Un penacho de menta
Lamela explica su obra, las Torres de Col¨®n, que le acarre¨® un calvario de ¨®rdenes y contra¨®rdenes municipales
?Es verdad que las torres de Col¨®n est¨¢n colgadas de su techo? La respuesta, afirmativa, la daba Antonio Lamela, madrile?o nacido en 1926 y uno de los mejores arquitectos espa?oles, que ayer desvel¨® algunos de los secretos de su obra m¨¢s conocida de la ciudad a centenares de personas que acudieron a la convocatoria que, cada ¨²ltimo s¨¢bado de mes, organiza la Comisi¨®n de Cultura del Colegio de Arquitectos.
Seg¨²n su autor, el conocido rascacielos de la Castellana ser¨ªa m¨¢s o menos as¨ª: dos ra¨ªces, dos troncos, dos frutos. Las ra¨ªces son zapatas de hormig¨®n, sepultadas a 17,95 metros bajo la plaza de Col¨®n; tienen unos trece metros de largo por otros tantos de ancho. Cada tronco oculta un fino eje central y mide m¨¢s de cien metros de estatura, de ellos, 84,5 visibles. De ambos troncos, unidos por un copete met¨¢lico verdoso que los madrile?os llaman el sacapuntas o el enchufe, cuelgan los frutos, dos de las torres de oficinas m¨¢s c¨¦ntricas y vistosas de Madrid. Tienen 21 plantas cada una. A sus pies, un cuerpo basamental de tres plantas y seis forjados m¨¢s de s¨®tanos.
Basamento y s¨®tanos fueron construidos como Dios manda, de abajo arriba. Pero las torres no: se hicieron al rev¨¦s. 'Tuvimos que edificar de estas dos maneras opuestas, simult¨¢neamente, porque los pilares necesarios para soportar la altura de las torres imped¨ªan alojar en su subsuelo un garaje de 150 plazas que la ordenanza municipal nos exig¨ªa', explic¨® Lamela. 'Ambas torres penden de grandes vigas perimetrales de seis metros de canto con p¨¦ndulos que atirantan cada planta con cables de acero: es una de las pocas edificaciones del mundo de estructura suspendida', a?adi¨® Amador Lamela, arquitecto y director de la obra. Antonio, Amador y su equipo tuvieron que sortear un aut¨¦ntico calvario de modificaciones en las exigencias del Ayuntamiento, que lleg¨® incluso a detener las obras durante tres a?os, a partir de 1970.
'Fueron razones de debilidad pol¨ªtica del entonces alcalde Carlos Arias Navarro', confiesa Lamela con una sonrisa, 'y, como este edificio no fue en un principio entendido en Madrid, aunque hoy es bien popular, Arias decidi¨® afirmarse deteniendo las obras'. Pero ni Lamela ni el promotor Jos¨¦ Osinalde se arredraron. Un nuevo reto: construir una escalera entre ambas torres. 'La hicimos descender hasta el basamento, que no toca ni se apoya sobre ¨¦l', explica el arquitecto. Para cubrirla fue ideada la estructura que corona las torres. As¨ª se explica su discutido remate verdoso. 'Prev¨ª una c¨²pula de cobre, porque al oxidarse adopta una p¨¢tina verde muy bella, pero aqu¨ª se enrojece el cobre'. Hoy, el sacapuntas pone un penacho kitch, como de menta, sobre Madrid. El enchufe oculta en su interior un manojo de antenas transoce¨¢nicas, pero abajo, desde la plaza, Col¨®n prefiere mirar hacia Am¨¦rica por su cuenta.
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