Tu nombre
Se?oras y se?ores del jurado:
A punto estoy de comenzar mi alegato encomend¨¢ndome a los dioses grecorromanos, pero mi grosera propensi¨®n a las rimas soeces me sugiere, aparentemente, sosiego. Prefiero abandonarme en estos momentos al albur de deidades etruscas y paganas, dicho sea, sin desde?ar, la cultura occidental y cristiana. ?Vale? Pues eso.
Dicho lo anterior, me veo en la precisi¨®n de proclamar sin rubor alguno, aunque por perfidia, que jam¨¢s he puesto en duda la catadura carcelaria de mi defendido: es un insensato, un impresentable, un mamonazo, mam¨®n incluso, una mosca cojonera. Pero me paga, se?oras y se?ores, lo cual constituye una de las pocas cosas infames que te fascinan en este mundo traidor, ingrato, arrabalero y esquivo. Es preciso, oh ciudadanos, esconder la mano, ocultar la piedra, matar el tiempo a besos y asesinar los ratos libres haciendo como que no te enteras, procurando en todo momento que pague el pato el m¨¢s gamba, el m¨¢s est¨²pido, el m¨¢s est¨®lido, el m¨¢s lila, dicho sea sin se?alar a las flores.
Es cierto que mi defendido, en su irrefrenable juventud, enga?a a las viudas y las explota utilizando valores eternos de acero inolvidable e, incluso, fondos de inversi¨®n sinuosos, como su propio nombre proclama. Madrid debe defenderse de los desaprensivos. No por nada. Simplemente, para enga?ar al pueblo. En resumen, la bolsa o la viuda, dicho sea con todo tipo de parabienes al difunto, cuya vida guarde Dios muchos a?os. Se me acusa de emponzo?ar a la juventud dici¨¦ndoles que todo es fugaz y perecedero. Pretenden hacerme pasar por un sabio ignorante, cosa que es imposible pero que me divierte. Ahora bien, cuando llegue la Parca me pillar¨¢ en bolas, es decir, sin poder decir a alguna gente que les quiero, o que al menos me hacen gracia. Y esto s¨ª, amor m¨ªo: a pesar de que las reses est¨¦n locas, no tengo m¨¢s remedio que declarar que si t¨² me dices m¨² me vuelvo vaca, aunque la locura me invada, coraz¨®n loco.
Por cierto, nunca declares mi nombre en bares, garitos o circunstancias inquietantes. No digas en vano c¨®mo te llamas. No prediques a lo tonto qui¨¦n eres. Por cierto, ?c¨®mo te llamas!
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