En primera fila
Al menos por mi parte, lo tengo muy claro. Deben de pagarnos lo prometido, tienen que subirnos el sueldo y tambi¨¦n dejar de utilizarnos como un comod¨ªn en los momentos de apuro. Una vez desahogadas mis leg¨ªtimas ansias de consumo, pasado el fogonazo de certeza cartesiana, llega el momento de sentarse tranquilamente y hacer una digesti¨®n m¨¢s lenta de lo que est¨¢ ocurriendo.
Para empezar hay que reconocer que no es normal el traj¨ªn que se llevan ¨²ltimamente los poderes p¨²blicos. Pactos y lealtades no pueden agotar la escena pol¨ªtica, pero tampoco es necesario pelearse muy cerca de la viga maestra del edificio. Un l¨®gico y matem¨¢tico de los a?os treinta, Kurt G?del, demostr¨® que todo sistema formal puede llegar a producir una situaci¨®n que no se puede admitir ni rechazar dentro del mismo sistema. La sociedad democr¨¢tica tambi¨¦n es, entre otras muchas cosas, un sistema formal. Pero la pol¨ªtica, la alta pol¨ªtica, consiste precisamente en evitar que se produzcan estas situaciones l¨ªmite, m¨¢s parecidas en la pr¨¢ctica al juego de la ruleta rusa que a un teorema matem¨¢tico.
De lo anterior se deduce que ahora s¨ª, ahora es el momento de negociar, de defender el di¨¢logo. Esta es la ocasi¨®n ideal para exigir en muchos idiomas a la vez que dialoguen, se?ores pol¨ªticos, ustedes que pueden. Y no s¨®lo pueden, sino que deben. Di¨¢logo entre los poderes p¨²blicos para evitar terremotos innecesarios. Di¨¢logo entre sindicatos, funcionarios y gobierno para demostrar, una vez m¨¢s, que la negociaci¨®n es la mejor f¨®rmula conocida de resolver conflictos. Es cierto que hay algunas cosas, muy pocas, que no se pueden negociar, y para demostrarlo es necesario negociar continuamente todas las dem¨¢s.
Tercer aspecto. Contin¨²o pensando que los gobiernos siempre han retribuido mal a sus funcionarios, en cualquier momento hist¨®rico y pa¨ªs, al margen de ideolog¨ªas y partidos. La funci¨®n p¨²blica estaba asociada a una especial dignidad, a reconocidas virtudes sociales, y esto casaba poco con las reivindicaciones de salario. Pero eso est¨¢ cambiando desde hace cincuenta a?os. Ahora que la vida se ha convertido en un objeto de consumo, como nos recordaba oportunamente Vicente Verd¨² en este mismo peri¨®dico, los funcionarios rebajamos la dignidad y las virtudes a cambio de aumentar nuestra econom¨ªa. Y tenemos el mismo derecho, al menos, que todos los dem¨¢s.
Por ¨²ltimo, tengo que reconocer que no me gusta nada el protagonismo que estamos tomando. No es bueno llamar mucho la atenci¨®n, estar en primera fila, y menos en una ¨¦poca preocupada por la b¨²squeda de nuevos modelos. Tengo la extra?a sensaci¨®n de que empieza un nuevo ciclo para los funcionarios. Cuando tantos y tan diversos poderes del estado se ocupan de nosotros, cuando entran en conflicto por culpa nuestra, es que algo est¨¢ a punto de ocurrir. Hace tiempo que se viene hablando de la necesidad de un replanteamiento en la Administraci¨®n p¨²blica y este podr¨ªa ser el punto de partida.
Conclusi¨®n. Alta pol¨ªtica para equilibrar los poderes del Estado. Mucha negociaci¨®n y di¨¢logo para ajustar los salarios. Y nosotros, los funcionarios, a pasar desapercibidos, que no est¨¢n los tiempos para bromas.
jseoane@netaserv.com
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