R¨¦quiem por las acacias de la ciudad
El Proyecto de Fomento y Mejora del Arbolado Urbano censa 231.186 ¨¢rboles y recomienda talar varios miles
Las acacias madrile?as atraviesan tiempos duros. Muy duros. Muchas de ellas, que suman en Madrid hasta 23.000 unidades, viven ahora sus ¨²ltimos meses. El invierno est¨¢ siendo lluvioso y dulce. Pero el helado filo de los espadines de las motosierras Stihl, de 74 dientes, acaba de segar algunos de sus m¨¢s orgullosos ejemplares. Se ergu¨ªan hasta la semana pasada, desde hace m¨¢s de 70 a?os, en el paseo del Prado. Ornamentaban con su sombra y su porte uno de los tramos m¨¢s bellos de la ciudad, en torno a la fuente de Apolo. All¨ª compartieron su vida con poderosos pl¨¢tanos a los que, en Madrid, la gente suele llamar casta?os.
Varios miles de acacias van a caer abatidas en los pr¨®ximos meses. En la Concejal¨ªa de Medio Ambiente, responsable del departamento de Parques y Jardines, no se las quiere. Tampoco en los viveros de la ciudad. En el Jard¨ªn Bot¨¢nico, algunos expertos las quieren muy poco. 'Con m¨¢s de 70 a?os son peligrosas', dice Mariano S¨¢nchez, especialista en arboricultura. ?Y por qu¨¦ raz¨®n fueron diseminadas por todo Madrid desde finales del siglo XIX, siendo de los ¨¢rboles m¨¢s numerosos de la ciudad? 'Porque crec¨ªan muy velozmente en los viveros e interesaba poblar con rapidez la ciudad', responde S¨¢nchez. 'Con m¨¢s de 70 a?os, su vida vegetativa, en muchas ocasiones, ha terminado', a?ade.
El estudio informa de la existencia de 30.000 ¨¢rboles m¨¢s de los previstos
Para cimbrearse sobre sus ramas grises y cantar despreocupadamente con la barriga llena al sol del invierno, s¨®lo los gorriones buscan hoy la compa?¨ªa de las acacias. Estos ¨¢rboles abnegados, bien adaptados a los suelos arenosos, elevan su le?oso ramaje hasta sus hojas, provistas de tres espinas para guarecer su fruto, en forma de jud¨ªa. En el paseo del Prado, sus troncos parecen atraer hacia s¨ª toda la negrura de la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, a la que han acabado por adaptarse tras sufrirla desde los primeros tiempos en que los autom¨®viles llegaron a las calles.
De buen porte, las acacias expanden en primavera un perfume suave y derraman un jugo amarillento y vivo. Pero muchas van a morir. Las sentenciadas muestran en sus troncos un pegote de pintura anaranjada. As¨ª se lo han confirmado a Javier Alcalde, de 41 a?os, propietario del quiosco de su apellido que desde hace un siglo regenta su familia en la plaza de Cibeles. Una acacia de unos ocho metros de altura, por aproximadamente 1,30 metros de per¨ªmetro troncal, se alza sobre su puesto de prensa. 'Siempre la he visto ah¨ª: en verano nos brinda una sombra estupenda; nunca ha dejado de florecer', asegura. 'Vinieron unos funcionarios vestidos de verde', cuenta, 'y me anunciaron que la iban a talar; dicen que presenta pudriciones, pero siempre la recuerdo con esos agujeros negros y jam¨¢s dio un problema', se?ala.
Otras acacias del paseo del Prado, hoy oscurecidas por el humo y afeadas por el invierno, exhiben la fat¨ªdica muesca naranja sobre sus troncos. Algunas, en su d¨ªa, fueron selladas con impregnantes negros y han perdurado, incluso con redecillas met¨¢licas que cubren los huecos umbr¨ªos por donde los ni?os suelen creer que se penetra hacia las casas de las ardillas.
El r¨¦quiem por las acacias madrile?as acaba de sonar. Un estudio denominado Proyecto de Fomento del Arbolado Urbano y Periurbano de Madrid, referido ¨²nicamente a ¨¢rboles de alineaci¨®n en 1.200 hect¨¢reas capitalinas, realizado por la empresa Tecnigal por encargo de la Concejal¨ªa de Medio Ambiente, fija en 231.186 el n¨²mero de ¨¢rboles de la ciudad. El estudio, que cost¨® 495 millones de pesetas, ha sido financiado en un 80% por la Uni¨®n Europea y se?ala 34 datos y par¨¢metros de cada ejemplar arb¨®reo de Madrid. Santiago Romero, jefe de servicio y responsable de Parques y Jardines, anuncia: 'La primera sorpresa del estudio habla de 30.000 ejemplares m¨¢s de los que previmos'. Ya sabe cu¨¢ntos est¨¢n sanos. De los enfermos, casi todos son acacias.
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