Amor de padre
El t¨¦cnico chileno prefiri¨® dejar el Sporting antes que prescindir de su hijo como preparador f¨ªsico
Para Vicente Cantatore la familia es lo primero. Como buen padre, defendi¨® el trabajo y la profesionalidad de su hijo, Marcelo, a costa de su cargo de entrenador del Sporting de Gij¨®n. El presidente del club, Juan P¨¦rez Arango, encontr¨® en la v¨ªa sentimental un resquicio para prescindir del veterano t¨¦cnico chileno sin pagarle todo lo que le quedaba de contrato. Como en sus dos anteriores equipos, el Betis y el Sporting de Lisboa, Cantatore se marchaba en circunstancias extra?as.
Despu¨¦s de dos intentos frustrados, los dirigentes del Sporting encomendaron la direcci¨®n deportiva a Rosendo Cabezas, protagonista de la ¨²ltima etapa de oro del Sevilla. Cabezas eligi¨® a uno de los entrenadores de esa ¨¦poca, Cantatore, para dirigir un vestuario dif¨ªcil. Cantatore aterriz¨® en Gij¨®n con su equipo t¨¦cnico habitual: el preparador f¨ªsico, Lucho Saavedra; su ayudante, Marcelo Cantatore, y el entrenador de porteros, Juan Carlos Gangas.
El grupo se rompi¨® nada m¨¢s empezar la pretemporada por la vuelta de Saavedra a Chile. Oficialmente, se debi¨® a problemas familiares urgentes. La realidad es que Saavedra se declaraba incompatible con Marcelo. En un primer momento, la ausencia de Saavedra pas¨® inadvertida, aunque en Valladolid es de dominio p¨²blico su importancia en los ¨¦xitos de Cantatore en su primera etapa en Espa?a, la que acab¨® con el cuadro pucelano como quinto de la Liga y finalista de la Copa frente al Real Madrid.
Marcelo asumi¨® en solitario la preparaci¨®n f¨ªsica y, a comienzos de temporada, ya hab¨ªa jugadores que discut¨ªan sus m¨¦todos en privado. El prestigio de Vicente Cantatore retras¨® el comienzo de las cr¨ªticas, entre otras cosas porque el equipo intercalaba alg¨²n partido convincente con jornadas de mediocridad. Pero, poco a poco, se empez¨® a agrandar la brecha, cuando desde el vestuario se fue filtrando que al escaso trabajo f¨ªsico se un¨ªa la nula preparaci¨®n de las jugadas de estrategia y el desprecio absoluto del estudio de los rivales con v¨ªdeos o informes de cualquier tipo.
Esos detalles, inadvertidos para el p¨²blico, se agravaron con decisiones tan pintorescas como alinear a dos centrocampistas ofensivos como defensas centrales antes de recurrir al filial cuando una plaga de lesiones y sanciones merm¨® la zaga. A la vuelta de las vacaciones de Navidad, las v¨ªas de agua empezaron a desbordar a los Cantatore tras una sonrojante derrota en Badajoz con dos goles consentidos en saques de esquina.
Marcelo tuvo que empezar a dar explicaciones sobre los bajones de los segundos tiempos, quiz¨¢ relacionados con las seis horas semanales de entrenamientos. Adem¨¢s, a o¨ªdos del presidente lleg¨® lo que alg¨²n interesado se encarg¨® de difundir en el lugar adecuado: varios jugadores se entrenaban por su cuenta por las tardes porque consideraban insuficiente lo que hac¨ªan con el equipo. P¨¦rez Arango comprob¨® que los comentarios eran ciertos y un d¨ªa antes del partido con el Atl¨¦tico de Madrid se cit¨® con Cantatore para el lunes siguiente. El resultado del encuentro (1-0 para el Sporting) no cambi¨® las cosas y el presidente le puso entre la espada y la pared: pod¨ªa seguir al frente del equipo, pero sustituyendo a su hijo por Saavedra o por Pedro Gracia, el preparador fisico del filial. Vicente Cantatore dijo que no y, probablemente, puso as¨ª punto y final a su carrera como entrenador en Espa?a.
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