio que no comprend¨ª, luego me dijo mi santo que no ten¨ªa que haberlo dicho porque haber pisado el Teatro Real s¨®lo para ver a los tres tenores era una horterada como una catedral. Ah, pues hijo, le dije dolida, cuando lleguemos a casa me haces una lista con lo que puedo decir y con lo que no. Son problemillas culturales de una pareja ilustrada.
No soy tan burra como piensan, pero algo de sangre de burra fluye por mis venas. Lo comprob¨¦ el otro d¨ªa comiendo en casa: Nieves, nuestra empleada de hogar, que come con nosotros, nos dijo que ella se alegraba mucho de que hubieran retirado T¨®mbola de la parrilla. 'Ah', dije yo con un hilo de voz, 'que retiran T¨®mbola'. Dios m¨ªo, pens¨¦, tendremos que volver a las pel¨ªculas porno del Plus, con lo mal que me dejan la cabeza. Mi empleada del hogar segu¨ªa con su charla: 'Me alegro porque es una verg¨¹enza. Sale una rubia ordinaria que no s¨¦ c¨®mo se llama...'. Lydia, respondimos mi santo y yo. 'Y uno que tiene una lengua muy mala...'. Mari?as, dijimos. 'Y le hac¨ªan una entrevista a una que da clases de c¨®mo liarse con los ministros'. Bienvenida P¨¦rez, apuntamos. Mi hijo nos mir¨® diciendo: 'Jo¨¦, lo sab¨¦is todo'. Lo sabemos todo, es cierto, estamos a la ¨²ltima en basura, pero fingimos delante de nuestra se?ora de limpieza para que nos tenga respeto. Y conste que fingir es peligroso, lean El adversario
libro basado en un hecho real que habla de un franc¨¦s que fingi¨® durante a?os ante su familia y amigos ser un alto cargo de la OMS. Antes de que descubrieran su enga?o mat¨® a su familia. No quiero decir con esto que tenga que acabar matando a mi empleada, pero tampoco s¨¦ si podr¨¦ fingir por m¨¢s tiempo. Las personas fingimos demasiado. ?Qui¨¦n no te dice que el propio
Otegi no preferir¨ªa mil veces ver T¨®mbola a soportar un interminable campeonato de perros pastores en la televisi¨®n vasca? Por cierto, Otegi nos dio la charla tambi¨¦n esta semana, dice que los madrile?os vivir¨ªamos m¨¢s tranquilos y en paz si les dej¨¢ramos ser independientes. Otegi finge que no se entera, no se entera de lo que ha dicho muy bien el ex alcalde de Vitoria con cierto humor: que si se celebra hoy un refer¨¦ndum es posible que en el pueblo vasco saliera que no a la independencia y en el resto de Espa?a que s¨ª.
Por la noche fui a Carabanchel: es bueno conocer los sitios sobre los que uno escribe. Iba con el director Salvador Garc¨ªa a participar en un coloquio en la semana de cine. Antes de enfrentarnos al p¨²blico cumplimos el ritual de ir a un bar del barrio. Ped¨ª un gin-tonic: para un coloquio cin¨¦filo siempre es conveniente ir un poco bebido (por cierto, qu¨¦ revuelo el que se mont¨® la semana pasada porque saqu¨¦ en este articul¨ªn a unas personas honradas fum¨¢ndose un porro. A lo mejor soy una degenerada, pero yo pensaba que fumarse un porro era algo completamente pueril). Desde ese bar carabanchelero con fondo de tele y maquinillas de juegos llam¨¦ a mi glamourosa presidenta. No hablo de Ana Botella, sino de Marisa Paredes. Mi presidenta nos hab¨ªa contado que hay periodistas que la ri?en porque dice la palabra 'nominados' en vez de utilizar el cl¨¢sico 'finalistas'. Como tengo influencias me informo y llamo a mi presi para decirle que, de parte de la Academia de Lengua, diga nominados con toda tranquilidad porque la palabra hace un a?o que est¨¢ admitida por la Docta Casa.
Las preguntas que hacen los vecinos del barrio de Carabanchel son sinceras, directas, nunca con mala sombra. Ojal¨¢ fueran as¨ª las ruedas de prensa. S¨®lo a la salida me sale un vecino con s¨ªndrome Otegi que me dice: 'Qu¨¦ desilusi¨®n, yo cre¨ªa que t¨² eras de Carabanchel'. Le digo que soy de Moratalaz, que est¨¢ bien cerca. 'Ya, pero... no es lo mismo'. Al hilo de estas peque?as pol¨¦micas que alegran la vida del Estado me viene a la cabeza esa canci¨®n de Los Albas: 'Qu¨¦ importa saber qui¨¦n soy, ni de d¨®nde vengo, ni por d¨®nde voy...'. Y no lo digo por acabar trivializando, deseo quitarme el sambenito de burra. Aunque hay a quien le gusta ese toque m¨ªo salvaje. L¨¢zaro Carreter me manda un mensaje: 'Cuando quieras que alguien te saque de lo sublime para llevarte a lo ordinario, silba'.
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