Bermeo en im¨¢genes
El Ayuntamiento de Bermeo acaba de publicar un libro de fotograf¨ªas de la localidad marinera. Bienvenida sea sea la publicaci¨®n. Pero, dejando pasiones aparte, est¨¢ falta de calor. La realizaci¨®n es muy insulsa. T¨¦cnicamente esta resuelta con soltura, pero despu¨¦s del primer impacto no se encuentra la chispa que marca la diferencia entre la fr¨ªa postal y la toma donde se ha volcado el coraz¨®n con toda su pasi¨®n. En cualquier caso es un documento que levanta acta topogr¨¢fica y de algunos aspectos sesgados del comportamiento humano en este intr¨¦pido puerto pesquero al comienzo del nuevo siglo.
La coordinaci¨®n de este trabajo ha sido llevado a cabo por Aingeru Zabala y las fotograf¨ªas, salvo raras excepciones, han sido realizadas por una empresa especializada donde los criterios emocionales no siempre salen a flote. Repartidas en cinco apartados, se echa en falta algo espec¨ªfico sobre el trabajo en la mar, un tema ineludible que es columna vertebral de este pueblo de laboriosos y valientes arrantzales. Cada capitulo viene precedido de un texto de lectura agradable y acertadamente traducido del euskera al castellano, ingl¨¦s y franc¨¦s, algo que honra a una villa siempre abierta al mundo entero y que hoy tambi¨¦n se preocupa por su potencial tur¨ªstico.
Siguiendo el gui¨®n, lo primero que encontramos es El territorio. Una foto a¨¦rea de conjunto sit¨²a el enclave a la orilla del mar. La isla de Izaro, Machichaco y San Juan de Gaztelugatxe ocupan varias tomas; el borde costero ense?a playas y rocas envueltas por una corona de espuma. Calles esquinas y cantones van desfilando dejando entrever muelles y espigones. No faltan los caser¨ªos y explotaciones agr¨ªcolas a las faldas de Sollube y, como detalle curioso, incluso chocante, los frutos del lugar vienen representados por racimos de uva, naranjas y kiwis. El siguiente paso es La historia. Se ilustra con soportales de piedra de siller¨ªa, la torre Ercilla, varias iglesias, el puerto viejo, la cofrad¨ªa, gradas de reparaci¨®n de barcos y faros para orientar a los navegantes.
Los dos siguientes apartados se dedican a Los habitantes y a La vida. Como no pod¨ªa ser de otra manera, son protagonistas los bermeanos, desde los ni?os hasta los jubilados. Unos, en la guarder¨ªa o jugando en el parque infantil, otros sentados en los bancos p¨²blicos o mirando desde el acantilado a un horizonte lleno de esperanzas y melancol¨ªa. Por lo dem¨¢s, el resto de las situaciones se fijan mayormente en aspectos festivos. As¨ª, vemos cadenetas y bailes en torno al quiosco viejo, las autoridades municipales desfilando tras los txistularis el d¨ªa de Andra Mari, regatas en la bah¨ªa, apuestas en el front¨®n, la procesi¨®n con San Pedro al hombro y, como no pod¨ªa ser menos, una comida popular a base de bonito preparado por los hombres. Dos excepciones rompen estos aires de alegr¨ªa: la descarga de una merlucera en el muelle y un aldeano cavando en la huerta, al parecer los pocos momentos en se trabaja en Bermeo. El ¨²ltimo cap¨ªtulo se titula Construyendo el futuro. Lo abre una panor¨¢mica con los pabellones de la nueva zona industrial. A ellos se van sumando la plataforma Gaviota para la extracci¨®n de gas, vistas generales de los talleres donde se preparan las conservas, el interior del mercado o algunas exposiciones de arte moderno.
Excesivas vistas a¨¦reas y carencia de composiciones equilibradas y novedosas para un libro de indudable inter¨¦s, que debiera haber tenido m¨¢s en cuenta la vida cotidiana vista por los ojos de grandes y peque?os.
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