Alejandro Sawa, el bohemio heroico
Una profesora de la Universidad de Granada rastrea las huellas del escritor sevillano
Ahora que las aguas del plagio literario han vuelto al remanso, no estar¨¢ de m¨¢s recordar al que fuera el negro por excelencia de la literatura espa?ola. Por supuesto, sin dem¨¦rito para ¨¦l -que reconoci¨® esta actividad-, ni para su obra, que aunque no es gloria en s¨ª misma, si sirvi¨® (su vida, sobre todo) para que Ram¨®n Mar¨ªa del Valle- Incl¨¢n compusiera una de las joyas m¨¢s preciadas de la literatura espa?ola: Luces de Bohemia. Se trata, pues, de Alejandro Sawa, el ¨²ltimo gran bohemio, o, como le llaman otros, el bohemio heroico.
Naci¨® este sevillano un 15 de marzo de 1862, a las 7.30, en la calle de San Pedro M¨¢rtir, n¨²mero 26. En su partida de nacimiento rezan todos estos nombres: Alejandro Mar¨ªa de los Dolores de Gracia Esperanza del Gran Poder Antonio Jos¨¦ Longinos del Coraz¨®n de Jes¨²s de la Sant¨ªsima Trinidad. Advocaciones tantas, quiz¨¢ demasiadas, que muy bien pudieron ser luego la causa de su rabioso anticlericalismo y fobia a las sotanas.
En cualquier caso, el joven Sawa, que pas¨® su infancia en M¨¢laga, se fue a vivir a Madrid cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido 18 a?os. Eso s¨ª, nunca renegar¨ªa de su condici¨®n de andaluz; m¨¢s bien al contrario. De esta tierra escribi¨®, m¨¢s o menos: 'En el entorno mediterr¨¢neo Dios ha mostrado muchas veces la faz amable que hace a los hombres buenos y a la vida dulce como un panal'. Pero en Madrid fue donde vivi¨® finalmente, salvo un breve paso por Par¨ªs, hasta que, en 1909, falleci¨®. 'Ciego, loco y en la m¨¢s absoluta miseria', afirma la fil¨®loga y profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa, autora de varios estudios sobre Alejandro Sawa y su obra.
Y, tal vez porque fue el autor m¨¢s bohemio y loco de la ¨¦poca, hay hoy, pr¨¢cticamente, una absoluta coincidencia entre los estudiosos de la literatura de entonces, cuando se?alan que el genuino e inigualable Max Estrella, protagonista de Luces de Bohemia, est¨¢ escrito y moldeado a imagen y semejanza de Sawa. Sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, la pluma de Valle-Incl¨¢n retrat¨® magistralmente al exaltado y lo inmortaliz¨® para siempre.
Bohemio vocacional, amante de la belleza por encima de todo, anticlerical exacerbado y sorprendente reconocedor de un cierto feminismo en sus obras, pues, de alg¨²n modo, le otorga a la mujer el derecho a disponer de su cuerpo y a tener autonom¨ªa para el placer... Todo esto fue el gran e inclasificable Alejandro Sawa.
Tras su llegada a Madrid, el apasionado joven desarroll¨® una fecunda actividad literaria, que habr¨ªa que enmarcar en el naturalismo imperante en ese momento. En tres a?os, los que van de 1885 a 1888, escribi¨® seis novelas. Luego viaj¨® a Par¨ªs, donde residi¨® seis a?os. Fue la ¨¦poca dorada de su vida, la que le marc¨® para siempre. En la ciudad de la luz entr¨® en contacto con el Simbolismo y de ella regres¨® a Madrid recitando a Verlaine a la luz de la luna. 'Su profunda sed de Belleza (con may¨²sculas) ya no le abandonar¨ªa nunca', apunta Correa. Algunas adaptaciones teatrales, numerosas colaboraciones en prensa y poco m¨¢s; as¨ª hasta el final de sus d¨ªas. Su obra cumbre, Iluminaciones en la sombra, fue p¨®stuma. Y curioso es que aqu¨¦l para el que hab¨ªa trabajado de negro y con el que ten¨ªa innumerables agravios y deudas econ¨®micas pendientes, Rub¨¦n Dar¨ªo, le hiciese un sentido pr¨®logo a la novela.
Literariamente hablando, no es f¨¢cil ubicar a Sawa. Quiz¨¢ el lugar m¨¢s exacto para ¨¦l sea ese que le coloca sin m¨¢s 'en el gran coro que rode¨® a la Generaci¨®n del 98; aunque', explica la profesora de la Universidad de Granada, 'haya estudiosos que lo incluyan en un grupo de autores anteriores, que se denominaron a s¨ª mismos gente nueva. Sin duda, con un menor talento art¨ªstico y trascendencia est¨¦tica que los que vinieron despu¨¦s'. 'Es posible que fuera la de Sawa una generaci¨®n destinada a malograrse, a abrir, simplemente, un camino...', concluye Correa.
El propio Sawa era el primero en considerarse un extempor¨¢neo. Y otros dec¨ªan de ¨¦l que, 'con sus ojos tristones, abundante cabellera y siempre vestido de luto, fascinaba al auditorio'. Casi todos sus contempor¨¢neos le ve¨ªan como 'un joven osado y elocuente, lleno de posibilidades'. Pero se qued¨® en eso: en las posibilidades...
Sawa, como autor, no desdice de su tiempo. Hereda lo que entonces se llevaba: el naturalismo. Que seg¨²n el estudioso Federico S¨¢inz de Robles, 'es un movimiento que tiende una mano al realismo y otra al romanticismo'. Sus obras La mujer de todo el mundo, Crimen legal o Criadero de curas son tres ejemplos. 'La pluma de Sawa no retrocede ante nada: condesas inmorales; curas imp¨ªos, capaces de convertirse en crueles violadores... Un mundo sucio donde lo perverso constituye la patolog¨ªa esencial de las criaturas protagonistas', explica la fil¨®loga granadina.
Finalmente, este sevillano finisecular manifiesta una cierta predisposici¨®n favorable al progreso cient¨ªfico, no tanto al pol¨ªtico, pues, sobre la democracia, no ten¨ªa claro que la conjunci¨®n de la voluntad de la mayor¨ªa fuera la mejor f¨®rmula para gestionar la realidad. S¨ª, en cambio, sorprende su peculiar manera de enfrentarse al erotismo en sus obras. Sawa tiene 'un avanzado concepto de la sexualidad femenina', confirma Correa. 'En sus escritos defiende sin ambages la capacidad er¨®tica de la mujer y su legitimidad para expresarse libremente en este terreno, adelant¨¢ndose a las reivindicaciones feministas que surgir¨ªan mucho despu¨¦s', resume la fil¨®loga.
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