La voz de oro
Con el tenor Jaime Aragall hay que tener siempre un poco de paciencia. Sus recitales no son un modelo de continuidad pero normalmente gozan de momentos excelsos. El de ayer en el Teatro Real no fue una excepci¨®n. Con las irregularidades y limitaciones previsibles, el tenor de la voz de oro volvi¨® a despertar la nostalgia de un canto perdido. ('?Por qu¨¦ ya nadie canta as¨ª?', grit¨® un espectador en un momento del recital. La pregunta qued¨® flotando en el aire). Escuchar a Aragall, con sus pros y sus contras, sigue siendo una bendici¨®n de los dioses de la l¨ªrica.
Requiere tambi¨¦n unas dosis de sufrimiento. No disimula el tenor catal¨¢n su nerviosismo, la dificultad que supone de estar en el escenario. Su sinceridad en eso es aplastante. Tose entre las canciones, suda impulsivamente, se mueve con torpeza, hace comentarios con el pianista y se lleva la mano continuamente al cuello como si su camisa fuese de varias tallas m¨¢s peque?as. Tienen tambi¨¦n los recitales de Aragall una componente sicol¨®gica. Hay que esperar el instante en que el tenor llega a su plenitud y disfrutarlo a tope, pues en el momento m¨¢s inesperado el estado de inspiraci¨®n puede desaparecer.
El tenor catal¨¢n hizo ayer una primera parte bastante anodina (en Donizetti, por ejemplo, de una monoton¨ªa desesperante) y una segunda extraordinaria, tanto por el encanto excepcional que despleg¨® en Tosti, como por el poder¨ªo que exhibi¨® en Puccini o la garra oper¨ªstica que sac¨® a relucir en el aria de Lenski de Eugenio Oneguin de Chaikovski. Timbre carnoso, fraseo c¨¢lido, volumen sobrado y un arrebatador instinto mel¨®dico son sus armas m¨¢s evidentes. Y adem¨¢s, la sensaci¨®n de verdad en todo lo que hace. ?C¨®mo no va a aparecer el sentimiento de nostalgia de otros tiempos del canto?
Cant¨® Aragall, en el turno de propinas, la romanza de La tabernera del puerto en una versi¨®n de ensue?o, baj¨® el pist¨®n en un Core ingrato con un chapucero ataque en los agudos, y se elev¨® a las m¨¢s altas glorias del canto en M¨²sica prohibida.
El p¨²blico se fue calentando con el tenor, que termin¨® su recital en clima de apoteosis. Muchos seguidores de Alfredo Kraus estaban ayer tambi¨¦n en el Teatro Real. Y m¨¢s o menos todos dec¨ªan lo mismo a la salida: 'Es el ¨²ltimo representante que queda de una edad de oro'.
La cultura del canto tenoril vivi¨® ayer en Madrid un reencuentro con un tipo de ¨¦pica en v¨ªas de desaparici¨®n.
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